Porque David dijo: Jehová Dios de Israel ha dado paz a su pueblo Israel, y él habitará en Jerusalén para siempre. Y también los levitas no tendrán que llevar más el tabernáculo y todos los utensilios para su ministerio. Así que, conforme a las postreras palabras de David, se hizo la cuenta de los hijos de Leví de veinte años arriba. Y estaban bajo las órdenes de los hijos de Aarón para ministrar en la casa de Jehová, en los atrios, en las cámaras, y en la purificación de toda cosa santificada, y en la demás obra del ministerio de la casa de Dios.
1 Crónicas 23:25-28
Si antes David escogió a los de edad adulta para ejercer funciones en los puestos de influencia y autoridad, ahora hacía la selección de los que vendrían a servir en el templo a órdenes de sacerdotes.
Aunque visiblemente más jóvenes, por ser de a partir de los veinte años de edad, sus funciones eran de gran importancia y solemnidad al ocuparse de lo concerniente a la obra y la purificación de todo lo consagrado en la casa de Dios.
Podría sonar incongruente pero para todos los seleccionados a servir les era un privilegio su situación de siervos, y más tratándose de levitas, seleccionados para servir exclusivamente en el templo de Dios.
El concepto que tenemos, humanamente hablando, de libertad es como de estar exentos de toda obligación y compromiso, sin carga alguna u ocupación, sino como de aquel que consume sus horas sesteando en una hamaca en la playa.
La realidad es que el hombre cuanto más ocioso está, más esclavo es de su propia carne, hasta el punto de no encontrar satisfacción en nada de lo que decide hacer, aunque haya conseguido cumplir sus deseos personales.
Porque el deseo de la carne no tiene límites, nunca se sacia y pronto demanda un nivel más de satisfacción, en donde el alma se va hundiendo en un pozo cenagoso de ansiedad y melancolía.
Y es que el hombre fue creado para servir y para adorar a su Creador, por tanto, necesita de Él para alcanzar la verdadera libertad, la cual se perdió en el mismo momento en que Adán pecó y, por su pecado, salió repelido de la santa y gloriosa presencia de Dios.
A falta de relación con Dios, el incrédulo se hace sus propios dioses a quienes servir. Mientras se engaña a sí mismo diciendo "soy libre y hago lo que quiero", se doblega ante alguno de sus dioses, como el dinero, el culto al cuerpo, deportes, videojuegos y demás, que sólo aportan el pesado yugo de la muerte.
Pero Dios, en Su inconmensurable amor y misericordia, nos ha dado a Su Hijo Unigénito para que, creyendo en Él y reconociéndolo como Señor y Salvador personal, recobremos la verdadera libertad que nos fue quitada por el pecado, para gustar de nuevo el privilegio de andar conforme a la perfecta voluntad de Dios.
Y así es como somos libres en Cristo, sólo por gracia de Dios por medio de la fe, tal cual Pablo y Silas contestaron al carcelero, quien temió seriamente por su muerte, preguntando "¿Qué debo hacer para ser salvo?" :
"Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa."
Hechos 16:31
Diez días después de que Jesús resucitado ascendiera a la diestra del Padre, el Espíritu Santo vino a morar en todo creyente constituyéndonos la iglesia de Cristo, como un cuerpo formado por muchos miembros del cual es cabeza el Señor Jesucristo.
Como cada miembro tiene su propia función en el cuerpo, así también cada uno en la iglesia es llevado a servir según le ha dado el Señor que sirva, a modo de llegar a la mutua edificación y a la perfección de la estatura de Cristo por el conocimiento de Dios y en el Espíritu Santo.
Y aunque todos los creyentes anhelamos servir a Cristo, no todos aceptamos el lugar en que se nos manda a servir. Porque en el cuerpo muchos queremos ser ojos, boca, pies o manos, pero ¿quién querría ser estómago o intestinos?
Ahora bien, si alguien nos nombra a Esteban, recordaremos cómo los fariseos lo lapidaron hasta la muerte tras la excelente predicación ante el concilio.
Sabemos de Esteban que hacía grandes prodigios y señales estando en llenura del Espíritu Santo. Pero él no era apóstol, ni maestro, ni profeta. Y aunque fue seleccionado de entre todos los discípulos siguiendo unos criterios bastante exigentes, los cuales eran que fueran de buen testimonio y llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, la labor a desempeñar en la iglesia venía a tratarse de servir las mesas para alimentar a los huérfanos y a las viudas.
"En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo."
Hechos 6:1-3
Sinceramente y con el corazón en la mano, de tener tal llenura de Espíritu y de sabiduría que Dios hiciera milagros y señales a través de nosotros, ¿aceptaríamos servir en la iglesia limpiando los baños o barriendo la sala después del culto?
Cuando el Señor dispone de sus siervos para cierta tarea, por muy simple o deshonrosa que parezca, ahí Él es quien prepara al corazón dispuesto a servir, de manera que el que servía mesas llegó a obtener el privilegio de ser recordado en la historia del Cristianismo como el primer mártir de la iglesia, a quien le fueron los cielos abiertos para mostrársele el Señor a la diestra del Padre, y cuya muerte provocó la expansión del evangelio a todas las naciones.
Porque servir a Dios, sea en lo que sea, no es ninguna carga, sino el mayor de los privilegios, hoy es día de aceptar nuestras funciones en el cuerpo de Cristo, en total disposición y gratitud.
"Mi corazón está dispuesto, oh Dios; Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria. Despiértate, salterio y arpa; Despertaré al alba. Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; A ti cantaré salmos entre las naciones. Porque más grande que los cielos es tu misericordia, Y hasta los cielos tu verdad."
Salmos 108:1-4
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