Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel nuestros padres, conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón a ti.
1 Crónicas 29:18
Nos encontramos leyendo el último capítulo del primer libro de las crónicas donde el autor ha narrado, de todo asunto histórico tocante a Israel, desde Adán y hasta el rey David, lo que es de relevancia según la óptica de Dios.
El rey se encuentra en el final de su etapa, delante del pueblo, después de haber presentado públicamente el proyecto de la edificación del templo y de instar a los principales y a Salomón a finalizarlo con éxito.
Seguidamente ha iniciado una oración exaltando a Dios en reconocimiento de Su poder, de Su gloria y de Su magnificencia.
A continuación, el cronista es inspirado a estructurar la oración de David como con la intención de que su audiencia reciba exhortación y enseñanza, mientras ora, siendo que el verso anterior fue dedicado a la rectitud, que le agrada a Dios, y al resultado de aplicarla a su vida.
En el verso de hoy, David ruega al Dios de los vivos sobre la permanencia del pueblo y de su rey en este corazón dispuesto que el rey se está encontrando en respuesta a su exhortación.
Según la fidelidad del pueblo a Dios es el número de sus victorias o derrotas, y esto bien lo sabe David, que presenció las consecuencias en el pueblo por la rebeldía del rey anterior, este era Saúl, y el triste desenlace de su vida.
Es por eso que su clamor a Dios se centra en que el corazón del pueblo permanezca en disposición de agradar a Dios y de encaminarse en su ley.
Durante toda la lectura Bíblica leemos sobre cómo todo hombre y mujer fiel a Dios es prosperado, aunque antes ha tenido que pasar por un proceso que puso seriamente a prueba su fidelidad.
Pero como el corazón del hombre tiende, por defecto, a torcerse en pos del pecado, sucederá que, tras David y Salomón, reinarán hombres no tan fieles e incluso hombres totalmente perversos, que hasta entregarán a sus propios hijos al fuego como ofrenda a Moloc.
A consecuencia de esto, Jerusalén y el templo serán destruídos y su pueblo llevado al exilio a Babilonia.
Allí nos encontramos con Daniel y sus amigos Ananías, Misael y Azarías, a quienes les han cambiado el nombre, poniéndoles unos referentes a la costumbre y a la religión Babilónica, mas no han podido cambiarles el corazón.
Desde buen principio, estos cuatro, fueron tentados a descuidar la ley de Dios, siendo que Nabucodonosor ordenó expresamente que se alimentaran de las viandas del rey.
Pero Daniel y sus amigos se negaron,y asumieron el riesgo de trasladar su negativa al jefe de los eunucos.
"Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse."
Daniel 1:8
Y Dios recompensó su fidelidad poniéndolos en buen lugar entre los enemigos, resaltándolos por encima de ellos.
"En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino."
Daniel 1:20
Pero su fidelidad a Dios no se manifestó solamente en esta escena, sino que más adelante, a Daniel, lo harán permanecer toda una noche encerrado en una fosa llena de leones hambrientos, porque él no quiso obedecer al edicto del rey, el cual prohibía la adoración a cualquier dios u hombre a excepción del rey Darío.
Y se manifestó la gloria de Dios cuando la boca de esos leones fueron cerradas, de manera que Daniel salió tal cual entró.
Y tal cual entraron Ananías, Misael y Azarías a un horno ardiendo y precalentado al máximo, salieron, de modo que ni aún sus ropas intactas olían a humo.
Porque estos tres, a quienes Nabucodonosor cambió los nombres a Sadrac, Mesac y Abednego, se negaron a adorar, ni a inclinarse siquiera aparentando hacerlo, a la estatua erigida por el rey Nabucodonosor.
En ellos está el ejemplo más recurrente de fidelidad en la emseñanza Bíblica, citando como versos claves, los siguientes:
"He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado."
Daniel 3:17-18
También tenemos, entre los fieles, a los anónimos incluídos en el listado de héroes de la fe, que el autor quiso plasmar en su carta a los Hebreos, de la siguiente manera:
"Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros."
Hebreos 11:36-40
Porque éstos también fueron prosperados, pero no en el concepto de prosperidad que entiende el mundo, sino en la fortaleza, para la perseverancia de la fe, ante las desgracias, para recompensa eterna en los cielos.
En la actualidad hemos adquirido un concepto nuevo generacional al cual llamamos la "generación de cristal". Este concepto engloba a las últimas generaciones que cada vez se muestran más vulnerables ante cualquier situación que requiera una mínima muestra de determinación o gallardía, o saber estar, por imperceptible que sea el contratiempo.
La iglesia de este siglo, pudiendo ser la más fuerte y extendida en población, gracias a los grandes avances tecnológicos, que facilitan la extensión del mensaje evangelístico por todo el mundo y la conexión instantánea entre hermanos de diferentes lenguas y naciones, es, al contrario, la que se puede conocer tranquilamente como la iglesia de la generación de cristal.
Pertenecemos a una iglesia que se desmorona ante cualquier pequeño incidente, ya no digamos cuando el problema afecta mundialmente, como por ejemplo una pandemia o desastres naturales que arrasan por donde sea sin previo aviso.
De modo que pudiendo aprovechar estas situaciones para mostrar nuestro carácter fiel y confiado, conforme nuestro Padre celestial está por encima de toda enfermedad o desgracia, lamentablemente solemos incluirnos en el grupo de los incrédulos atemorizados, cosa que ellos, por lo menos, tienen la excusa de no conocer a Cristo.
Para contrarrestar esta debilidad, va siendo hora que comencemos a comportarnos fielmente, para con nuestro Salvador, el Señor Jesucristo y nuestro Padre celestial, enriqueciendo nuestra vida devocional y aplicándola al día a día.
Porque nadie es fiel a aquél o a aquello que no conoce, es imperante la necesidad de impregnarnos del Señor en Su palabra, para que el Espíritu Santo nos encamine a un cada vez más marcado carácter de Cristo.
Y si a Cristo tenemos como ejemplo, pues suya es la vida que recibimos por la fe, por la gracia de Dios, seamos entonces fieles, como él también lo es.
"Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo."
2 Timoteo 2:11-13
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