Además de esto, Abisai hijo de Sarvia destrozó en el valle de la Sal a dieciocho mil edomitas. Y puso guarnición en Edom, y todos los edomitas fueron siervos de David; porque Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba. Reinó David sobre todo Israel, y juzgaba con justicia a todo su pueblo.
1 Crónicas 18:12-14
Al inicio del capítulo leímos tres grandes victorias de David que no sólo le aseguraron un reinado de paz por largo tiempo sino que también le sirvieron de abastecimiento de los metales preciosos que le servirán a su hijo para la construcción del templo.
Pero aún menciona una victoria más y la que va a afianzar, en todo el territorio, la fama del poder y la gloria de la nación de Israel en aquellos tiempos.
Los edomitas, aunque parientes de los israelitas, fueron especialmente dañinos a ellos a pesar del parentesco.
Y es que Edom fue el nombre que adquirió Esaú, del mismo modo que a Jacob le fue dado el nombre de Israel.
Jacob siempre tuvo algo de recelo contra Esaú, y es que éste era el preferido de Isaac, por cuanto era fuerte y salía a cazar, trayendo el sustento del hogar.
Pero Jacob era el ojito derecho de mamá y no salía de casa. Y es que Rebeca lo tuvo por preferido desde antes de nacer, porque Dios le dijo que el mayor serviría al menor, cuando ya luchaban en el vientre de su madre.
"Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor."
Génesis 25:22-23
Y como Rebeca conocía ésto, propició que Jacob engañara a su padre usurpando
la identidad de su hermano, para quedarse con la bendición del primogénito.
"Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo: Tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga en presencia de Jehová antes que yo muera. Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte."
Génesis 27:6-10
En Rebeca podemos ver que cometió el mismo error que Sara, entremetiéndose en los planes de Dios a su manera como si de ellas dependiera que se diera el cumplimiento de Su palabra.
Pues por esta acción Esaú no pudo recibir su bendición de primogenitura, causa que abrió esa antipatía generacional de Edom contra su hermano, que se fue sucediendo con el paso del tiempo. Por lo que Edom, cada vez que le venía la oportunidad, cargaba contra Israel para destruirlo.
Largos siglos después se pudo dar el cumplimiento de la palabra de Dios a Rebeca, sometiendo David a los edomitas, además que afianzaba su reino con poder ante las demás naciones.
Y añade el cronista que David reinó y juzgaba con justicia a todo Israel.
En la reflexión anterior anduvimos meditanto sobre el principal y mayor enemigo del hombre, el cual es Satanás.
Éste no descansa nunca buscando el mal a los hombres, aunque su atención está especialmente dirigida hacia Israel y hacia la iglesia.
Pero luego también hay enemigos que nos forjamos a consecuencia de nuestras malas decisiones así como ocurrió que, a causa de las intervenciones de Sara y de Rebeca tocante a lo que había de acontecer, Ismael y Esaú dieron origen a las naciones principales enemigas de Israel, aversión que perdura hasta la fecha.
Porque nosotros hemos recibido promesa de vida eterna y de perfeccionamiento por el Espíritu Santo para llegar a la plenitud de la perfección de Cristo, en Su carácter, como individuos y en Su altura en santificación, como miembros todos los creyentes, de un mismo cuerpo el cual Cristo es cabeza.
Pero, a veces, tras esta promesa, se despierta la impaciencia y caemos en el error de querer hacer más de lo que nos pertoca. En lo individual, extralimitándonos en el propósito y llamado personal de evangelización que tenemos en Cristo y en lo congregacional, añadiendo nuevas formas de culto.
Porque buscamos el cumplimiento de la promesa, pero no en el tiempo y en las formas de Dios, sino como a nosotros nos parece que Dios quiere que hagamos, y no según Su palabra.
Así resultan crecer enemigos como champiñones, a veces son situaciones adversas que jamás hubieramos tenido que experimentar, otras, son falsos conversos que dañan y buscan dividir la iglesia y muchos otros enemigos aparecen en nuestro propio mal testimonio a causa de la errada intervención en la obra del Señor.
Y es que debemos recordar que somos salvos por pura misericordia de Dios, y que el mismo que nos salvó, pasándonos de muerte a vida es quien asegura la obra completa en nosotros.
De modo que a nosotros nos toca confiar, esperar, escuchar y obedecer Su palabra, tal como David, porque todos los que hemos creído en el Señor Jesucristo tenemos por promesa que reinaremos y juzgaremos juntamente con Él, y Fiel es el que promete.
Quizá hoy nos toca enfrentarnos a nuestros edomitas particulares que, de tanto tiempo atacándonos ya casi los creemos parte de nuestro vivir. Pero mantengámonos firmes en Cristo, en una vida devocional activa, y pronto veremos el perfecto día de nuestra perfección.
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