Porque no he habitado en casa alguna desde el día que saqué a los hijos de Israel hasta hoy; antes estuve de tienda en tienda, y de tabernáculo en tabernáculo. Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿hablé una palabra a alguno de los jueces de Israel, a los cuales mandé que apacentasen a mi pueblo, para decirles: ¿Por qué no me edificáis una casa de cedro?
1 Crónicas 17:5-6
Durante los versículos que prosiguen al consejo precipitado de Natán, Dios interviene en corrección de él. No solamente mandándole decir "tú no me edificarás casa en que habite", sino aún desarrollándole el por qué, en una invitación a recordar cómo anteriormente no hubo dónde ni quien contuviera Su santa presencia.
Porque David, ahora siendo rey y habitando en palacio, en días atrás no necesitó acudir a un punto en concreto para hallar el favor y la protección de Dios. Sino que, desde los lugares de su pastoreo y hasta los más fríos y oscuros huecos en la montaña en que huía de Saúl, hubo Quien lo libraba de osos y leones y quien lo protegía cálidamente como estando en Su regazo.
Tanto así que David representa esa sensación de amparo como de estar cobijado a la sombra de sus alas en, por lo menos, cinco de sus Salmos y en su etapa de prófugo perseguido por el rey.
"Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes. Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová, al hombre y al animal conservas. ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas."
Salmos 36:5-7
Así que, además de que Dios le tenía preparado a David otro designio en su reinado, tocaba que el rey recordara que su nueva situación en palacio no iba a limitar a Dios, como nada ni nadie pudo limitarlo hasta la fecha.
El ser humano es limitado y por mucha fe que tenga, hay que reconocer que alguna vez ha necesitado ver para creer.
Tenemos un Dios Ilimitado y Eterno, e invisible (porque al Padre nadie le vió jamás).
Pero Dios es manifestado en el Hijo y por ahí se nos da a conocer, de modo que en el Hijo hallamos al Padre y Su presencia es puesta en nosotros por morada de Su Santo Espíritu, así como de tabernáculo en tabernáculo, en cada uno de Sus hijos y en todos a la vez.
Todos somos criaturas de Dios, pero no todos somos Sus hijos, sino aquellos que creemos en el Hijo, Jesucristo y lo reconocemos y recibimos como Señor y Salvador personal. De modo que por medio de la fe, Dios nos manifiesta Su gracia dándonos el perdón y la vida eterna en Él, por medio de la muerte y la resurrección de Cristo, en obra perfecta de salvación al hombre.
Dios no deja de ser por la incredulidad del hombre, del mismo modo que Dios no se concentra en un sólo lugar porque alguien crea que así sea.
Pero aún cuando la gracia de Dios se ha hecho manifiesta en el hombre, éste centra su mirada en aquello que, por sus limitaciones, le sirve en pos de afianzar su fe, no por el Espíritu el cual no limita al Hijo ni al Padre, sino por la propia limitación humana.
Puede que nosotros mismos pensemos: "yo estoy exento de esto". Lo cierto es que, de forma casi instintiva, tendemos a limitar las bendiciones de Dios y los grandes beneficios de Su presencia, al lugar físico y material de la congregación de los santos.
A esto le podemos llamar el "efecto Jonás", por cuanto él creyó que la presencia de Dios sólo alcanzaba desde donde estaba el arca, en el templo de Salomón y hasta los límites de las tierras de la promesa a Abraham.
Cual fue su sorpresa al descubrir que, aun en el fondo del mar y hasta en las entrañas de un gran pez, los ojos y las manos de Dios continuaban ahí.
La conclusión es que Dios no puede ser contenido en modo alguno y que, para bien o para mal, nadie puede escapar de Su presencia.
Hoy es día de ejercitar la memoria para recordar los lugares recónditos de perdición de donde Dios nos sacó, así como David fue guardado durante su anonimato. Para que no sea que, habiéndonos sacado de ahí para llevarnos a la vida eterna, caigamos en la pretensión de limitar Su presencia a las cuatro paredes de un local.
"¿A dónde me iré de tu Espíritu?¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra."
Salmos 139:7-10
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