Y Natán dijo a David: Haz todo lo que está en tu corazón, porque Dios está contigo. En aquella misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo: Ve y di a David mi siervo: Así ha dicho Jehová: Tú no me edificarás casa en que habite.
1 Crónicas 17:2-4
David aprendió a ser cauteloso con respecto a lo concerniente al arca del pacto, porque la primera vez que la movió de casa de Abinadab para traérsela a Jerusalén lo hizo siguiendo su propio parecer y no el consejo de Dios, cosa que causó la desgracia de la muerte de Uza.
Ahora, pues, David le trasladó a Natán su inquietud por el hecho de tener el arca en una tienda mientras él dormía en palacio, confiando que del profeta de Dios recibiría el buen consejo.
Pero este consejo de Natán no venía de parte de Dios, sino de su propio parecer, en vista de que David gozaba del favor de Dios en todo lo que se proponía.
Se precipitó, pues, creyendo que no sería diferente al resto de propuestas nacidas en las meditaciones de David por lo que rápido lo despachó dándole carta blanca para poner por obra su pensamiento.
Y es que, Natán, como profeta de Dios, tenía la peculiaridad de atinar siempre en el consejo de Dios, por cuanto el Espíritu se lo revelaba. Pero esta vez se le hizo tan evidente que no se tomó su tiempo en contestar la inquietud de David.
Entonces el cronista narra como en aquella misma noche se dió la intervención de Dios para corregir este consejo dado tan precipitadamente.
Después de Natán Dios envió muchos profetas que se fueron sucediendo e incluso solapando en la historia de la nación de Israel para asegurar el buen hacer de sus reyes.
Lamentablemente muchos de éstos desatendieron por completo a los profetas, hasta provocar su propia destrucción y deportación a Babilonia.
Y en tiempos del exilio hubo un noble llamado Daniel que fue llevado al servicio del rey de Babilonia siendo adolescente y perduró en sus labores hasta su anciana edad.
Daniel fue un profeta diferente, tal que en el judaísmo no se le tiene como uno de éstos, ya que no consideran que sus relatos carguen valor profético aplicable a ellos.
Pero sí que era profeta y sus profecías son tan importantes que implican de lleno al remanente judío en la época más importante del mundo que está por acontecer: el final de los tiempos y el establecimiento del reino Mesiánico sobre la tierra.
Daniel fue grandemente usado por Dios durante todo su paso por Babilonia. Porque él buscaba a Dios todos los días. No sólo una, ni dos, sino tres veces al día eran las que se postraba o arrodillaba a orar, abriendo las ventanas de su casa, y dirigiendo su mirada a su recientemente destruída Jerusalén.
Una vez experimentó una situación de extrema urgencia donde todos humanamente pensamos que requería de una muy pronta respuesta, pues el rey había mandado matar a todos sus sabios, y entre ellos se encontraban los traídos de Jerusalén.
Pero Daniel, a diferencia de Natán, no obró de forma impulsiva. Sino que, por tal de asegurarse de recibir la respuesta correcta de parte de Dios, le pidió al rey algo así como una tregua.
"Y Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría la interpretación al rey."
Daniel 2:16
Gracias a Dios, ese tiempo le fue concedido. Así que ocupó las horas nocturnas, junto a sus tres amigos, en buscar la revelación Divina sobre este asunto.
Este supuso su inicio ministerial en Babilonia el cual le aseguró un puesto muy cercano al rey, sin dejar nunca de ceñirse a la voluntad de Dios en toda labor desempeñada.
Cuando leemos a Daniel muchos vemos en él al ejemplo ideal de un siervo de Dios. Escudriñando las Escrituras y sin dejar de orar aún en medio de Babilonia, no se describe en la Biblia transgresión alguna por su parte, sino un continuo ejemplo de búsqueda de la presencia de Dios y en fidelidad a Él.
Pero aunque, entre Natán y Daniel, prefiramos tomar como ejemplo al último, debemos reconocer que lo más natural, humanamente hablando, es que nos precipitemos en hablar o actuar, sin haber buscado antes el consejo de Dios.
Luego todo este impulso humano nos pasa factura, si es que no sabemos corregirlo a tiempo, cuando somos inquietados por el Espíritu Santo para enmendar la situación.
Tras la meditación me pregunto cuántos son los consejos precipitados que hemos dado a hermanos sin habernos molestado en buscar primero la respuesta correcta en oración a Dios.
Hoy va siendo el día de agudizar nuestra atención a la Palabra de Dios y de dejar de llevarnos por lo que en nuestro instinto somos impulsados a actuar.
"No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras."
Eclesiastés 5:2
No hay comentarios:
Publicar un comentario