Aconteció que morando David en su casa, dijo David al profeta Natán: He aquí yo habito en casa de cedro, y el arca del pacto de Jehová debajo de cortinas.
1 Crónicas 17:1
Después del traslado del arca y de la inauguración del nuevo ministerio levítico de adoración, cada uno tomó participación de sus funciones y cada cual de los del pueblo, David incluído, se fue a su casa.
Prosiguiendo la lectura por el capítulo diecisiete, el cronista narra cómo David le traslada un pensamiento al profeta Natán con respecto al habitáculo donde reposaba el arca.
Y es que debía inquietarle bastante, pues de lo contrario, ¿a qué decírselo a Natán, el cual era profeta de Dios?
"¿Cómo puedo estar tan tranquilo morando en una casa hecha de materiales nobles de primera calidad, mientras el arca reposa en una tienda?" Debía pensar para sí mismo.
Aún así, la inquietud no le impidió buscar consejo en el profeta Natán antes de dar un sólo paso con respecto a este asunto.
Y es que ya tuvo una muy mala experiencia la primera vez que decidió por su cuenta tocante al arca y su traslado, que se saldó con la vida de Uza. Así que no tomará más decisiones concernientes a ella sino con previo consejo de Dios.
En este tiempo David era el rey, y tras él vinieron unos cuantos. Pero a los siglos sucedió que Jerusalén fue destruída y con ella el templo, y desaparecida el arca del Pacto para no volver a verla más.
Después de setenta años deportados a Babilonia, Dios permitió que pudieran volver a Jerusalén para reedificar el templo y la ciudad, reuniendo a Su remanente para retomar las funciones, ya no como nación, por cuanto todo el territorio estaba sometido al dominio Medo-Persa, pero en vistas a la promesa de quien vendrá a tomar Su trono para siempre.
Y habiendo Dios dispuesto todo, incluso el favor de los reyes paganos dominantes, para que el pueblo pudiera volver libremente y levantar de nuevo la casa de Dios, los israelitas, encabezados por Zorobabel, se amedrentaron a causa de las amenazas de los territorios vecinos, dejando en "stand by" la reconstrucción del templo.
Claro, durante el tiempo de inactividad en la obra del Señor, debieron pensar: "¡Qué lástima que todos estos materiales nobles se vayan a echar a perder, ya que no construiremos el templo! Aprovechémosla para artesonar nuestras casas..." Pues aquello que debía haber servido para levantar el templo lo acabó usando cada cual para su propia casa.
En la duración en que persistían las amenazas vecinas bien tuvieron oportunidad de buscar a Dios y Su consejo, pero lo más sensato para ellos fue mantenerse estancados en lo que habían ido a hacer, incluso por decreto del rey persa, al cual Dios usó en gran manera, para que nadie pudiera detener Su obra.
El pueblo se centró, pues, en donde estaban sus pensamientos, cada cual en su propia casa.
Pero no se tardaría Dios en enviar a sus profetas, uno de los cuales fue Hageo, para denunciar abiertamente el caso:
"¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto."
Hageo 1:4-6
Con la llamada de atención se consiguió que Zorobabel retomara la obra del templo, que pudo ser levantado sin que las tantas amenazas que el pueblo temía llegaran a materializarse.
Porque se trataba de una obra ordenada, preparada y amparada por Dios, la cual nada ni nadie pudo frustrar.
Con la reprimenda de Hageo dilucidamos que había insatisfacción generalizada en el pueblo y sensación entre sus hombres como de desamparados.
Y es que cuando el pensamiento del hombre se sitúa en él mismo y en lo terrenal y pasajero, la prosperidad de él es vana, y nunca se sentirá satisfecho, a menos que su conciencia esté cauterizada, lo cual es peor aún, pues no habrá quien le saque del error.
Pero el pensamiento del rey David estaba en Dios y en Su obra, por lo que aún con la bendición de andar en palacio real, su deseo era más bien que todo ese artesonado de su casa se dispusiese por completo al servicio de la presencia de Dios, en reposo del arca del Pacto, entre paredes trabajadas con los más nobles materiales.
Y como su pensamiento no era para nada de reprender ni para avergonzarse, David pudo soltar su carga sobre Natán, en la confianza y el alivio de que Dios le daría pronto consejo sobre su disyuntiva.
Pero cuando nos ensimismamos en lo que no concierne a Dios, ¿a qué pedirle consejo? Pues no lo hacemos, y cargamos el corazón de descontentos.
Hoy va a ser día de meditar si nuestros pensamientos están donde estaban los de David, en Dios y en Su obra, o si más bien los hemos llevado a nuestras casas, como los de Zorobabel, en detrimento de nuestra relación con nuestro Padre celestial y de Su propósito para con nosotros.
Perseveremos con nuestros pensamientos sujetos en Cristo Jesús, y dispuestos a Su voluntad.
"Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado."
Isaías 26:3
No hay comentarios:
Publicar un comentario