Y dijo David: Aquí estará la casa de Jehová Dios, y aquí el altar del holocausto para Israel.
1 Crónicas 22:1
Después que clamara David a causa de la peste enviada por Dios al pueblo durante tres días, el ángel de Jehová envainó su espada y le fue ordenado a David que levantara un altar justo donde él se detuvo, en la era de Ornán.
Ornán tenía su era en Moriah, aquel lugar donde Abraham en su día levantó un altar para ofrecer a su hijo según Dios ordenó que hiciese.
"Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré."
Génesis 22:2
A tres días de camino desde donde se encontraba, Abraham mostró su fe con su obediencia y, empuñado el cuchillo justo a punto de consumar el sacrificio, Dios mandó un ángel para detenerlo.
Demostrada su fidelidad, le fue dado un carnero, el cual Dios hizo aparecer enredado entre las zarzas, como sacrificio en lugar de su hijo.
Entregado el animal en holocausto, Moriah resultó también ser el escenario de las promesas de Dios a Abraham: de descendencia, de heredad y de bendición.
"Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz."
Génesis 22:15-18
Este era el lugar desde donde ahora Dios ordenó a David que le fuera levantado un altar para ofrendas y sacrificios, y así hizo.
Por el gran temor que le aconteció el ver al ángel de Jehová, espada en mano y suspendido en el aire, sobre la era de Ornán, y aún impresionado porque en este lugar Dios respondió a su oración, David entendió que este iba a ser el lugar perfecto donde construir el templo de Dios, para que morara allá Su presencia.
Y puede que también supiera David, por su cualidad de profeta, que este será el Lugar en que será consumado el perfecto sacrificio por el Señor Jesucristo y donde más adelante tomará Su trono para siempre, en Su segunda venida.
Porque los planes de Dios no son improvisados, sino perfectamente trazados desde la eternidad para que todo lo concerniente a Su plan eterno de salvación y de reinado se cumplan con todo lujo de detalles.
Pues así determinó Dios que se diera el perfecto sacrificio. Que siendo entregado por los principales de Israel a los romanos, Jesús fuera llevado ni más ni menos que a Moriah, concretamente en la zona llamada Gólgota o el Calvario, donde levantarían la cruz en que su cuerpo sería clavado.
Dando de sí hasta Su última gota de sangre, entregó Su espíritu al Padre y murió.
Y cual fuego cayendo hacia el altar del holocausto, se rasgó el velo del templo, dejando libre el acceso al Lugar Santísimo.
El olor grato del perfecto sacrificio vino recompensado con Su resurrección al tercer día.
De modo que Su vida fue entregada para nuestra redención y vuelta a tomar, para acceso nuestro a la vida eterna en Él.
Así es como todos los que en Él creemos y lo reconocemos como Señor y Salvador personal en arrepentimiento y obediencia a Él, somos constituidos hijos de Dios y morada del Espíritu Santo, haciendo de cada uno de nosotros el santo lugar, en Cristo Jesús.
Y como el templo de Dios contenía en sus atrios el altar para los sacrificios, a cada creyente le es instado a sacrificar su carne para la obra de santificación y perfeccionamiento del Espíritu Santo en la formación del carácter de Cristo.
Siendo pues, los cristianos, miembros del santo lugar el cual es el cuerpo de Cristo, y Él por cabeza, esperamos en Él el día en que estaremos en Su presencia, y el día en que volverá para tomar Su trono eterno y reinar para siempre sobre toda la creación.
Mientras tanto, seamos receptores de estas palabras que Jesús ordenó a sus discípulos:
"Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén."
Mateo 28:18-20
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