domingo, 19 de junio de 2022

EL APOYO DEL HERMANO, 1 Crónicas 19:8-13

EL APOYO DEL HERMANO, 1 Crónicas 19:8-13

Oyéndolo David, envió a Joab con todo el ejército de los hombres valientes. Y los hijos de Amón salieron, y ordenaron la batalla a la entrada de la ciudad; y los reyes que habían venido estaban aparte en el campo. Y viendo Joab que el ataque contra él había sido dispuesto por el frente y por la retaguardia, escogió de los más aventajados que había en Israel, y con ellos ordenó su ejército contra los sirios. Puso luego el resto de la gente en mano de Abisai su hermano, y los ordenó en batalla contra los amonitas. Y dijo: Si los sirios fueren más fuertes que yo, tú me ayudarás; y si los amonitas fueren más fuertes que tú, yo te ayudaré. Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le parezca.
1 Crónicas 19:8-13

Era la época donde la nación de Israel había celebrado todas las victorias esperables por cuanto no tenían intención de levantarse en más batallas por un largo tiempo.

A pesar de esto, Hanún, rey de los amonitas, habiendo sufrido el reciente deceso de su padre Nahas, se dejó llevar por la opinión de sus consejeros, los cuales no aceptaron que David le enviara embajadores para consolarlo durante el duelo, lo que provocó que los amonitas se alzasen en guerra contra Israel.

Ante la inminente amenaza de los hijos de Amón, David sacó a los mejores de sus hombres para ocuparse en la defensa.

Joab era el jefe del ejército, y él se percató de que la estrategia del enemigo constaba de una emboscada por la retaguardia, de manera que los sirios atacaban por el frente mientras que por detrás los amonitas buscarían hacer el daño por detrás.

Viendo el percal, Joab no dudó en buscar a su hermano, Abisaí, también de los valientes guerreros de David, para que con sus hombres defendiera la zona amenazada por los amonitas.

El ejército del rey David estaba bien preparado y su confianza residía en la voluntad de Dios, y así lo hace ver el cronista, atribuyendo a Joab la siguiente oración: "haga Jehová lo que bien le parezca".

David no buscaba guerra, asimismo Israel no mostró hostilidad alguna en este conflicto, asumiendo y confiando en la protección de Dios hacia Su pueblo. Pero no por ello dejaron de prepararse los mejores guerreros ni de prestar atención a la estrategia enemiga, para salvaguardar su integridad.

Echándoseles encima una guerra que no esperaban, bien pudieron haberse turbado. Pero su experiencia les enseñó a depositar estos contratiempos en manos de Dios, sin dejar de confiar en las habilidades adquiridas en experiencias anteriores.

Porque para esto Dios capacita a sus hijos, para que estén listos para reaccionar de la forma adecuada en cualquier momento, y según la ocasión lo requiera, dentro de Su santa y perfecta voluntad.

¿Cómo conocer cuál sea la santa y perfecta voluntad de Dios? Dios se revela a Sí mismo en Su palabra, de principio a fin de las Escrituras, mostrándonos Su carácter, Sus atributos, Su poder, Su propósito para con el hombre y para con toda Su creación... De modo que por Su palabra llegamos al conocimiento de la perfecta voluntad de Dios para todo creyente.

Por Su palabra vemos la caída del hombre y su imposibilidad de presentarse justificado delante de Dios por sus propios medios.

Por Su palabra conocemos que Dios, en Su omnisciencia, y en Su inconmensurable amor y misericordia, trazó un plan de salvación para nosotros, antes, incluso, de la creación de los cielos y la tierra.

En Su palabra vemos el cumplimiento de la misma en la persona del Hijo, el Señor Jesucristo, Dios Hijo encarnado, llevado a muerte y resucitado, para nuestro perdón y reconciliación con Dios, abriéndonos el acceso a la vida eterna en Él.

Por Su palabra tenemos el convencimiento de que el Señor, una vez ascendido a la diestra del Padre, intercede por cada uno de los que creemos en Él.

Y por Su palabra sabemos que va a volver, llevándose consigo a Su iglesia, y mostrándose al mundo en todo Su poder y Su gloria, para la destrucción total del la maldad y para Su reinado eterno sobre toda la creación.

Mientras tanto, el Señor Jesucristo nos ha dejado Su carácter plasmado en Su palabra, y la labor principal de Su iglesia sobre la tierra, la cual es llevar la luz de Cristo a este mundo para la salvación de las almas.

Esta es una labor que no le agrada nada al adversario, por cuanto él conoce que ya está condenado y que no tiene quien le redima de su condena. Así que, teniendo por principal objetivo el tratar que los hombres perezcan juntamente con él, hará todo lo que esté en su mano para que la iglesia no pueda cumplir su cometido evangelístico, levantando guerras inesperadas, a toda la iglesia y a cada creyente en particular.

Y como también en esto estamos avisados por la Palabra de Dios, es Su palabra la que nos fortalece y capacita para la práctica en el día a día de la vida de fe, por cuanto en Cristo fuimos posicionados en victoria desde el primer momento de la conversión a Él.

Aún así son muchas las ocasiones que el espejismo terrenal y pasajero nos nubla el ánimo, si bien, confiamos plenamente en nuestro Padre celestial, hay que reconocer que a veces nos preocupamos de más y no conseguimos acertar por dónde dar el siguiente paso.

Para esta ocasión, podemos usarnos del consejo de Pablo a los Filipenses, hermanos que se habían dejado llevar por varias situaciones personales que causaron contiendas entre ellos de manera que parecía haber dos grupos en vez de una sóla unión en Cristo.

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias."
Filipenses 4:6

Exponiendo la inquietud en la congregación y orando los hermanos por este asunto, los afectados y aludidos en Filipos resolverían pronto el problema.

Quizá no nos identificamos como un valiente Joab, jefe del ejército de Israel. Pero si él, valiente, estratega y curtido en batallas, necesitó apoyarse en su hermano, ¿vamos a desechar nosotros el apoyo que Dios nos ha dispuesto en nuestros hermanos en Cristo?

Porque no es más humilde el que no se deja ayudar por sus hermanos, sino más orgulloso por cuanto no quiere mostrar sus problemas para que nadie se tenga que compadecer de él, y por ende, mostrarle su apoyo.

Y es que tenemos mandamiento especial entre hermanos, el cual lo recalca Juan:

"En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad."
1 Juan 3:16-18

Ahora, ¿cómo podrán mis hermanos suplir mi necesidad, si yo no les muestro dónde está mi carencia?

Dejémonos ayudar por los hermanos, como Joab mostró a Abisai su necesidad de cubrir la retaguardia. Porque pidiendo ayuda a los hermanos, no los estamos molestando, porque la bendición del hijo de Dios está en la servidumbre, aún el que nos ayuda es bendecido, pues cumple la ley de Cristo.

"Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo."
Gálatas 6:2



















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