Escoge para ti: o tres años de hambre, o por tres meses ser derrotado delante de tus enemigos con la espada de tus adversarios, o por tres días la espada de Jehová, esto es, la peste en la tierra, y que el ángel de Jehová haga destrucción en todos los términos de Israel. Mira, pues, qué responderé al que me ha enviado. Entonces David dijo a Gad: Estoy en grande angustia. Ruego que yo caiga en la mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas en extremo; pero que no caiga en manos de hombres. Así Jehová envió una peste en Israel, y murieron de Israel setenta mil hombres.
1 Crónicas 21:12-14
Tras caer en la tentación de Satanás censando a todo Israel, Dios mandó un castigo a Su pueblo, cosa que provocó el clamor de David.
(En este punto podríamos preguntarnos si su arrepentimiento era genuino o desencadenado por el hecho de que Dios hiriera a Israel. Porque, mientras que al cronista Dios le inspiró a relatarlo de esta manera, lo relatado en el libro de Samuel omite el previo castigo, indicando directamente que a David le pesó en el corazón el haber pecado.)
"Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente."
2 Samuel 24:10
Y en respuesta a la oración de David, Dios le envió Palabra por medio de un profeta, a fin de que, en su arrepentimiento, asumiera la gravedad de su acto y su consecuencia.
Es entonces cuando Dios, en una forma excepcional, presenta a David tres opciones a escoger sobre cómo prefiere que le llegue el castigo de la transgresión.
Y como el pecado tenía que ver con la confianza que David depositó en el número de guerreros habitantes del reino, aunque diferentes, la elección mostraba tres consecuencias que afectarían sí o sí al censo.
Cuando alguien nos da a escoger entre varias opciones, siempre vamos a elegir o la mejor o, de entre las malas, el mal menor.
Y esto es lo que vino a hacer David cuando prefirió caer en manos de Dios, pensando en lo que más le convenía en lo personal.
Porque David conocía la misericordia de Dios y sus favores, y aunque ya había sufrido y lo continuaría haciendo en su seno familiar a causa del pecado que cometió con Betsabé, al rey le pareció que el mal menor era éste: caer en manos de Dios por tan sólo tres días.
La consecuencia fue devastadora, según indica el cronista, setenta mil fallecidos en tres días.
Se despiertan aquí varias preguntas: ¿Realmente era el mal menor, haber caído por tres días en manos de Dios?
¿El resultado del castigo habría sido diferente, en el caso de haber escogido los tres años de hambruna o los tres meses huyendo de sus enemigos?
¿Subestimó David la justicia de Dios, pensando que por Su gran misericordia haría pasar por alto el pago por este mal?
Los hombres, por naturaleza y aunque de forma equivocada, buscamos siempre nuestro mal menor.
Y así le pasó a Pedro, poniéndose en el lugar de Jesús y no entendiendo para nada la necesidad de ser llevado a muerte con gran sufrimiento y resucitar al tercer día.
Pues habiendo intentado convencer al Señor para que no lo hiciera, Jesús lo reprendió ipso facto llamándole, incluso, Satanás, por el mal consejo que este le dio.
Seguidamente explicó, a los que le seguían, el verdadero sentido de la vida que trasciende de lo terrenal y pasajero hacia la verdadera y eterna vida en Él.
"Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará."
Marcos 8:34-35
Porque muchos seguían a Jesús solamente por Sus milagros pero no tenían intención de dejar sus vidas por seguirle a Él.
Y aunque Pedro sí estaba convencido de que Él era el Señor, no acababa de entender que Dios tuviera que venir al mundo en carne y hueso para morir, aunque en tres días fuera a resucitar.
Pero Dios es Justo, y en Su justicia ha determinado que la paga del pecado es la muerte y que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecado.
¿Qué habría sido de nosotros si Dios no hubiera dejado caer sobre Sí mismo el peso de Su justicia? Sólo nos quedaría exclamar lo que el autor de la carta a los Hebreos:
"¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!"
Hebreos 10:31
Pero gracias a Dios nos ha dado al Hijo para que por medio de la fe en Él tengamos el perdón y la vida eterna.
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación."
2 Corintios 5:17-19
Y los que creemos en Jesús y lo tenemos por Señor y Salvador nuestro, gustamos en nuestro día a día de Su inconmensurable amor y misericordia, por la nueva vida en Él.
Pero ahora que hemos pasado de muerte a vida y hechos hijos de Dios, por la acción y morada del Espíritu Santo, no andamos como los perdidos, aquellos a los que coloquialmente se les puede llamar como "dejados de la mano de Dios", sino que al tenerlo como Padre, recibimos de Él la disciplina, a fin de crecer conforme a la perfección del carácter de Cristo.
Porque al igual que un árbol que crece torcido cuando está maduro ya no se puede enderezar, por lo que es necesario corregir su tronco desde que aún es tallo, todo creyente debemos dejar que el Espiritu Santo nos enderece para no crecer torcidos, sino bien rectitos en Su perfecta y santa voluntad.
Claro que es tentador hacer de nuestro Padre celestial un Dios misericordioso en extremo tal como que nos libre de la disciplina de corrección de nuestros errores. Pero pronto podremos comprobar que, si somos hijos de Dios, no va a haber modo de zafarnos.
Todo sea para aprender, porque a todos nos gustaría aprender a las buenas, en mansedumbre y obediencia a Dios, pero hay que reconocer que son más las veces que nos toca escarmentar así como le pasó a David, y aunque muy dolorosas, estas son las enseñanzas que más nos forjan en el carácter de Cristo.
Hoy va a ser el día de dejar de buscar el mal menor en la forma en que somos disciplinados, para empezar a aprender desde un carácter dócil y obediente, y menos nos tocará probar la vara.
Mientras tanto, demos gracias a Dios por disciplinarnos como hijos suyos.
"Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado."
Hebreos 12:11-13
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