martes, 21 de junio de 2022

SALIENDO ESCALDADO, 1 Crónicas 19:16-19

SALIENDO ESCALDADO, 1 Crónicas 19:16-19

Viendo los sirios que habían caído delante de Israel, enviaron embajadores, y trajeron a los sirios que estaban al otro lado del Eufrates, cuyo capitán era Sofac, general del ejército de Hadad-ezer. Luego que fue dado aviso a David, reunió a todo Israel, y cruzando el Jordán vino a ellos, y ordenó batalla contra ellos. Y cuando David hubo ordenado su tropa contra ellos, pelearon contra él los sirios. Mas el pueblo sirio huyó delante de Israel; y mató David de los sirios a siete mil hombres de los carros, y cuarenta mil hombres de a pie; asimismo mató a Sofac general del ejército. Y viendo los siervos de Hadad-ezer que habían caído delante de Israel, concertaron paz con David, y fueron sus siervos; y el pueblo sirio nunca más quiso ayudar a los hijos de Amón.
1 Crónicas 19:16-19

Finalmente los sirios escarmentaron, ya que recibieron la peor parte, habiendo sido los amonitas los que planearon la guerra.

Porque los amonitas desistieron, pero los sirios, pudiendo volverse a casa tranquilamente (ya que con ellos no era em conflicto), prefirieron buscar más refuerzos de entre los suyos para volver a la carga.

El resultado fue debastador para ellos, pues no se zafaron de gran muerte aún huyendo de delante de David.

No les quedo otra que reconocer la derrota y someterse a Israel, para no volver a querer saber ya nunca más de los amonitas.

El pasaje de hoy me lleva a reflexionar de la siguiente manera:

Es imposible que un verdadero cristiano pueda ser poseído por espíritus inmundos, por cuanto es morada del Espíritu Santo, el cual es Dios.

Pero si un creyente no lleva una vida devocional activa y descuida su relación con Dios es posible que se deje influenciar por los demonios, dando lugar a malos pensamientos e incluso pudiendo hasta llevarlos a cabo.

De hecho cada vez que pecamos los cristianos es porque nos hemos dejado engatusar por la tentación en lugar de desestimarla por completo y ponernos en oración.

Y cuando esto sucede se presenta una escena similar a lo ocurrido con los sirios que, habiéndose implicado en la guerra de los de Amón, les tocó sufrir la peor parte, cuando los amonitas simplemente huyeron y dejaron de luchar.

Pues la tentación, viniendo de afuera, es afín a nuestros deseos carnales, por lo que fácilmente podemos cocinarla en nuestra mente y hacerla pasar por el corazón. De manera que, seducidos y persuadidos por nuestra propia concupiscencia, acabamos siendo nosotros, y no la tentación en sí, los únicos responsables del pecado resultante.

Ahora podríamos pensar que los sirios fueron muy torpes porque, una vez huídos en vista del peligro, pudiendo quedarse tranquilitos en su ciudad, no se les ocurrió otra cosa que volver.

Torpes también nosotros, pues ¿cuántos no hemos caído en una tentación, habiendo huído previamente de ella? Y es que la clave no está sólo en el huir, sino en el aferrarse al cobijo del Padre en Su presencia para no volver al peligro del que huimos.

Claro, pero si en lugar de buscar el amparo y la fortaleza en Cristo, caemos en el error garrafal de creernos lo suficientemente fuertes como para exponernos de nuevo y salir airosos por nosotros mismos, seguramente vamos a caer, y el batacazo no será pequeño, pero nos servirá para aprender a acudir a Cristo en próximas ocasiones.

Sobre esto mismo escribió Pablo a los Corintios, y esta actitud él la llamó idolatría, lo cual no es de extrañar, pues creerse autosuficiente es una forma de idolatría cuyo dios es el ego.

"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría."
1 Corintios 10:12-14

Y tomando el consejo de Pablo, hoy nos va tocando trabajar el orgullo propio para humillarnos al Único que nos da la salida, para que no nos tenga que suceder como a esos sirios insensatos, que acabaron saliendo escaldados.

Y por si este es el momento en que justamente nos esté tocando experimentar el dolor de una caída, levantémonos para no volver a caer jamás en lo mismo y, ante todo, reconociendo con gratitud:

"Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos."
Salmos 119:71
























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