y su hermano Asaf, el cual estaba a su mano derecha; Asaf, hijo de Berequías, hijo de Simea, hijo de Micael, hijo de Baasías, hijo de Malquías, hijo de Etni, hijo de Zera, hijo de Adaía, hijo de Etán, hijo de Zima, hijo de Simei, hijo de Jahat, hijo de Gersón, hijo de Leví.
1 Crónicas 6:39-43
Después de Hemán, el cronista nos presenta a Asaf, descendiente de Leví a través de Gersón.
Asaf fue músico en la casa de Dios cuando el rey David constituyó el ministerio sacerdotal de la alabanza, con música y cánticos, durante los servicios de culto delante de la tienda donde David hizo reposar el arca del pacto.
Era cantor y los címbalos eran el único instrumento que tocaba.
Aunque se le hace llamar vidente en las Escrituras, este no es un título fuera de lo común para dirigirse a los sacerdotes y los profetas, especialmente a aquellos que se tenían más a mano del rey, de los cuales se acudía en busca del consejo de Dios por algún asunto de relevancia.
De Asaf destacan su visión panorámica del plan de Dios sobre Israel y sobre toda la humanidad, y su gran celo y rencilla contra los que obran maldad.
Se le atribuye la autoría de doce Salmos de los cuales se denota una gran carga profética. Uno de estos Salmos comparte autoría con Jedutún.
Los Salmos de su autoría abarcan desde el Salmo setenta y tres hasta el Salmo ochenta y tres, y el Salmo cincuenta, a pesar de que algunos observan la posibilidad de haber sido escritos, en su mayoría, por su descendencia post-exílica, de modo que los Salmos que mencionan expresamente algún lamento referido a la destrucción de Jerusalén y del templo, y el clamor del pueblo por ser rescatado, dejarían de observarse como proféticos para tenerse como históricos.
Todo el Salterio de Asaf es de gran relevancia, pero el Salmo más destacable, no por su importancia sobre los demás, sino porque todos en algún momento nos hemos podido identificar con él, es el Salmo setenta y tres.
En este Salmo, Asaf confiesa cómo le invadió la envidia al ver prosperar a los malvados. Seguidamente se entretiene describiendo cómo es la actitud de éstos y emite la quejosa observación de cómo, a pesar de sus maldades, los demás los tienen como ejemplo, pidiendo de ellos consejo.
"Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos."
Salmos 73:1-3
Pero, como es costumbre en sus Salmos, la continuación de sus letras emiten un contraste, que es el que marcará la enseñanza y la aplicación práctica para todo aquel que lo lea, conforme a la voluntad de Dios.
"Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos."
Salmos 73:17
Así que Asaf marca el punto y final de su desazón con el acercamiento a la presencia de Dios, Quien le abrirá el entendimiento, mostrándole que nada de lo que codiciaba de estos impíos les puede salvar del juicio de Dios ni librarles de la condena por su maldad.
Y, abriendo los ojos a la realidad que no supo ver cuando estaba cegado por la envidia, inicia una oración a Dios, de arrepentimiento, reconociendo su necedad y las consecuencias del haber caído en el pecado más común del hombre, la codicia.
"Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti."
Salmos 73:21-22
La torpeza y la falta de entendimiento, que describe como características propias de una bestia, desaparecieron tan pronto se dejó iluminar por la sabiduría de Dios, al acercarse a Su presencia.
Ahora se da cuenta que son aquellos impíos los que desearían disfrutar del gran regalo de la gracia, el amor y la misericordia de Dios depositados sobre Asaf y sobre todos los que invocan Su nombre.
"Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra."
Salmos 73:24-25
No será la primera vez que se nos va la mirada hacia aquellos incrédulos adinerados que aparentan vivir unas vidas de lo más apacibles, mostrando su filantropía y recibiendo honores por ésta...
De la mirada pasa a los pensamientos, embotándolos fijamente en la forma de actuar de esta gente...
Definitivamente, hemos desviado nuestra atención tan a un lado que nos encontramos totalmente alejados de un pensamiento propio del carácter de Cristo, sino más bien de ese Lucero que se rebeló en los cielos.
Es imperiosamente necesario que centremos nuestra atención en Cristo, en la santa y perfecta palabra de Dios y en el aprovechamiento del tiempo en comunión con Dios.
Si aún nuestras circunstancias fueran tan duras como la de los hermanos Hebreos, sufrientes de grandes persecuciones, cuyo temor les tentaba a desviar su mirada hacia la oferta de aquellos que les invitaban a negar su fe, para evitar sufrir torturas hasta la muerte, tendríamos a alguien alentándonos:
"puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios."
Hebreos 12:2
Así que puestos los ojos en Cristo y, a pesar de la gran adversidad por la que estemos atravesando, podremos concluir como Asaf:
"Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre."
Salmos 73:26.
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