Y sus hermanos los levitas fueron puestos sobre todo el ministerio del tabernáculo de la casa de Dios. Mas Aarón y sus hijos ofrecían sacrificios sobre el altar del holocausto, y sobre el altar del perfume quemaban incienso, y ministraban en toda la obra del lugar santísimo, y hacían las expiaciones por Israel conforme a todo lo que Moisés siervo de Dios había mandado.
1 Crónicas 6:48-49
Una vez conocidos los cantores y músicos de la casa de Dios, el cronista nos recuerda al resto de los levitas, a quienes se les encomendaba el servicio general en el tabernáculo, y a los hijos de Aarón quienes tenían en exclusiva los sacrificios, las ofrendas y las expiaciones, y el acceso al lugar santísimo.
Dios ha establecido un orden para todas las cosas, de manera que en toda su creación, el ecosistema con su flora y fauna; los cielos y las aguas, con sus ciclos y estaciones, obedecen a su Creador, según la función que les ha dado a cumplir.
Pero el hombre es muy tozudo en su orgullo y le cuesta ceñirse a lo establecido.
Hubo un rey en Judá, llamado Uzías, que gozó del favor de Dios por cuanto, en su reinado, obró de acuerdo a la voluntad de Dios.
Pero cierto día se enorgulleció de sí mismo, a causa de haber visto la mano de Dios tras cada una de las victorias y éxitos obtenidos. Y no se le ocurrió otra cosa que ocuparse él mismo de quemar incienso en el altar, cosa que sólo podían hacer los levitas hijos de Aarón.
A ésto, el sumo sacerdote, Azarías, le tuvo que reprender, diciendo: "no te corresponde a ti, oh Uzías, quemar el incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón".
El rey no quiso escuchar ni aceptar la reprensión, sino aún se violentó en contra de los sacerdotes y, en consecuencia, Dios le mandó la lepra, acabando sus días con la enfermedad y echado afuera de la ciudad a causa de ella.
A veces lo queremos hacer todo y pensamos que esto es síntoma de mejor servicio a Dios o de mayor espiritualidad, lo cierto es que extralimitarnos en nuestras funciones lo único que denota es soberbia y desprecio hacia la valía de los demás en hacer las funciones que les pertocan.
Esto estaba aconteciendo a los hermanos de la iglesia en Roma que, siendo una congregación mixta de creyentes judíos y gentiles, algunos se tenían por mayor derecho de voz y de funciones en la iglesia que otros. Pablo les reconvino:
"Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros."
Romanos 12:3-5
Pero también de entre nosotros hay quienes no es que nos excedamos en nuestras funciones, sino que directamente no queremos hacer nada y, en su lugar, andamos entremetiéndonos en lo que hacen los demás, no por aportar ayuda, sino por criticar qué y cómo lo hacen.
Esto llegó a acontecer entre los hermanos de Tesalónica. Los cuales estaban tan convencidos de la inminente segunda venida del Señor, que dejaron de ocuparse de sus obligaciones diarias de manera que no hacían nada más que merodear entre la congregación y tomar del pan que los hermanos habían conseguido con sus trabajos. Así que Pablo les dedicó una buena reprimenda para que dejaran de holgazanear, de aprovecharse y de cotillear sobre el trabajo de los demás.
"Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan."
2 Tesalonicenses 3:11-12
Pero peor aún es cuando nos extralimitamos de tal manera en nuestras funciones, que pretendemos hacer aquello que sólo puede hacer el Espíritu Santo, que es convencer al mundo de pecado.
Cosa que ya la dejó clara el Señor Jesucristo a sus discípulos momentos antes de ser entregado para Su sacrificio.
"Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado."
Juan 16:7-11
Y cuando decidimos no perdonar a alguien por algún agravio cometido contra nosotros, esto también supone una grave extralimitación en nuestras funciones, porque la falta de perdón implica aplicación de condena, y esto solo lo puede hacer un juez.
Y nosotros no hemos sido llamados para ser jueces sobre la tierra, por lo menos no hasta que seamos llevados con el Señor, para juzgar juntamente con Él, cuando establezca Su reino sobre todas las naciones de la tierra.
Nuestra función es la de mostrar la luz de Cristo al mundo y esta luz conlleva el amor de Dios, Su misericordia y Su compasión, por tal de que todos podamos proceder a arrepentimiento, para la salvación de las almas.
Y en cuanto al juicio, esto es de Dios, asimismo como Su venganza:
"No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
Romanos 12:19-20
Hoy va siendo el día en que debemos examinarnos seriamente, planteándonos qué labor estamos haciendo en el cuerpo de Cristo y hacia el mundo, y si la estamos ejerciendo según el orden establecido, cada cual en su función.
Y si nos llegara algún hermano como Azarías, que nos tenga que reprender alguna actitud nuestra desordenada, no seamos como Uzías, sino tomémonos con calma su consideración y aceptémosla humildemente, por el bien común en la iglesia y para la gloria de Dios.
Tomemos este consejo de Pablo como puntilla de reflexión:
"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís."
Colosenses 3:23-24
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