Eleazar engendró a Finees, Finees engendró a Abisúa,
1 Crónicas 6:4
Eleazar era el tercero de los cuatro hijos que tuvo Aarón. Los dos primeros eran Nadab y Abiú, quienes fueron consumidos por el fuego del juicio de Dios, por haber ofrecido fuego extraño en el tabernáculo.
Los dos mayores no quisieron atender a la solemnidad, la obediencia y la santidad que se requerían para llevar a cabo su recién estrenada labor sacerdotal.
Pero Eleazar sí tomó el testigo y demostró haberse estado preparando muy bien para suplir el sumo sacerdocio en sucesión de Aarón, su padre.
Y de igual manera que Aarón instruyó a Eleazar, así hizo Eleazar con Finees, su hijo, quien también dedicó esfuerzo, celo y dedicación, como sus predecesores.
De Eleazar y de Finees, su hijo, podemos leer el buen legado en el sacerdocio que recibieron de Aarón, el primer sumo sacerdote, por nombramiento Divino, y del cual supieron dar continuidad en buena talla de integridad, celo y dedicación a Dios.
De Abisúa, en cambio,no se registra más que su nombre, en constancia de su participación en la sucesión sacerdotal.
Se nota, pues, el buen trabajo que hicieron Aarón y Eleazar en la instrucción y la formación de sus hijos, por el buen legado en la obra de Dios.
Y aunque estos casos destacan durante la lectura Bíblica, por su notoriedad, como excepción ante la tendencia al desvío del pueblo de Dios en su desobediencia, no debiera de haber destacado, por cuanto ésta debía de haber sido la disposición general de todos en Israel, como indica el mandamiento:
"Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas."
Deuteronomio 6:4-9
Porque la integridad de la persona empieza por sus pensamientos. De manera que existe una relación directamente proporcional entre la calidad devocional para con Dios y la santificación de la persona.
Pero la santificación es una acción personal e intransferible. Porque aunque los hijos son santificados por los padres, mientras estos son pequeños, conforme crecen va viéndose necesaria en su formación una base sólida constituída en la Palabra de Dios y reforzada con el ejemplo práctico de sus progenitores, de quienes heredarán el legado del buen hacer, apropiándoselo, para delegarlo después a sus hijos.
Y así se lanza el proverbio emblema de todo padre y madre cristianos, el cual dice:
"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él."
Proverbios 22:6
Es de obligado cumplimiento la labor instructiva en la Palabra de Dios en los hogares cristianos, de padres a hijos, y no sólo en la teoría de la lectura Bíblica, sino también en la práctica de la fe durante el diario vivir.
Tomando el ejemplo del buen legado que dejó Aarón en Eleazar y en Finees, busquemos que ya sea que miremos a nuestros hijos biológicos o espirituales, podamos regocijarnos tal como hizo Juan:
"No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad."
3 Juan 1:4
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