lunes, 18 de abril de 2022

CONSAGRACIÓN Y EJEMPLO DE SANTIDAD, 1 Cronicas 6:1-3

CONSAGRACIÓN Y EJEMPLO DE SANTIDAD, 1 Crónicas 6:1-3

Los hijos de Leví: Gersón, Coat y Merari. Los hijos de Coat: Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Amram: Aarón, Moisés y María. Los hijos de Aarón: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.
1 Crónicas 6:1-3

Después de haber leído sobre los hijos de Rubén, Gad y Manasés, proseguimos por el registro de los hijos de Leví.

Leví era el tercer hijo varón de los doce nacidos a Jacob, el cual es Israel. Aunque en los anales de la historia Judá, a pesar de ser menor, constará como el mayor entre todos los hermanos.

Pues Leví no solamente perdió el derecho a la primogenitura, sino que por su atroz acto cometido contra Siquem, juntamente con Simeón, tomándose la justicia por su mano, dejó también de ser ejemplo como para sustentar el peso de hermano mayor.

No obstante la gracia de Dios bendijo a esta tribu en tiempos de la esclavitud, permitiendo que dos Levitas marcaran el sentido de la dirección y de la santificación del pueblo de Dios, para siempre, en Israel.

Nos referimos a Moisés y Aarón, el uno escogido por Dios para apacentar al pueblo en el desierto y el otro puesto por sumo sacerdote él y su descendencia, por su arrepentimiento y lealtad expresados tras el fatídico momento en que el pueblo mandó hacerse un becerro de oro y adorarlo como su dios.

Y aunque los hijos directos de Aarón tenían por derecho el oficio del sumo sacerdocio, porque así lo estableció Dios, eso no les daba carta blanca ante el cumplimiento de las instrucciones, sino una mayor responsabilidad, por cuanto venían a ser de mediación y ejemplo al pueblo de Dios.

Y para ejemplo de obediencia y santificación sirvieron Nadab y Abiú, hijos de Aarón, y no precisamente por su buena conducta.

Pues, durante el servicio inaugural del Tabernáculo y llevados por la emoción del momento, no tuvieron para nada en cuenta el modo y la forma en que podían acceder a él y presentar ofrendas.

Entraron pues, irreverentemente y quemaron inciensos no permitidos para ofrecerlos a Dios. Por consiguiente, el juicio de Dios cayó sobre ellos.

"Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová."
Levítico 10:1-2

Suceso que sirvió para que, desde el momento en adelante, a nadie más se le ocurriera tomarse el sacerdocio a la ligera ni  profanar el santo lugar con ofrendas inmundas.

Y una ofrenda inmunda no es que fuera un ofrecimiento necesariamente sucio o indigno a ojos de los hombres, ni siquiera a ojos de los mismos sacerdotes, sino toda aquella ofrenda dada extralimitando la ley o con un corazón disconforme a la solemnidad de la acción.

Y tan importante era la sintonía entre el corazón y la acción de quien presentaba ofrenda a Dios en el templo, que el Señor Jesucristo hizo especial inciso en ello:

"Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda."
Mateo 5:23-24

Como dice el autor de la carta a los Hebreos, el Señor es el mismo ayer, y hoy y por los siglos.

Bajo esta premisa podemos ver cómo se asemeja la tribu de Leví a cualquier miembro de la iglesia de Jesucristo, que por la fe, como Aarón, hemos sido hechos receptores de la gracia de Dios en Cristo Jesús, y puestos en el mundo por real sacerdocio, por testimonio de consagración a Él y por ejemplo de santidad.

Asimismo lo puntualizó, también, el Señor Jesucristo durante la presentación del reino dada en lo que conocemos como el Sermón del Monte, donde con el anuncio adjuntaba toda la serie de aclaraciones con respecto al correcto uso de los mandamientos y a la necesidad de que cada quien que deseara ser parte del reino debía mostrar una mayor justicia que los representantes, eruditos e intérpretes de la ley.

"Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos."
Mateo 5:20

Y es que mayor que la ley es la gracia, no debemos conformarnos con cumplir con una apariencia de piedad sino que nuestra vida ha de ir, conforme a la gracia que nos ha sido dada en Cristo Jesús, hacia la perfección de la estatura de Cristo.

Porque la salvación no se obtiene por la ley sino por medio de la fe. Pero esta salvación que es por fe no se obtiene con decir "yo creo, pero a mi manera", porque de esta manera no conseguimos parecernos a Cristo, sino más bien acabamos siendo como Nadab y Abiú, ofreciendo fuego extraño.

Hoy es día de ofrecer el mejor sacrificio de alabanza a nuestro Padre celestial, que es nuestro testimonio de consagración y de santidad en Cristo, con corazón sincero.

"Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios."
Hebreos 13:15-16

















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