miércoles, 26 de enero de 2022

LA TÁCTICA DEL MIEDO, Nehemías 6:10-14.

LA TÁCTICA DEL MIEDO, Nehemías 6:10-14

Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré. Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado. Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de Noadías profetisa, y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo.
Nehemías 6:10-14

El panorama es el siguiente: Que viendo Sanbalat que los muros en Jerusalén ya estaban levantados, trató de atraer a Nehemías varias veces por carta para matarlo o, cuánto menos, hacerle desistir de que continuara con su cometido.

No lo consiguió, sino que aún se evidenció la firmeza y la serenidad de Nehemías, ante sus provocaciones y calumnias.

Y es que los hombres de Sanbalat venían a su encuentro desde las afueras de la ciudad. Así que su plan, esta vez, iba a ser otro.

Un hombre confinado voluntariamente, en su propia casa en Jerusalén, el cual era un profeta, llamaría la atención de Nehemías e iría a visitarlo.

El profeta, no venido de afuera de la ciudad sino que habitante entre los suyos, alertaría sobre un inminente ataque contra la vida del gobernador, en su propia casa, esa misma noche.

La familiaridad del anunciante, la cercanía del peligro anunciado y la inmediatez en que éste se afirma que va a acontecer son las claves para generar el miedo suficiente a un hombre como para hacerle cambiar su hábito de vida y su poder de decisión.

Pues el peligro ya no se anunciaba de puertas para afuera, sino que supuestamente se encontraba ya dentro de su territorio.

Pero Dios, una vez más, se usa de Nehemías para hacernos mirar en el espejo de la autoconfrontación por la palabra recibida.

Porque este hombre de Dios ni con estas se amedrentaba. ¿Cómo llegó a la conclusión de que el anuncio era un engaño?

Nehemías no permitió que el miedo se adueñase de su ser porque razonó lo que había escuchado, y no le halló sentido.

Él era laico, por lo que de haber entrado al templo, sin permiso de Dios y sin orden expresa del sumo sacerdote, esa sí que suponía una amenaza firme de que pudiera perder su vida.

Además, su fe le indicaba que Dios, que le envió, no le iba a abandonar ahora a su suerte y, mucho menos, dentro de la ciudad a la que se le permitió volver y gobernar, para restaurar sus muros.

Finalmente en su razonamiento se dio cuenta que un profeta de Dios no anuncia incongruencias, llegando así a aislar el engaño.

(De no haberlo razonado, parecía muy buena idea encerrarse en el templo, lo que venía a suponer buscar refugio en el lugar más seguro de Jerusalén. Acto con el que, en realidad, habría firmado su propia sentencia de muerte.)

Y es que, cuando el miedo se hace presente en el que gobierna, es cuestión de minutos para que se propague por toda la ciudad, en forma de histeria colectiva.

¿Se imaginan a un Nehemías empavorizado, encerrándose en el templo a cal y canto, alarmando con su actitud sobre la presencia de un posible sicario de Sanbalat entre el pueblo?

Del mismo miedo, se habrían acabado confinando como Semaías, huyendo como los de Ben-adad en tiempos de Eliseo o peor aún, matándose los unos a los otros, como los Madianitas a causa de los trescientos de Gedeón.

Y como el miedo produce incredulidad, y la incredulidad, que es la carencia de fe, es la sentencia de muerte al que la tiene, (por cuanto sin fe es imposible agradar a Dios), viene a ser obligación moral y existencial de cada creyente, que éste razone toda cosa escuchada, le busque el sentido y la examine a la luz de las Escrituras, por si es que la misma palabra de Dios nos indicara una cosa diferente.

La cobardía provoca el embotamiento del buen criterio en el hombre, la debilidad, las desconfianzas, los celos y la confusión.

Sobre este punto enfatizó Pablo a Timoteo en su segunda carta, la de su despedida, porque iba a serle de vital necesidad, para llevar a cabo su labor ministerial.

"Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio."
2 Timoteo 1:7

Porque la fe no es guiada por la insensatez sino que, por la razón, venimos a la perfección en conocimiento y reconocimiento de Cristo y en la vida de todo creyente. Por tanto, no permitamos que el miedo nos ciegue el entendimiento.

"En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor."
1 Juan 4:18


















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