jueves, 27 de enero de 2022

EL MILAGRO DE LA RESTAURACIÓN, Nehemías 6:15-16

EL MILAGRO DE LA RESTAURACIÓN, Nehemías 6:15-16

Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra.
Nehemías 6:15-16

Contra todo pronóstico humano, a los enemigos no les quedó otra que plasmar en sus retinas la milagrosa restauración de los muros de Jerusalén en tan sólo cincuenta y dos días.

Porque en esta obra, aunque la disposición venía por parte del remanente, la ejecución se dió por mano del Todopoderoso Dios vivo y verdadero, quien ya lo anunciara, a través de los profetas, antes incluso de la deportación a Babilonia:

" En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová."

"Porque Jehová restaurará la gloria de Jacob como la gloria de Israel; porque saqueadores los saquearon, y estropearon sus mugrones."

Nahúm 2:2 y Sofonías 3:20

Dicho y hecho, y ninguno de entre los adversarios pudo negar que sólo por Dios es que se hizo posible esta restauración.

Nadie, nadie pudo imaginar que, pasado más de un siglo de que se destruyera una nación y se dispersaran sus gentes, de un remanente, se restaurara de nuevo una ciudad, una cultura, una identidad y una fe, permanecidas a lo largo de la distancia y del tiempo.

Porque cuando la identidad viene de lo Alto no es el hombre el que permanece sino que, a pesar de sus extravíos, Dios traza fielmente Su plan establecido, haciendo permanecer a su pueblo, permitiendo sus caídas y restaurándolo según Su propósito.

No era nuevo que Dios rescatara al hombre del desahucio en sus pecados y miserias, manifestando en su vida el milagro de la restauración.

Porque en esto consiste el plan de Dios para con la humanidad, que si por el pecado de un sólo hombre entró la muerte en el mundo, por la justicia de uno, vendría la restauración para vida eterna.

Este Uno es el Señor Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios dado por amor al mundo, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino tenga vida eterna.

Por la obra consumada de Cristo en la cruz del Calvario y en Su resurrección al tercer día, es dado el mensaje de la salvación al mundo a través de Su iglesia.

La buena noticia de la reconciliación es escuchada por el pecador que, creyendo y siendo golpeado en su conciencia, se arrepiente y reconoce a Jesús como su Señor y Salvador.

Aquí es donde se da el mayor milagro, el más importante de Dios hacia el hombre, que es el milagro de la vida eterna, del perdón y de su restauración hacia la perfección de Cristo, en una nueva identidad en Él.

El milagro de la restauración por el Espíritu Santo en la persona, es tan evidente que les es imposible, a quienes atestiguan de su pasada forma de vivir, no darse cuenta de que sólo por Dios se ha podido ejecutar esta obra.

Quizá nos toca hacer un ejercicio de memoria para recordar las ruinas de nuestra pasada vida pecaminosa.

Porque nos sobran los tiempos de ocio y nos faltan los rostros postrados y los corazones abiertos en canal, a nuestro Padre celestial y a nuestro Señor Jesucristo en gratitud eterna y alabanzas, por el regalo de la vida.

Nos asiremos del recordatorio que sugirió Pablo a Tito, para toda la congregación:

"Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna."
Tito 3:3-7

















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