martes, 23 de agosto de 2022

PROCESO DE LIMPIEZA, 2 Crónicas 4:6

PROCESO DE LIMPIEZA, 2 Crónicas 4:6

Hizo también diez fuentes, y puso cinco a la derecha y cinco a la izquierda, para lavar y limpiar en ellas lo que se ofrecía en holocausto; pero el mar era para que los sacerdotes se lavaran en él.
2 Crónicas 4:6

Después del mar de fundición, el cronista continúa presentando las diez fuentes laterales.

Este tipo de mobiliario no existía en el modelo del tabernáculo de Moisés, sino que es una añadidura a esta nueva construcción.

El autor omite todos los detalles en cuanto a diseño, dimensiones y decoración, que podemos leer en el séptimo capítulo del primer libro de Reyes. Dándole la relevancia a su función práctica, independientemente de su aspecto.

Estas diez fuentes estaban destinadas exclusivamente a la limpieza de los utensilios utilizados en los sacrificios, mientras que el mar de fundición era para el uso exclusivo de los sacerdotes.

Desde que pecó Adán, el hombre, por su naturaleza, nace con la tendencia instintiva al pecado. Y es que, inevitablemente, Adán y Eva se vieron repelidos de la santa presencia de Dios, siendo que en Él no hay cabida al más mínimo pecado.

Pero Dios, que es amor, estableció un modo práctico de que el hombre pudiera acercarse a Él sin que este debiera de morir, a causa de su pecado, porque la paga del pecado es la muerte, facilitando una relación con Él en vistas del cumplimiento de Su plan de rescate, donde se dará la reconciliación firme de Dios para con el hombre, por medio del Mesías prometido.

Este pacto relacional por medio de sacrificios animales se conoce como el Antiguo Pacto. El cual es un pacto en el que, aunque primaba la fe en la promesa del Redentor que había de venir, para la salvación del hombre, era necesario cumplir con una serie de requisitos básicos, que conocemos como la ley ceremonial, directamente ligada a la ley moral. Por cuanto al hombre, en su naturaleza caída le es imposible cumplir completamente con el estándar de moralidad exigido por Dios, a causa de su pecado.

Pero en otra muestra de Su inconmensurable amor y misericordia, Dios establece un Nuevo Pacto enviando a Su Hijo, como este Mesías que da el cumplimiento del plan de salvación al hombre.

Y es así cuando Dios, en la persona del Hijo, se despoja de Su gloria para tomar naturaleza humana, aunque sin pecado, por cuanto sigue siendo Dios, mas ahora también es hombre.

Un hombre perfecto que viene a constituirse a Sí mismo como el Cordero del sacrificio, para la redención, y el Sumo Sacerdote, en mediación entre Dios y los hombres.

Para que, por medio de la fe en Él y por Él, seamos reconciliados por completo con nuestro Creador, así como lo fue Adán antes de su caída, y aún mejor, por cuanto es Dios mismo dándonos Su vida en Cristo y formando Su santa y perfecta identidad en nosotros por el Espíritu Santo.

Y para que esta identidad de Cristo se evidencie en cada creyente es necesario que, habiendo recibido el Espíritu Santo, éste se despoje de su antigua manera de vivir, en lo que concierne a su naturaleza humana caída, para su renovación en su nueva naturaleza adquirida en Cristo, la cual es espiritual, Divina y eterna, en virtud de la Deidad de quien pone Su vida por aquel que en Él cree, el Señor Jesucristo.

Y para que el proceso de renovación se dé de la mejor manera, Pablo instruye de este modo a los creyentes de Éfeso, en cómo encaminarse en el día a día:

"En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad."
Efesios 4:22-24

El Espíritu Santo va limpiando cada área de nuestra vida, santificándonos conforme a la identidad en Cristo. Limpieza directamente ligada al nivel de sometimiento de nuestra carne a la voluntad de Dios. No como lavamiento para salvación del propio creyente, pues ya somos salvos por medio de la fe, sino para testimonio y fruto evidencial al mundo, para la salvación de quienes aún han de creer.

Todo cristiano verdadero, sí o sí, va a acabar siendo perfeccionado en Él, aunque cada cual en mayor o menor dificultad, dependiendo de cuán dispuesto esté a desarraigarse de su pasada manera de vivir.

¿Se imaginan que los mismos sacerdotes que se lavaban en el mar de fundición dejaran todos los utensilios sin lavar? No habría cabida para ellos dentro del templo.

Del mismo modo tampoco hay cabida para lo carnal en lo espiritual. Por lo que nuestro viejo utillaje tiene que ser renovado para que en nosotros, los creyentes, que hemos sido hechos templo de Dios por el Espíritu Santo, sean puestos los utensilios limpios y dignos del testimonio del perfecto sacrificio de Cristo, para la salvación del hombre.

Podemos entender que nuestras obras son como esos utensilios que han de ser lavados en las fuentes, antes y después del sacrificio, para que la ofrenda sea acepta a ojos de Dios. De modo que si no obramos en consonancia con la nueva vida en Cristo, ¿qué fruto podemos obtener de nuestras obras?

En este aspecto fue muy claro Santiago, también llamado Jacobo, el hermano de Jesús, tocante a que la fe sin obras está muerta, al carecer del fruto que la evidencia.

"Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan."
Santiago 2:18-19

Hoy es día de revisar el utillaje de nuestro diario vivir, y lavarlo bien con la Palabra y en sometimiento a la voluntad de Dios en el Espíritu Santo, para que el fruto de la obra que hagamos con éste lleve grabado en mayúsculas el nombre de Cristo.





















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