Entonces Hiram rey de Tiro respondió por escrito que envió a Salomón: porque Jehová amó a su pueblo, te ha puesto por rey sobre ellos. Además decía Hiram: Bendito sea Jehová el Dios de Israel, que hizo los cielos y la tierra, y que dio al rey David un hijo sabio, entendido, cuerdo y prudente, que edifique casa a Jehová, y casa para su reino.
2 Crónicas 2:11-12
En respuesta de la petición de Salomón, el rey de Tiro abrirá boca celebrando la elección de Dios de haberlo puesto en el trono y seguidamente se explayará en bendiciones a Dios, animado por la buena actitud de su siervo Salomón.
Y es que Hiram vio, en la actitud de Salomón, cuatro cualidades que lo dirigían a glorificar a Dios: sabiduría, entendimiento, cordura y prudencia.
Estas cuatro facultades hacían de Salomón un hombre comedido, no dejado llevar por sus impulsos pasionales, sino atemperado en el temor de Dios, de modo que su actuación fuera causa de admiración no a él, sino a Aquel que lo puso en el trono.
Y es que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, como diría el salmista y el propio rey Salomón. Virtud que desencadena las otras tres capacidades, entre sinónimas y complementarias, y que encaminan al hombre en Su santa y perfecta voluntad.
El propósito de toda la creación de Dios es la de glorificarlo con su mera existencia. Los cielos y la tierra exaltan a Dios y se sujetan a un orden y a unos ritmos establecidos por su Creador, así como todos los cuerpos celestes y todas las criaturas en tierra y mar.
El hombre debiera de hacer lo mismo, ya que es, de todas las criaturas de Dios, su creación más preciada por haber sido hecho a Su imagen y semejanza.
"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó."
Génesis 1:26-27
Adán fue puesto como señor sobre el resto de las criaturas, pero no supo dar la talla y pecó contra Dios, perdiendo el dominio que Dios le dio sobre la tierra y quedando expulsado de Su santa y gloriosa presencia a causa del pecado.
El pecado incapacita al hombre para buscar a Dios y lo desvía hacia su autodestrucción. Es por eso que es la única criatura en toda la tierra incapaz de adorar a Dios y obedecer Su ley por cuenta propia.
Pero Dios, en Su inconmensurable amor y misericordia, nos dio a Su Hijo en pago por el pecado, para que por medio de Cristo todos podamos ser salvos por medio de la fe en Él.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
Juan 3:16
Y además de venir para entregar Su vida por nosotros, habiéndose hecho hombre, Dios se reveló de la forma más clara posible a toda la humanidad, poniéndose a Sí mismo como ejemplo de vida, en virtud de siervo de Dios, sujetado en todo a la voluntad del Padre celestial.
Jesús es la exégesis de Dios al hombre, esto es, la clara definición de la Deidad expresada en forma humana. Además, supone también el ejemplo de cómo fuera Adán hasta antes de su pecado.
He aquí la invitación de Dios al hombre en el Señor Jesucristo:
"Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."
Mateo 11:27-30
Todo creyente en el Señor Jesucristo es perdonado y regenerado a una nueva vida en Él, por medio del bautismo y la morada del Espíritu Santo, hacia un nuevo hombre, a la imagen y semejanza de Dios, ya libre del pecado y de la muerte.
Y es el Espíritu Santo el que, desde el primer momento del nuevo nacimiento, se encargará de ir forjando a la persona según el carácter de Cristo, conforme a la voluntad de Dios y para Su gloria y honra.
Así, pues, por cuanto Cristo es la exégesis de Dios al hombre, todo cristiano es llevado también a serlo, en Cristo Jesús, conforme deja que el Espíritu Santo vaya revelando Su carácter por medio del fruto.
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."
Gálatas 5:22-23
Por lo que cada creyente que es encaminado por el Espíritu muestra Su fruto, el amor, que deriva en una serie de cualidades complementarias que lo encaminan en Su santa y perfecta voluntad, la cual es mostrar a Cristo y su evangelio de salvación.
Ya lo dijo el apostol Pablo a los Corintios, que cada cristiano actuamos como cartas conocidas y leídas por todos, en cuanto a nuestro testimonio de salvación al mundo según la práctica de nuestra fe en el diario vivir.
"Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón."
2 Corintios 3:2-3
Hoy es día de preguntarnos: ¿Cómo estoy yo actuando en la vida para que Cristo sea glorificado por los que me miran? ¿Escriben, mis pasos, unas letras de salvación a todo aquel que me lee, cual a carta expedida por Cristo, o son letras borrosas no guiadas por el Espíritu?
Sirvámonos de este consejo de Pablo, para que nuestra forma de vivir suponga un motivo de alabanza, provocando en los demás las ganas de buscar a Cristo y de glorificar Su santo nombre.
"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís."
Colosenses 3:23-24
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