Hizo además un altar de bronce de veinte codos de longitud, veinte codos de anchura, y diez codos de altura.
2 Crónicas 4:1
Iniciamos la reflexión del capítulo cuarto de este segundo libro de Crónicas leyendo sobre la descripción del mobiliario del templo.
En este caso, el cronista nos presenta el primer elemento que preside la entrada al atrio, que es el altar de bronce.
Las dimensiones del altar impresionan más si las leemos en traducciones Bíblicas más actuales, las cuales recogen la conversión de su medida de codos a metros.
Así que podemos leer en traducciones como la Nueva Versión Internacional, las imponentes dimensiones del altar.
"Salomón hizo un altar de bronce que medía nueve metros de largo por nueve de ancho y cuatro metros y medio de alto."
Tamaño objeto, destacable en su volumen y puesto en primer lugar en el acceso a las instalaciones del templo, reclamaba el requisito del sacrificio a todo visitante, ya fuera como ofrenda o para expiación.
Y es que desde que Adán pecara ya no había forma de acercarse a Dios sin haber un sacrificio de por medio, el cual pagara, aunque fuera de forma momentánea, la ira de Dios contra el pecado de quien a Él se presentaba.
Porque la paga del pecado es la muerte, nadie puede presentarse delante de Dios sin saldar el pago.
Entonces el animal sacrificado satisfacía la ira de Dios en el momento del sacrificio.
Durante el Antiguo Pacto existían varios tipos de sacrificios, desde el holocausto hasta las ofrendas de paz, por el pecado o expiatorias.
Cada vez que se acudía al templo era imprescindible ofrecer un sacrificio.
Cuando se trataba de una ofrenda por algún pecado concreto, este sacrificio sólo convalidaba el perdón en el momento y para ese pecado en cuestión.
Luego había un sacrificio que era presentado por el sumo sacerdote, anualmente, el cual comprendía la expiación de todo el pecado del pueblo en el transcurso del año.
Esto debía hacerlo, en exclusiva, el sumo sacerdote, no sin antes presentar un sacrificio previo por sus propios pecados, o de lo contrario moriría fulminantemente tan pronto accediera al Lugar Santísimo.
Porque no hay nadie libre de pecado, como dice la Escritura:
"Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque."
Eclesiastés 7:20
Pero Dios en Su misericordia nos ha provisto del Hijo, el Señor Jesucristo, para constituir, con la entrega de su propia vida, el perfecto sacrificio y de valor perpetuo, en la cruz del Calvario.
Jesús, siendo Dios, se limitó viniendo a adquirir la forma humana y, en Su perfecta humanidad, por cuanto siendo Dios nunca peca, vino a ser el perfecto pago, con su muerte, por el pecado, no sólo de una persona y por un tiempo concreto, sino perpetuamente y por el de toda la humanidad.
Este hombre perfecto y eterno, por Su Divinidad, satisfizo el pago sufriendo en Su propia carne y derramando hasta la última gota de Su sangre, toda la ira de Dios contra el pecado, dejando que todo su peso recayera sobre la cabeza de Su Hijo.
"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él."
2 Corintios 5:21
La cruz rompió con la ley ceremonial en un Nuevo Pacto. Siendo que toda ella dirigía a Cristo, cumpliéndose en Él y ejecutándose Su justicia. No por medio de obras que pueda hacer el hombre, sino por la fe depositada en el Señor Jesucristo y en su obra salvífica en la cruz del Calvario, del modo en que el pueblo de Dios depositaba su fe en los sacrificios en el imponente altar de bronce, construído por Salomón.
Y así es como lo recordaba Pablo a los Efesios, en una carta instructiva a modo de discipulado, en preparación de la práctica de la fe cristiana individual y como iglesia, en su diario vivir.
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe."
Efesios 2:8-9
¡Qué grandísimo alivio tenemos en el Señor Jesucristo! Que mereciendo la muerte por nuestro pecado, Él nos justifica poniendo Su vida por nosotros, para ser hechos aceptos delante de Dios por medio de la fe.
Así que es por medio del sacrificio de Jesús que recibimos la redención, siendo pasados de muerte a vida y adoptados como hijos de Dios, en Cristo Jesús.
Jesús es el Único medio por el que acercarnos a Dios y no hay otro modo de hacerlo.
Él mismo lo dejó bien claro delante de los suyos, diciendo:
"Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí."
Juan 14:6
Y así lo transmitía Juan el Bautista a sus discípulos, que en cierto modo se quejaban, porque estando Jesús, las personas dejaban de escuchar a Juan y se iban a Él para ser bautizados.
"El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."
Juan 3:36
Existen muchas religiones que tratan de acercarse a Dios negando al Hijo, pero también y más lamentable es hacerse llamar cristiano, negándolo como Único Mediador y Salvador, y poniendo a otros en su altar de adoración, así como pudiera ser María o algún apostol, o incluso un familiar fallecido.
Pero al cristiano no lo hace su nombre, sino la presencia de Cristo en su vida y el Espíritu Santo morando en él, llevándole a un cada vez más marcado carácter de Cristo.
Hoy es día de celebrar nuestra vida en Cristo y la plenitud de las riquezas eternas que tenemos en Él.
Y si por si acaso el desánimo nos trata de infundir pensamientos negativos y engañosos para que no levantemos Su nombre en alto, sirvámonos de este valioso apunte de Pablo, viviendo siempre presentes en la plenitud de Cristo.
"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad."
Colosenses 2:9-10
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