sábado, 3 de septiembre de 2022

LA OBRA COMPLETA, 2 Crónicas 5:2-5

LA OBRA COMPLETA, 2 Crónicas 5:2-5

Entonces Salomón reunió en Jerusalem a los ancianos de Israel, y todos los príncipes de las tribus, los jefes de las familias de los hijos de Israel, para que trajesen el arca del pacto de Jehová de la ciudad de David, que es Sión. Y se congregaron con el rey todos los varones de Israel, para la fiesta solemne del mes séptimo. Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel, y los Levitas tomaron el arca: Y llevaron el arca, y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo: los sacerdotes y los Levitas los llevaron.
2 Crónicas 5:2-5

Ya estaba toda la obra concluída: columnas y paredes de bronce y oro, con su mobiliario y utensilios nuevos. Todo hecho con piedras labradas en cantera, maderas nobles y metales preciosos.

Pero le faltaba lo más importante y el motivo por el cual había sido levantado el templo: el arca del pacto.

Se dispusieron a trasladarla, pues, desde la casa de David y hasta el templo, para hacer habitar en su interior la gloria de Dios.

La fiesta solemne del séptimo mes era la de los tabernáculos. En esta fiesta se conmemoraba la salida de Egipto y el tiempo en que Dios los hizo acampar en el desierto alrededor del tabernaculo de reunión, que es donde Él hacía habitar la nube de Su gloria.

La gloria de Dios y Su santa presencia son tales que nada ni nadie puede contenerlas. Pero Dios se quiso revelar al hombre y se nos presenta en la medida en que lo podamos soportar y entender, a causa de nuestras limitaciones.

Para ello se muestra a todo el mundo por medio de Su creación y, además, nos ha dejado Su palabra escrita para poder conocerlo de una forma más especial, plasmando en sus letras Su carácter, Su voluntad y Su obra.

Mediante Su palabra alcanzamos la vida, porque ella nos lleva a Cristo desde el inicio y hasta el último verso de las Escrituras.

Pero para ello es necesario aceptarla y reconocer Su cumplimiento en Jesús de Nazaret, Dios Hijo hecho carne y habitando entre nosotros, que con Su muerte y Su resurrección zanjó la condena con toda justicia, rompiendo en el hombre  la atadura del pecado y de la muerte por medio de Él.

Porque ya dicho de paso, Jesús cumplió con su primera venida la representación del tabernáculo de reunión en medio de Su pueblo. Igualmente, en el mismo modo en que el tabernáculo fue temporal pero el templo se construyó como un edificio permanente, el Señor volverá para reinar y habitar perpetuamente sobre toda la creación, con toda justicia y en toda Su gloria.

Mientras tanto Él habita en cada cual que en Él cree y lo reconoce como Señor y Salvador personal. Entonces Dios envía en cada creyente al Espíritu Santo, quien mora en nosotros regenerando nuestro ser y guiándonos a un cada vez más marcado carácter de Cristo, abriéndonos el entendimiento de Su palabra.

Jesús es la máxima expresión de Dios al hombre, siendo la revelación suya más ajustada al entendimiento humano. Por cuanto es Dios hecho hombre, toda la Deidad se adapta al hombre en todas sus limitaciones, pero sin pecado.

"A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer."
Juan 1:18.

En tiempos en que Jesús caminaba entre los hombres, la máxima autoridad religiosa en Israel era el sanedrín, compuesto por saduceos y fariseos en su mayoría, y que impartían la justicia y la representación del pueblo en toda cuestión política, social y religiosa.

El sanedrín y los escribas eran los mayores entendidos de las Escrituras y los que tenían su tutela y la potestad de enseñarla al pueblo.

Cuando Jesús mostró todo cumplimiento de la Palabra por medio de prodigios y señales claramente descritos por los profetas veterotestamentarios, el sanedrín no quiso reconocerlo.

Mandó pues a varios que lo investigaran con la única motivación de buscar por dónde desprestigiarlo para que el pueblo dejara de seguirle, y así no perder ellos el poder y la autoridad.

Podemos decir que todo este conjunto de eruditos era como el templo de Salomón, compuesto por lo mejorcito de los  materiales y esculpido por las mejores manos, pero le faltaba el arca.

El arca es el único elemento que hace que el resto del templo adquiera su razón de ser. De modo que todo lo que se hace por medio del altar, de las fuentes, en los candeleros, mesas o inciensarios no tiene ningún sentido si es que no hay arca a la que acceder por medio de ello.

No sería más que un despropósito, una vana religión y una pérdida de tiempo.

Cuando leemos en el Nuevo Testamento sobre los fariseos nos viene a la mente la imagen de malas personas que jamás consideraríamos como ejemplo a seguir. Pero la realidad en su marco social era totalmente diferente, siendo ellos la muestra de la santidad al pueblo y la representación práctica de su ley.

Para entenderlo, deberíamos imaginar que un fariseo podría ser tal como un reconocido predicador contemporáneo del cual seamos asiduos a escuchar y a tener en cuenta.

Llenos de conocimiento de las Escrituras mas no implicados con ellas, recibieron, pues, los fariseos, esta advertencia del Señor:

"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida."
Juan 5:39-40

Tan cierto como que el religioso que no considera a Cristo como el único medio de salvación personal es un templo sin arca, es que a todo aquel que cree en Jesús y lo reconoce como Salvador suyo, en arrepentimiento de sus pecados, le es dada ese arca a morar en él, que es el Espiritu Santo, haciéndolo así una obra completa en Cristo.

"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad."
Colosenses 2:9-10

La reflexión de hoy nos lleva al siguiente pensamiento: No importa cuán implicados estemos en la iglesia de Cristo si al fin y al cabo nuestra confianza la tenemos depositada en nuestro propio conocimiento, obras o prestigio.

Y si, por si acaso, nos hayamos acomodado en conformarnos como si hubiéramos alcanzado ya la perfección de la plenitud de Cristo por nuestro conocimiento escritural o religioso, hoy es día de considerarnos tal como Pablo a los Filipenses, con la mira puesta  hacia el arca de la salvación en Cristo y de la obra completa en Él.

"Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios."
Filipenses 3:13-15














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