domingo, 4 de septiembre de 2022

INNUMERABLES SACRIFICIOS, 2 Crónicas 5:6

INNUMERABLES SACRIFICIOS, 2 Crónicas 5:6

Y el rey Salomón, y toda la congregación de Israel que se había reunido con él delante del arca, sacrificaron ovejas y bueyes, que por ser tantos no se pudieron contar ni numerar.
2 Crónicas 5:6

El traslado del arca al templo se acompañó de innumerables sacrificios.

Anteriormente, el rey David también protagonizó el traslado del arca desde la casa de Obed Edom hasta el tabernáculo.

En este caso David acompañó la celebración del traslado con el sacrificio de siete carneros y de siete novillos, númera al cual entendemos como símbolo de la perfección, y que entendemos, desde nuestra cosmovisión actual, que estaba aludiendo al perfecto sacrificio que culminó el Señor Jesucristo en la cruz del Calvario.

En el caso del traslado del arca por parte de Salomón el número de sacrificios era incontable de tantos que se presentaron.

Antiguamente fueron necesarios innumerables sacrificios para poder acercarse a Dios.

Este sistema de sacrificios apuntaba a Cristo. El perfecto Redentor, quien venía a ser tanto el perfecto sacrificio, para la salvación del hombre, como el perfecto sumo sacerdote, en mediación de Dios para con él.

Desde que el primer hombre pecara le fue necesario un Redentor, por cuanto le es imposible salvarse a sí mismo de sus pecados, por su propia naturaleza corrompida desde la simiente de Adán.

Porque no hay justo ni aún uno, e igualmente recalca la Palabra de Dios que no hay ningún hombre en el mundo que haga el bien y nunca peque, Dios, en Su inconmensurable amor y misericordia, trazó un perfecto plan de salvación desde la eternidad para que, con toda justicia, el hombre pueda hallarse justificado delante de Dios.

Y mientras el pueblo de Dios era formado y tratado hasta el tiempo perfecto en que el Mesías naciera de una virgen y en cumplimiento de todas las circunstancias, conforme a lo anunciado en los Salmos y los profetas, el Justo y Santo Dios de amor y misericordia permitió que los hombres pudieran acercarse a Él o cuanto menos, hallar la expiación de sus pecados, a base de unos concretos sacrificios de animales, de modo que el inmolado venía a sufrir todo el peso de la ira de Dios sobre el pecado, quedando el hombre libre de tal paga. 

Porque la paga del pecado es la muerte, dice el Señor en Su palabra, y un Dios Justo y verdadero no podía pasar por alto Su propia justicia, servía el sacrificio animal como sombra del perfecto sacrificio que consumaría el Hijo de Dios en la cruz del Calvario.

Y con la consumación de este perfecto sacrificio, la justicia de Dios se manifestaba en Su gracia para el hombre por medio de la fe, dando fin a las obras de la ley, para su salvación por el perdón y la vida eterna en Cristo Jesús, Señor y Dios Todopoderoso.

"Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree."
Romanos 10:4

Libres, pues, en Cristo, de todo yugo del pecado y puestos en nueva vida como hijos de Dios por el Espíritu Santo que viene a morar en nosotros, todo creyente viene a constituir la iglesia de Cristo, la cual recibe, según el propósito de Dios, la labor principal de portar la luz de Cristo al mundo, para la salvación de las almas.

Pero puede suceder que un creyente inmaduro o ignorante del evangelio, y por ende, de la Palabra de Dios, se deje embaucar por aquellos pensamientos humanos que pretenden la salvación por méritos propios, por medio de las obras.

Esto estaba aconteciendo con unos creyentes judeo cristianos del primer siglo que, habiéndose convertido a Cristo durante el famoso Pentecostés inmediato a la ascensión del Señor a la diestra del Padre, se volvieron a sus lugares de origen, continuando sus vidas conforme a las tradiciones judías bajo el yugo de la ley de Moisés.

Por tal motivo les fue remitida una carta muy contundente y explícita hacia la perfección del sacrificio de Cristo y de su perpetuo Sumo Sacerdocio para con todo aquel que en Él cree.

"Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados."
Hebreos 10:11-14

Porque de entre ellos había quienes aún usaban de la práctica de sacrificios, según el judaísmo, mientras que otros creían que, a cada vez que caían en pecado, debían de nuevo acudir al sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario, como si su nuevo nacimiento en Cristo hubiera dejado de tener validez en cada caída.

De modo que el autor de la carta a los Hebreos apelaba a sus conciencias constantemente, para que su confianza fuera plena y exclusiva en el trono de la gracia de Dios, en Cristo Jesús, dejando atrás los viejos preceptos de la ley.

"Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió."
Hebreos 10:19-23

El evangelio de Jesucristo es bien claro en cuanto a que la salvación del hombre es por gracia, por medio de la fe en Él, y en cuanto a la seguridad de salvación en Él por cuanto Perfecto, Fiel y Verdadero es el que prometió, el mismo que dió a Su Hijo para que en Su vida, vivamos y en Su muerte, muramos al pecado cada día más, y hasta que lleguemos a la perfección del carácter de Cristo en cada uno de Sus hijos.

Pero hay que reconocer que, en nuestra debilidad humana, son muchas las veces que nos dejamos llevar por la carne, al no estar manteniendo una vida devocional minímamente activa en comunión con el Señor.

De entre todas estas veces, hay ocasiones que es tal o cuán grave la caída que nuestra propia vergüenza nos priva el retomar nuestra relación con el Padre, autoimpidiéndonos a nosotros mismos el perdón y la restauración en Cristo Jesús, pensándonos inmerecedores de ser perdonados.

Lo cierto es que ni en ese momento ni cuando fuimos perdonados la primera vez que conocimos a Cristo, hemos merecido algún favor de Dios que no fuera la propia muerte. Es por eso que la salvación es por gracia, no por obras, para que nadie se gloríe.

Por lo tanto nadie debe sentirse merecedor de ser salvo, asimismo nadie debe sentirse inmerecedor de ser perdonado (porque es Dios quien lo hace en Su santa y perfecta voluntad).

Así que, si hoy es uno de esos días en que la duda quiso hacer mella en nuestra conciencia a causa de aquel pecado que pensamos con mayor poder que la sangre de Cristo y que Su perfecto sacrificio, sea hoy el día de limpiar nuestros pensamientos y restaurar nuestra relación con el Padre, recordando que no es nuestro el derecho de ser perdonados, sino de Dios, en Cristo, la voluntad de hacerlo.

Hoy es día de tomar ánimo y confiar en la perfecta obra salvífica de Jesús en la cruz del Calvario.

Y por si llegáramos a sentirnos indignos y, por ende, desanimados a causa de nuestros errores delante de Aquel que nos salvó, recordemos la perfección de Su obra, teniendo en cuenta esta directa invitación:

"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
Hebreos 4:15-16





















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