Obró sagazmente, y esparció todos sus hijos por todas las tierras de Judá y de Benjamín, y por todas las ciudades fortificadas, y les dio provisiones en abundancia, y muchas mujeres.
2 Crónicas 11:23
Ultimamos el capítulo once referente a Roboam, en el que el cronista anota la dispersión planificada de sus hijos como un acto de sagacidad.
Y es que debemos recordar que el rey tuvo predilección por uno de sus hijos, para hacerle sucesor al trono, quien no era, como mandaba la ley, su primogénito.
También aconteció esto con anterioridad, ya que David dejó el trono a Salomón, teniendo más hijos que le precedían.
Esto provocó que cada cual se viera en derecho al trono, lo que acarreó disputas entre los hermanos, además del juicio de Dios, del cual Natán dio aviso: "jamás se apartará la espada de tu casa".
Sabiendo esto, he aquí su sagacidad, palabra que en otras versiones traducen como astucia, sabiduría o prudencia. Que teniendo en cuenta los acontecimientos del pasado, Roboam obrara en base a ello, impidiendo, en la medida de lo posible, no volver a caer en los errores de sus antecesores.
Hacer uso de memoria es una forma de aprendizaje experimental. Y por lo que experimentó su abuelo, aprendió el nieto a procurar bienes y dominios particulares para cada uno de sus hijos, y a distanciarlos entre sí.
Hay un pensamiento muy humano, que reza que desde que el mundo es mundo, no hay mejor enseñanza que la de los palos que da la vida.
Palos que bien sirven de correctivos a quienes los tienen en cuenta, o de piedras de tropiezo a los que no.
Y para que el pueblo de Dios no tropezara en el discurrir de su historia, el llamado a hacer memoria no le era consejo, sino mandato.
"Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo."
Deuteronomio 5:15
La memoria histórica ha sido una asignatura pendiente en el pueblo de Dios a lo largo de su existencia, y sus caídas recurrentes así lo indican.
Durante el transcurso de la lectura Bíblica la historia de Israel se torna un continuo bucle en el que distinguimos claramente su caída, su clamor y su rescate.
A veces pareciera que el pueblo de Dios se fuera a mantener en la bonanza para siempre, como cuando reinó Salomón. Pero aún en este caso fue el mismo rey el que evidenció que es inevitable que el hombre caiga, y que es necesario un Redentor.
Y el Redentor se hizo carne y habitó entre nosotros. Y como expresó Juan: "Vimos su gloria. Gloria que recibe del Padre como Hijo Único, lleno de gracia y verdad."
Muchos detectaron en Él al Mesías, pero mientras Jesús expresaba Su palabra libertadora, la necedad de ellos se hizo palpable al responder lo siguiente:
"Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?"
Juan 8:33
¿Cómo es posible olvidar su esclavitud en Egipto? ¿Es posible que olvidaran el exilio a Babilonia? ¿Y cómo conseguirían no recordar el crudo y largo periodo intertestamentario, del cual no se conoce profeta?
Prefirieron olvidar, desobedeciendo el mandato y cerrando los ojos delante de Dios, predicándoles en su propia cara.
Les acontecía lo que Salomón en uno de sus proverbios.
"Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad."
Proverbios 26:11
Llevado a la cruz, muerto, sepultado y resucitado, se cumplió el mensaje libertador: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres", para todo aquel que creyó, cree y creerá en Él, desde el principio y hasta el día en que volverá para tomar Su trono, en todo Su poder y Su gloria.
(Porque dicho sea de paso, aún los que vivieron bajo el Antiguo Pacto eran salvos por fe y no por obras, en donde la gracia de Dios se manifestaba en todo aquel que creyó en Su promesa.)
Ahora, los creyentes que conformamos la iglesia y el cuerpo de Cristo, del cual Él es cabeza, no estamos exentos de la memoria histórica plasmada en la palabra de Dios. Pues ella, aunque podemos pensar que nos queda muy lejos, sigue palpándose en la actualidad, no en tiempo, pero sí en forma. De modo que las experiencias pasadas nos proporcionan la enseñanza y la aplicación en nuestro diario vivir.
Debemos, pues, como sagazmente hizo Roboam, por la experiencia del pasado, tener nosotros también en cuenta toda la Escritura, y no solamente la neotestamentaria, como si lo demás no tuviera nada que ver con la iglesia y con nuestro diario caminar en Cristo.
Y tenemos exhortación a ello:
"Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza."
"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra."
Romanos 15:4 y 2 Timoteo 3:16-17
Asimismo, ¿cómo olvidar de dónde Dios nos rescató, haciéndonos aceptos por medio del Hijo?
Hoy es día de hacer memoria del pozo cenagoso de donde fuimos sacados por la mano extendida de Cristo. Podemos recordar también el abrigo de los brazos de nuestro Padre celestial en nuestros primeros días de vida en Él, y aquellos primeros pasos en Cristo, tomados de Su mano.
Cada respuesta, cada bendición, cada caída y cada restauración... La memoria de todo ello nos va forjando a un cada vez más marcado carácter de Cristo.
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