"Y excedió el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría."
"Y acumuló el rey plata en Jerusalén como piedras, y cedros como los cabrahigos de la Sefela en abundancia. Traían también caballos para Salomón, de Egipto y de todos los países."
2 Crónicas 9:22, 27-28
Ultimando el relato de la vida y obras de Salomón recopiladas por el cronista, se ofrece una pequeña pincelada de la grandeza de su reino en cuanto a poder y riquezas.
Se nombra que su trono fue el más portentoso habido jamás entre los reinos de la tierra, realizado en marfil y bañado de oro puro, con seis gradas, un estrado de oro y dos leones por grada y trono, uno en cada lado.
Luego comenta que su riqueza fue tal que hizo que la plata fuese tan común en su reino como las piedras, muy abundantes en la zona. Así como los cedros, que los hizo tan abundantes como los cabrahigos, que son los sicóromos, muy prolíficos en la llanura de la región.
En cierto modo relacionamos que todas las riquezas de Salomón fueron producto de la buena gestión de su reinado, a causa de su sabiduría, dada por Dios.
La mayor riqueza de Salomón residía en su sabiduría, no suya propia, sino otorgada por Dios en respuesta de su petición, al inicio de su reinado.
Todo lo demás, la abundancia de lo material, viene a ser el fruto de un reino gobernado sabiamente.
El hombre fue creado y puesto por Dios en medio del más abundante, bello y fértil huerto, en Edén, de donde no debió salir nunca. Es por eso que, por defecto, va a buscar siempre abundar en sus bienes materiales. No es malo abundar en ellos, si se administran bien y se tiene un corazón generoso. El problema está en que de la abundancia al exceso hay un paso muy corto, pero el suficiente para peligrar en la integridad moral de quien lo posee.
Dios dejó mandato expreso para quien fuera rey en Israel, en cuanto a ostentar para sí de más.
"Pero él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos; porque Jehová os ha dicho: No volváis nunca por este camino. Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia."
Deuteronomio 17:16-17
Y aunque el cronista sólo fue inspirado a escribir sobre de la riqueza y los caballos del rey Salomón, por la lectura Bíblica sabemos que se le contó un grosso modo de mil mujeres, entre esposas y concubinas.
Tal exceso envaneció su corazón, desviándolo en pos de los tantos ídolos que veneraban sus tantas mujeres.
Pero como el mismo Salomón escribe:
"Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto."
Eclesiastés 9:4
Aún pudo volver a Dios y ser restaurado de todo aquél exceso que desvió su corazón.
El ser humano es terco a causa del pecado que le conduce a hacer el mal. Tan terco que a menudo le es necesario aprender a base de palos.
Salomón aprendió a tener más miramiento con respecto a los excesos en la etapa final de su vida, a causa de su grave caída en idolatría.
Y en la actualidad podemos disfrutar de versos que dejó plasmados con respecto a los excesos.
"Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios."
Proverbios 30:8-9
El pan necesario, ni más ni menos, para no ensoberbecerse en la abundancia de las riquezas y no rebelarse en la angustia de la escasez.
Sobre tales extremos también escribió Pablo, desde la aceptación y el contentamiento.
"No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece."
Filipenses 4:11-13
Mandamiento de Dios es no codiciar los bienes ajenos. Y menos los que somos de Cristo que, como tal, gozamos de un más abundante tesoro que Adán, como beneficiarios de la vida eterna en Cristo Jesús. El cual es, indiscutiblemente, la mayor de las riquezas que jamás podrá obtener el hombre.
Llega el momento de mirar hacia nuestro nivel de contentamiento y fidelidad a Dios, en nuestro diario vivir.
Hoy es día de buscar aquel exceso que nos está impidiendo mantener una relación más cercana con nuestro Señor y Salvador personal.
¡Qué más quisiéramos, algunos, que nuestro exceso se tratara de tanta riqueza, como la de Salomón! No siendo el caso, podemos estar excediéndonos en otras áreas, como lo son las redes sociales, la televisión o el ocio... O quizá nuestro exceso se llame trabajo, deporte o estudios...
El mayor tesoro y la más impresionante riqueza que tenemos se llama Cristo y, por más que crezcamos en Él, jamás lo tendremos en exceso.
Y si por si acaso nos abordara la inseguridad y el desasosiego a causa de nuestras carencias o necesidades materiales, tengamos en nuestro corazón estas palabras de Pablo, y demos gracias a Dios por adoptarnos como sus hijos.
"Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto."
1 Timoteo 6:6-8
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