martes, 25 de octubre de 2022

A SU GUSTO, 2 Crónicas 11:18-22

A SU GUSTO, 2 Crónicas 11:18-22

Y tomó Roboam por mujer a Mahalat, hija de Jerimot hijo de David, y a Abihail, hija de Eliab hijo de Isaí. La cual le dio a luz estos hijos: a Jeus, Semarias, y a Zaham. Después de ella tomó a Maaca hija de Absalón, la cual le dio a luz a Abías, a Atai, Ziza, y Selomit. Pero Roboam amó a Maaca hija de Absalón sobre todas sus mujeres y concubinas; porque tomó dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas. Y puso Roboam a Abías hijo de Maaca por jefe y príncipe de sus hermanos, porque quería hacerle rey.
2 Crónicas 11:18-22

Leyendo sobre Roboam, llegamos al conteo de sus mujeres y descendencia.

Claro, pudiera ser aplaudible,  humanamente hablando, que el hombre "sólo" llegó a tener dieciocho esposas y setenta concubinas, si las comparamos con el total del millar de mujeres que llegó a tener su padre. Pero siguen siendo muchas, y a ojos de Dios aún serían multitud de haberse tomado para sí solamente a dos.

Pero dada la dureza del corazón del hombre y sus debilidades, el mandamiento del Señor al respecto fue tal que así:

"Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia."
Deuteronomio 17:17

Un mandamiento bien conocido por el rey, además de la consecuencia de su desobediencia, habiendo tenido que experimentar con la división de Israel en dos reinos, en su propio reinado, el resultado del corazón desviado de su padre Salomón en su vejez, a causa de sus tantas mujeres.

Digamos que para Roboam (teniendo en cuenta lo visto en su casa o quién sabe cuán débil fuera su carne), no significaran muchas, las ochenta y ocho mujeres que en total tomó para sí.

Soportando Dios que el hombre pudiera tomar para él más de una esposa, ordenó ésto:

"Si un hombre tuviere dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida, y la amada y la aborrecida le hubieren dado hijos, y el hijo primogénito fuere de la aborrecida; en el día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere, no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito; mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura."
Deuteronomio 21:15-17

Pero bueno, una vez ya tomada no sólo una, ni dos ni tres, sino casi la noventena de mujeres que alegraran su corazón, raro sería que la primera fuese su preferida, pues no habría dado cabida ya a la segunda.

¿A qué hijo hizo Roboam su sucesor al trono? Obviamente, al que le dio su preferida, Maaca, que no era ni la primera, ni la segunda, sino la tercera, suponiendo que entre esposa y esposa no hubiera pasado alguna concubina por su lecho.

Y de sus primeras mujeres tuvo al menos tres hijos, antes que de Maaca. Pero el hijo de la preferida suele ser también el preferido del padre. Y la sucesión la decidió dar a Abías, su preferido.

Y he aquí la consecuencia de tomarse la sucesión a su gusto y no según el orden establecido:

"Y anduvo (Abías) en todos los pecados que su padre había cometido antes de él; y no fue su corazón perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de David su padre."
1 Reyes 15:3

El primer rey que hubo en Israel, este fue Saúl, de la tribu de Benjamín, fue puesto por Dios a petición e insistencia del pueblo, y según el agrado de ellos.

La aflicción de Samuel por tal petición no era poca, y orando al Señor, esta fue Su respuesta:

"Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos."
1 Samuel 8:7

Pues a su gusto tuvo Israel su primer rey, un rey que era alto, fuerte y con buenas dotes de guerrero. Pero también, impaciente, por cuanto no esperó al profeta Samuel y se adelantó ofreciendo él mismo el holocausto, irresponsable, por cuanto escondía con excusas su desobediencia, y envidioso, por cuanto deseó la muerte de David desde el mismo momento  en que éste destacó delante del pueblo por encima de su rey.

Sí, fue un rey al gusto del pueblo.

Dios revela en Su palabra Sus atributos pero también Su voluntad.

Y la palabra de Dios es clara, de manera que pueden leerla y entenderla tanto el joven como el anciano, y conocer el consejo Divino para vivir santa y piadosamente, según el carácter de Cristo.

Pero somos más débiles de lo que creemos, y son muchas las veces que actuamos en nuestro diario vivir sin haber presentado nuestra intención al Padre, para dejarnos guiar por el Espíritu Santo, según Su palabra. Sino que preferimos actuar a nuestro gusto o según nos parece.

Claro, luego llegan las consecuencias de nuestros actos y nos gusta mucho alzar el grito al cielo, como si no fuera con nosotros la responsabilidad de las decisiones que tomamos por nuestra cuenta.

Y cuando esto sucede, la Palabra de Dios empieza a tomar forma en nuestra mente, recordándonos la devastadora consecuencia que se obtuvo a causa de que Adán prefiriera, con su decisión de desobedecer a Dios, vivir a su gusto, y no según la voluntad Divina.

Sí, porque nuestro ideal es parecernos cada vez más a Cristo, pero como dice el Señor: "El espíritu a la verdad esta dispuesto, pero la carne es débil."  Y para no ser vencidos por la carne, nos impera "velad y orad" .

Y hoy puede ser ese día en que nuestro ánimo parece desfallecer. Porque sabemos en el fondo de nuestra conciencia que tenemos alguna parte de responsabilidad sobre estos problemas, ocasionados por aquellas decisiones, tomadas al márgen del consejo de nuestro Padre celestial, sino a nuestro gusto o parecer.

Pero el desfallecimiento nos sirva solamente para acudir al Padre, quien nos sostiene con Su mano, y nos fortalece para superar las consecuencias de nuestros errores.

Y si por si acaso nuestra vergüenza nos hace sentir indignos e inmerecedores del perdón de Dios... Consolémonos recordando que es cierto, ¡todos somos indignos e inmerecedores del perdón de Dios! Pero Cristo dignifica y perdona en Sí mismo y por Su obra salvífica en la cruz del calvario, a todo aquel que en Él cree, con corazón sincero y arrepentido.

"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
Hebreos 4:15-16




















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