viernes, 25 de noviembre de 2022

PREPARADOS, 2 Crónicas 14:6-7

PREPARADOS, 2 Crónicas 14:6-7

Y edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había paz en la tierra, y no había guerra contra él en aquellos tiempos; porque Jehová le había dado paz. Dijo, por tanto a Judá: Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de muros con torres, puertas, y barras, ya que la tierra es nuestra: porque hemos buscado a Jehová nuestro Dios, lo hemos buscado, y él nos ha dado paz por todas partes. Edificaron pues, y fueron prosperados.
2 Crónicas 14:6-7

En los primeros cinco versículos leímos que hubo un tiempo de paz en Judá, porque Asa destruyó los lugares de adoración a los dioses paganos y dirigió al pueblo nuevamente a la ley de Dios y a sus mandamientos.

Seguidamente leemos como, a pesar de la paz reinante, Asa se preparó edificando ciudades fortificadas en Judá.

Aprovechó pues, el tiempo de paz, para ocuparse en las obras de fortificación.

Las ciudades fortificadas serán cercadas de muros, con torres, puertas y barras, para asegurar la tierra que Dios le dió.

Tirando de memoria recordaremos cómo su abuelo Roboam también tomó la determinación de fortificar ciudades en Judá.

En el caso del reinado de Roboam, el conflicto entre Judá e Israel estaba en auge por la reciente ruptura de la nación en ambos reinos. Aún así las ciudades que fortificó eran más bien las que lindaban al sur, pensando en que pudiera ser atacado por los egipcios o cualquier otra nación pagana que por ahí pudiera acceder.

Sobre las ciudades edificadas por Asa, el cronista no indica nombre, ubicación ni cantidad de ellas, sino más bien el hecho de prepararse contra un posible futuro ataque, a pesar de la paz en que se estaba encontrando el reino.

El día en que Adán pecó fue inevitable que éste se desconectara de la santa presencia de Dios, a causa de su pecado. Fue expulsado del huerto, pero no sin antes haber recibido la promesa de que Dios daría un Redentor, por medio de la simiente de la mujer, para que tanto él como toda la humanidad pudieran ser perdonados y traídos de vuelta a Su presencia.

A partir de entonces, esta promesa cuya revelación será ampliada con el paso del tiempo a las generaciones posteriores, será el objeto de la gracia de Dios, en justificación del hombre por medio de la fe en Su palabra.

Y Su palabra, la cual prometía el Mesías Redentor, no solamente a Su pueblo sino a toda la humanidad, se hizo carne, Dios Hijo manifestado en carne, nacido de una virgen y creciendo y viviendo como todos los hombres, pero sin pecado.

Para ser sacrificado cual cordero pascual, puro, limpio, sin tacha, en favor de toda la humanidad venciendo, con Su muerte y Su resurrección al tercer día, la acción del pecado y de la muerte sobre todo aquel que en Él cree.

Se dice que una persona es nacida de nuevo cuando ha creído que Jesús es el Señor y lo ha reconocido por Señor y Salvador personal, en arrepentimiento de sus pecados.

Con el nuevo nacimiento, el creyente recibe la paz de Cristo en su corazón y en él viene a morar el Espíritu Santo que lo guarda y le va formando según su nueva identidad en Él.

A su vez todos los creyentes formamos una sola unidad en Cristo, por cuanto el mismo Espíritu Santo mora en todos y cada uno de nosotros, el cual también nos posiciona como iglesia y cuerpo de Cristo.

Una iglesia que tiene como función principal la de expandir sobre la tierra el mensaje de salvación al hombre por medio de la fe en el Señor Jesucristo, por su obra salvífica en la cruz del Calvario, para el perdón de los pecados y para la vida eterna en Él.

Pero el caminar en Cristo por el mundo no es fácil. Pues ya lo dijo el Señor, que en el mundo tendríamos aflicción, a lo que añadió seguidamente "pero confiad, yo he vencido al mundo".

Pero esta confianza no se trata de una fe ciega, inactiva e infructuosa que se limita a esperar que Dios lo haga todo por el creyente; sino que, por la fe el creyente se va preparando por medio de la Palabra y de la oración en una praxis de fe cristiana y su fortaleza para soportar las adversidades que se nos presenten en nuestro diario vivir.

Porque la vida cristiana ha de alumbrar al mundo con su testimonio de salvación en Cristo. Cosa que el príncipe  de este mundo se opone, para que no les llegue la luz a los incrédulos y puedan arrepentirse.

En este sentido Pablo escribe a los Efesios una carta instructiva en cuanto a la fe y la doctrina del nacido de nuevo y a su preparación y lucha, no solamente para ejercer la labor encomendada a cada creyente como iglesia hacia el mundo, sino también para la edificación de la misma en su perfeccionamiento en Cristo, por cuanto Él es cabeza.

Por tal motivo es que el apostol concluye su epístola aconsejándoles encarecidamente que se preparen, analogizando su capacitación con una armadura, de manera que no quede área en la vida cristiana desprovista de protección.

"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes."
Efesios 6:10-13

Todos los creyentes en Cristo hemos sido revestidos en Él, pero va a depender del uso de la fe de cada creyente que esté más o menos fortalecido en Cristo, y así superar con mayor entereza cualquier tentación o adversidad que se nos presente.

Tal como muralla a una ciudad fortificada, o como armadura a un soldado preparado contra cualquier ataque, los cristianos equipamos nuestra fe con una vida devocional activa, por el uso de la Palabra y la aplicación de la misma.

Hoy es día de revisar el amurallado de nuestra vida en Cristo y la armadura de nuestra fe en Él. Quizá si echamos una mirada introspectiva podremos detectar aquellas áreas de la vida en que debemos de fortalecer la fe.

El Espíritu Santo nos guíe por medio de Su palabra, según los pasos de Cristo y de Su carácter, para nuestra perfección en Él, y para que podamos decir como el Salmista escribió en su día:

"Mi escondedero y mi escudo eres tú; En tu palabra he esperado."
Salmos 119:114





















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