"Y se levantó Abías sobre el monte de Zemaraim, que es en los montes de Efraín, y dijo: Oidme, Jeroboam y todo Israel. ¿No sabéis vosotros, que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos bajo pacto de sal?"
2 Crónicas 13:4-5
Colindante con Benjamín, el monte Zemaraim va a ser desde donde Abías alzará la voz en grito en reprimenda, por la rebelión de Israel contra Roboam.
El rey apelará a echar la mirada en retrospectiva hacia el pacto de Dios con David, tocante a su reino.
El uso de la memoria suele ayudar en gran manera a solucionar conflictos. Y aunque este no fue el caso, Abías iniciaba así su discurso, mencionándolo como con pacto de sal.
El pacto de sal es nombrado solamente dos veces en La Biblia. En el único otro lugar del relato Bíblico en que aparece este pacto es durante el nombramiento de Aarón y sus hijos al sacerdocio, acompañado de unas instrucciones muy concretas, que deberán de cumplirse al pie de la letra.
"Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu descendencia contigo."
Números 18:19
El pacto de sal era la forma de sellar un acuerdo inquebrantable, en que las dos partes quedaban comprometidas de forma perpetua y/o hasta el cumplimiento del pacto.
El simbolismo de este pacto se da precisamente con sal y su procedimiento trataría, literalmente, de juntar la sal de ambas partes de modo que queden mezcladas y ya no se puedan separar.
Actualmente este pacto es practicado en algunas bodas judías como símbolo de compromiso.
Aunque no forma parte de la ceremonia tradicional de una boda, el pacto de sal consigue representar muy gráficamente el vínculo en que se están uniendo. Éste resulta en un recipiente de vidrio que acabará conteniendo la sal del novio y de la novia, que previamente presentaban, cada una por su lado, en sendos tubos de cristal y que deberán depositar a la vez hasta acabar definitivamente mezcladas.
La imposibilidad de volver a separar ambas sales atestigua el compromiso adquirido como un pacto inquebrantable.
Pacto inquebrantable que evocaba Abías en Zemaraim, el pacto a David.
"Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti."
2 Samuel 7:12-15
La perpetuidad de este pacto se plasmará en la totalidad del salmo ochenta y nueve, donde el salmista lo celebra a modo de instructivo al oyente.
"Hice pacto con mi escogido; Juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia, Y edificaré tu trono por todas las generaciones."
Salmos 89:3-4
Todo lo que Dios promete, lo cumple. Hay pactos de Dios con el hombre que van ligadas a la obediencia, siendo que para que éstos se cumplan, la parte que recibe la promesa, esa es el hombre, debe cumplir con el requisito presentado.
El pacto más quebrantado por excelencia desde que se presentó es el pacto con Moisés, sujeto a leyes, preceptos y ordenanzas, constituyentes del requisito imprescindible para su cumplimiento.
Gracias a Dios y por Su inconmensurable amor y misericordia, antes de este pacto hubo otros, estos sí, de carácter perpetuo, confirmados luego a David con la promesa de su reino.
Adán recibiría por primera vez el anuncio del Redentor representado por la simiente de la mujer, aplicable a partir de él y a toda la humanidad. A Abraham le será cumplida promesa de descendencia, tierras y bendición, y a David el perpetuo trono, del perpetuo Rey nacido de su descendencia.
Rey que vendrá, como dice la promesa, para tomar Su trono para siempre. Pero no sin antes haber venido como siervo y sujeto de sacrificio para la redención del hombre.
El Rey y Dios eterno dejó Su gloria y se vistió con la humillación, el dolor y la vergüenza de la cruz del Calvario, y dejó caer sobre sí mismo el peso íntegro de Su ira hasta la muerte.
Resucitado, Dios Hijo, el Señor Jesucristo, es el cumplimiento de lo pactado ante Adán, destruyendo la acción del pecado y de la muerte a todo aquel que en Él cree.
Porque es por medio de la fe en Jesús, y nada más, que el hombre recibe la gracia de Dios y su justificación delante de Él.
Jesús no se entregó sin haber proclamado antes el evangelio de Su reino y sin haber cumplido a rajatabla con toda señal que lo identificaba como el Mesías, según anunciaron los profetas.
Proclamación y muestra de la fidelidad de Dios hacia nosotros, en cumplimiento del pacto de vida inquebrantable por medio del Hijo.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
Juan 3:16
Más que un pacto de sal, la vida de Cristo es dada al creyente y Su Santo Espíritu lo confirma con sello inquebrantable. De modo que si nada podía hacer el hombre para obtener la vida por sus propios medios, nada puede hacer que deshaga este sello.
Los que somos nacidos en Cristo tenemos seguridad de salvación, pero aún conservamos una parte perecedera, la cual es nuestra carne, que influye en muchas ocasiones de forma negativa en nuestro crecimiento espiritual, (porque ambas voluntades se oponen entre sí, mientras el creyente es perfeccionado).
Aunque nuestro deseo es agradar a Dios y servirle conforme a Su voluntad, en gratitud por la vida que nos ha dado, debemos reconocer que no son pocas las veces que quebrantamos nuestra fidelidad, y esto a veces nos entristece hasta el punto de pensar que no merecemos Su perdón.
Pero este es el inquebrantable pacto de Dios, que sea por fe y no por obras la salvación, y una vez dada, esta sea para siempre.
Hoy es día de dirigir la vista a Cristo y entregarle todas nuestras culpas, esas tan dañinas que golpean nuestro ánimo, para proseguir firme y confiadamente nuestros pasos en Él.
"Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo."
2 Timoteo 2:11-13
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