jueves, 10 de noviembre de 2022

EMBOSCADA, 2 Crónicas 13:13

EMBOSCADA, 2 Crónicas 13:13

Pero Jeroboam hizo tender una emboscada para venir a ellos por la espalda: y estando así delante de ellos, la emboscada estaba a espaldas de Judá.
2 Crónicas 13:13

Durante el sermón en el monte de Zemaraim pareciera que Abías estaba siendo escuchado por su adversario y que de un momento a otro podría interactuar en respuesta, fuera hostil o amistosa.

Pero el silencio de éste no era porque estuviera prestando la más mínima atención, sino porque mientras tanto, él andaba en sus planes.

Y es que Jeroboam dejaba que Abías se explayara con su discurso mientras le tendía una emboscada.

El sucesor e hijo de Roboam y sus hombres no se percataron de la estrategia de Jeroboam. Cuando quisieron darse cuenta ya estaban más que rodeados y no veían por dónde salir.

La emboscada no se trataba de una táctica para nada novedosa en Israel, ya que la habían utilizado en varias batallas, como por ejemplo la emboscada que organizó Josué en Hai para tomar la ciudad y que resultó en una contundente victoria:

"Entonces Josué y todo Israel se fingieron vencidos y huyeron delante de ellos por el camino del desierto. Y todo el pueblo que estaba en Hai se juntó para seguirles; y siguieron a Josué, siendo así alejados de la ciudad."

"Y levantándose prontamente de su lugar los que estaban en la emboscada, corrieron luego que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron, y se apresuraron a prenderle fuego."

"Josué y todo Israel, viendo que los de la emboscada habían tomado la ciudad, y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y atacaron a los de Hai."
Josué 8:15-16, 19 y 21

Aún así, Abías se confió sin tener en cuenta este factor sorpresa.

Desde que el mundo es mundo, es decir, tras la caída de Adán, el hombre está sumido en el reto de buscar a Dios, de encontrarlo y estar en Él.

Porque el ser humano fue creado para la gloria de su Creador. Pero cuando el hombre cayó quedó totalmente desligado de Él y desprovisto de Su amparo.

En Su amor y misericordia y para la reconciliación, Dios mandó a Su Hijo , a quien antes anunció desde el principio de este mundo, para que todo aquél que en Él creyere pudiera alcanzar Su gracia y adorar a Su creador, ahora sí, por medio del Hijo.

Alcanzar esta gracia es una tarea tan sencilla como difícil se la quiera hacer el hombre. Es decir, sólo requiere de la fe y el reconocimiento de Jesús como Dios, Señor y Salvador personal, en convicción de pecado.

Pero como desde Adán hay "algo" que nos seduce a nuestra independencia, la humanidad vive creándose emboscadas a sí misma contínuamente, por la acción del pecado que la lleva a buscar otros dioses donde depositar su adoración.

Porque hasta el más ateo está lleno de ídolos en su corazón, para empezar su propio ego, y a partir de ahí todo lo que le va saliendo durante la levedad de la permanencia del ser en su cuerpo de muerte, en el transcurrir de su vida.

Y para esto vino Dios Hijo por primera vez en forma de hombre, creciendo y viviendo como tal, pero sin pecado. Para dar Su vida en pago por los pecados de todo el mundo, anulando la acción de la muerte en toda justicia.

De toda la vida la salvación del hombre sólo es alcanzable por gracia, por medio de la fe.

Así como Abraham creyó y le fue contado por justicia, de la misma manera fueron justificados los hombres de Dios habidos en toda la historia veterotestamentaria, y con mayor incentivo desde la consumación de la obra en la cruz del Calvario por el Señor Jesucristo. Que no sólo vino a morir, sino que a atestiguar Su Deidad y a marcar la senda de la justicia verdadera, la que lleva a la vida en Él, y no la de la ley que recibieron de Moisés, aquella que sólo sirve para emboscar al hombre en su estado pecaminoso.

El creyente en Cristo es rescatado y puesto en una nueva identidad en Él por la acción del Espíritu Santo, morada y sello de pertenencia a la familia de Dios.

A pesar de esta nueva identidad espiritual adquirida en Cristo, seguimos arrastrando la humana mientras vivimos en este mundo con nuestro cuerpo atado al desgaste, a la pasada manera de vivir y a la muerte física.

El Espíritu y la carne se oponen entre sí, de manera que si por el Espíritu somos reconvenidos según el propósito de Dios, el cual atañe a la santificación y a la expansión del evangelio para la salvación de las almas, por la carne los creyentes podemos ser llevados a la inactividad, al descuido e incluso a la muerte.

Ya previno el Señor a sus más allegados discípulos, a aquellos a quienes les pidió que le acompañasen en su angustia, aquella noche en Getsemaní.

"Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil."
Mateo 26:41

Porque el cansancio de ellos era tal que acababan sucumbiendo a la tentación de cerrar los ojos y dormir mientras Jesús oraba.

Las tentaciones son como telas de araña que se tejen alrededor de la persona, a modo de emboscada. Cuanto más pobre sea la vida devocional con Dios y la práctica de la fe cristiana, más espacio dejamos para que las tentaciones tejan sus redes, silenciosamente, hasta acabar irremediablemente atrapados por ellas.

Es un común denominador en el cristianismo actual que tendemos a satanizar las tentaciones o a pensar que las ponga Dios para probarnos... Nada más lejos de la realidad, sino como explica Santiago:

"Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte."
Santiago 1:13-15

Una concupiscencia es un deseo prácticamente incontenible e inherente del ser humano, el cual es aplacado y puede llegar a ser totalmente superado y debilitado tanto como tan ejercitado e implicado esté el creyente en lo concerniente al Espíritu, que es su posicionamiento en la Palabra y relación con Dios.

Claro, no será la primera vez que hemos descuidado nuestra vida de fe y, distraídos por lo que no aprovecha, nos haya ocurrido con la tentación como lo ocurrido a Abías, que sin darse cuenta se encontró rodeado por los hombres de Jeroboam.

Hoy es día de examinar en qué estado se encuentra nuestra relación con nuestro Padre celestial y, en conocimiento de nuestra carne, por cuanta cada uno conocemos nuestra pasada manera de vivir, reconducir nuestros pasos sanamente y alejados de todo aquello de lo que pudiéramos sentir atracción y sernos tropiezo.

Quizá Abías se confió demasiado acercándose a Zemaraim, no apreciando para nada lo peligroso de la situación. Sea que podamos aplicar esta idea en nuestra vida, tomando también para nosotros este consejo de Pedro:

"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;"
1 Pedro 5:8



















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