Pero Jeroboam hijo de Nabat, siervo de Salomón hijo de David, se levantó y rebeló contra su señor. Y se juntaron con él hombres vanos y perversos, y pudieron más que Roboam hijo de Salomón, porque Roboam era joven y pusilánime, y no se defendió de ellos.
2 Crónicas 13:6-7
Nos encontramos adentrándonos en un discurso que Abías acaba de iniciar en el monte Zemaraim, tocante al conflicto que dividió Israel en dos reinos.
Después de la apertura, donde apelaba a la consideración del pacto perpetuo de Dios con David, ahora va a dirigir su razonamiento contra la actitud que Jeroboam tendría frente a Roboam, el sucesor legítimo de Salomón.
De rebeldes, vanos y perversos van a ser tildados, por aprovechar el poco valor y la inmadurez de Roboam, para tomar parte en el reino.
Visto desde la óptica de Abías fue así, aunque Jeroboam se limitó a tomar lo que se le había dado tiempo atrás por anuncio de un profeta:
"Aconteció, pues, en aquel tiempo, que saliendo Jeroboam de Jerusalén, le encontró en el camino el profeta Ahías silonita, y éste estaba cubierto con una capa nueva; y estaban ellos dos solos en el campo. Y tomando Ahías la capa nueva que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos, y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus;"
1 Reyes 11:29-31
Y ahora Abías pretendía unir un reino que al fin y al cabo acabó dividido porque Dios así lo permitió y lo dispuso, a causa de la caída en la idolatría de Salomón.
Sí, a pesar de la división, Israel seguiría siendo una nación y uno el trono perpetuo anunciado a David por promesa.
División que, dicho sea de paso, también servirá para contrastar las diferencias entre un reino sujeto a la ley de Dios y uno llevado por los hombres, las cuales, anotadas en los anales de la historia de Israel, en las crónicas y en los libros de los reyes, servirán de enseñanza a las generaciones posteriores.
Y he aquí un contraste y una enseñanza en el discurso de Abías.
No en sí la rebeldía de Jeroboam, pues ya hemos visto que su comportamiento era lógicamente esperable si obedecía al profeta que partió su capa.
Tampoco es que los hombres que lo apoyaron fuesen más o menos perversos, que aunque lo fueran, estos andaban obedeciendo lo profetizado por el silonita.
Sino el evidente contraste en el carácter de los enfrentados:
Si el uno era inmaduro, el otro experimentado. Si el uno era pusilánime, el otro valeroso. ¿Cuán beneficioso hubiera sido que el valeroso y experimentado fuese Roboam? Pero no era el caso. Dios determinó que esto aconteciese y el resto no fue nada más que una cuestión de carácter.
No en vano aconsejo David a Salomón en su lecho de muerte:
"Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo: Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre."
1 Reyes 2:1-2
"Sé hombre", le dijo, "esfuérzate".
El tesón y la valentía son cualidades coincidentes en el carácter de la mayoría de hombres de Dios descritos en la extensión del relato Bíblico.
Podemos pensar en Abram, quien no siendo hombre de guerra ni preparado para ello, no se lo pensó dos veces a la hora de ir con sus hombres para liberar a Lot.
El rey David también está entre los valientes, como así Josué... ¿Y qué diremos de Esteban, el cual se expuso ante el rechinar de los que luego lo apedrearon hasta la muerte?
Asimismo hubo varones que fueron capacitados y fortalecidos por Dios, eliminando la inseguridad de sus pasadas vidas, como es el caso de Moisés, considerado a sí mismo como un torpe de lengua, y finalmente quedó plasmado en la memoria de Israel como el mayor de los profetas.
Y como el contraste entre Jeroboam y Roboam, siempre tiene que haber aquel profeta que marca el contrapunto de lo esperable, vemos a Jonás huyendo de la presencia de Dios sin siquiera atreverse a decirle "no quiero hacerlo", entre la cobardía y el tamaño desprecio a los ninivitas, crueles y sangrientos paganos, a quienes Dios quería mostrar Su misericordia.
Porque Jonás no lo sabía aún, pero la misericordia de Dios no sólo iba a estar al alcance de los judíos. Sino que del pueblo judío, concretamente de la tribu de Judá, se haría alcanzable la gracia de Dios a todo el mundo, por medio del Hijo.
Cuando una persona es alcanzada por la gracia de Dios, en arrepentimiento y reconocimiento del Señor Jesucristo, va a ser inevitable que su carácter experimente cambios, por la obra regeneradora del Espíritu Santo y por la santificación en el diario vivir.
Aunque en nuestra carne sigue habitando el viejo carácter, es decir, el cuerpo sigue cojeando del mismo lado si se deja llevar por sí mismo, en lugar de apoyarse en la palabra de Dios y ejercitarse en ella.
La palabra de Dios va a dirigir siempre al creyente a un cada vez más marcado carácter de Cristo, por cuanto de Él atestigua, así como Jesús apercibió a los judíos que le perseguían:
"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida."
Juan 5:39-40
Claro, tan evidente será al mundo nuestra identidad en Cristo como eficaz sea la lectura Bíblica, la cual debe ser aplicada en nuestras vidas y debe estar igualmente acompañada de oración.
Porque leer la Biblia y hasta estudiarla lo hacen, incluso, los ateos. Porque todo radica en la motivación con que se lee y en la resistencia a la acción del Espiritu a través de esta.
Quizá hoy va siendo el día de examinar nuestro carácter y de valorar el estado de mi vida devocional. ¿Estamos aplicando las enseñanzas que el Señor nos muestra a través de Su palabra, o simplemente nos limitamos a leer, si es que lo hacemos, para cumplir un ritmo o un plazo de estudio o lectura?
Si nuestra vida no está siendo cambiada es porque no estamos viendo a Cristo mientras leemos, cual a esos fariseos que tampoco supiero reconocer a Dios aún teniéndolo delante de sus narices.
¿Qué seremos? ¿Como Jeroboam, que supo aprovechar las debilidades de Roboam para reinar sobre diez tribus? ¿O como Roboam, que por su pusilanimidad ni tan siquiera atinó en escuchar el mejor consejo?
Y es que Dios dispone para que llevemos mucho fruto. Pero que el resultado se asemeje más o menos a lo que Dios espera de nosotros, va a ser cuestión de carácter.
Sea que nuestro carácter deje que la palabra esculpa la imagen de Cristo en nuestra carne, para que podamos decir como, Pablo:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."
Gálatas 2:20
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