domingo, 27 de noviembre de 2022

PLENA CONFIANZA, 2 Crónicas 14:8-12

PLENA CONFIANZA, 2 Crónicas 14:8-12

Tuvo también Asa ejército que traía escudos y lanzas: de Judá trescientos mil, y de Benjamín doscientos ochenta mil que traían escudos y entesaban arcos; todos hombres diestros. Y salió contra ellos Zera etíope con un ejército de millones, y trescientos carros; y vino hasta Maresa. Entonces salió Asa contra él, y ordenaron la batalla en el valle de Sefata junto a Maresa. Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas. Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios: no prevalezca contra ti el hombre. Y Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron los etíopes.
2 Crónicas 14:8-12

Prosiguiendo la lectura en el capítulo catorce, por el momento vemos en Asa a un rey que tuvo la determinación de reinar conforme a la voluntad de Dios.

Hubo paz en su reinado, tiempo en que Asa aprovechó para edificar ciudades fortificadas, preparando así el reino en vista de futuros ataques.

El cronista también anota que Judá contaba un ejército total de quinientos ochenta mil soldados con escudos, que portaban lanzas y arcos.

Seguidamente nos cuenta que el etíope Zera se levantó en guerra contra Judá con un ejército doblemente mayor al suyo.

La batalla fue ordenada en el valle de Sefata, donde el procedimiento de Asa fue determinante en lo que acontecería a continuación.

Pues clamó a Dios, reconociendo Su provisión y fortaleza a todo aquel que clama Su nombre y afirmando su total apoyo en Él, en plena confianza, en solicitud de victoria.

Finalmente vemos la respuesta de Dios dando el socorro a Judá, de modo que el millón de soldados de Zera huyó de los quinientos mil del ejército de Asa.

Es sabido que las grandes y las pequeñas batallas se ganan de rodillas, por cuanto es por mano de Dios, y no del hombre, por la que obtenemos la victoria.

La oración, siempre que sea sincera y conforme a la voluntad de Dios, es la muestra irrefutable de que existe una relación de confianza, en el hombre que ora, para con su Creador.

Grandes batallas se ganaron a lo largo de la historia en Israel por haber confiado en Dios.

De entre ellas, podemos recordar la pelea que hubo en Refidim, en la que el peso de la victoria de Josué sobre Amalec recayó exclusivamente sobre las oraciones de Moisés, el cual hasta necesitó ayuda para mantener sus brazos en alto, en clamor a Dios, en todo el tiempo en que duró la batalla.

"E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada."
Éxodo 17:10-13

Podríamos recordar también la oración eficaz de Jabes, que con solamente expresar su deseo Dios le respondió favorablemente.

"¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió."
1 Crónicas 4:9-10

Y ¿qué decir del asedio que sufrió Judá en tiempos de Ezequías? Resuelto en una sola noche en respuesta a su oración, carta en mano, exponiendo en total confianza el problema a Dios y solicitando su ayuda.

"Y oró Ezequías delante de Jehová, diciendo: Jehová Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente."

"Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios."

"Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Nínive, donde se quedó."
2 Reyes 19:15, 16, 19, 35 y 36.

Del modo en que Israel experimentó batallas, asedios y amenazas en los que fue necesaria la plena confianza en Dios para poder sobrellevarlos airosamente, asimismo el Señor alertaba a Sus discípulos, diciendo:

"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
Juan 16:33

Para que todo aquel que le sigue viva confiadamente en Él, y de victoria en victoria, en oración y formándonos en Cristo por el uso de Su palabra y la acción del Espíritu Santo.

Porque Cristo venció al mundo, clavando consigo en la cruz del Calvario todas las deudas, saldándolas con Su sangre y justificando así delante del Padre a todo aquel que cree en Jesús y lo reconoce como Señor y Salvador personal, en arrepentimiento de sus pecados.

En la sociedad actual en la que nos ha tocado vivir impera la ley de la inmediatez, además de todo el bombardeo de tentaciones habidas y por haber a las que accedemos fácilmente por las redes sociales.

Luego existen las enfermedades y los achaques propios de la edad, y cómo no, las dificultades que nos podemos encontrar cuando decidimos dedicarnos a la obra evangelística.

Todas estas cosas pueden provocarnos cierta inquietud que puede acrecentarse si no confiamos pronto la situación a Dios, conforme la indicación de Pablo:

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús."
Filipenses 4:6-7

También pudiera acontecer que caigamos en algún pecado al distraer nuestra vida devocional. Esto suele dañar bastante en lo anímico y en el ejercicio de la fe, por cuanto nos puede invadir un sentimiento de vergüenza que nos impida acercarnos a Cristo, cosa que opacaría aún más nuestro corazón.

Hoy es el día de revisar cuán fuertemente anclados estamos en Cristo y cuán afianzada nuestra confianza en Él. Podemos meditar en nuestras reacciones ante los problemas diarios y a partir de ahí, dilucidar si en dicha reacción estaba Cristo o nuestra propia manera de ser en la carne.

Si por lo que sea hayamos pecado y esta afrenta nos mantenga con miedo de acercarnos a Dios, recordemos que Él no es un tirano, sino el amoroso Padre que dio a Su Hijo para reconciliarnos en Él y darnos vida eterna.

Y para recuperar nuestra relación con Dios, así como Asa clamó en plena confianza y seguridad en Él, sirvámonos de estas palabras de aliento de Pablo, las cuales haremos bien en recordar:

"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Romanos 8:35-39














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