sábado, 22 de abril de 2023

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

Y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén , y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.
Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén , no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros.
2 Crónicas 20:15-17

Nos encontramos reflexionando en el segundo libro de Crónicas, donde el cronista ha destinado una extensión al rey Josafat de Judá que abarca cuatro capítulos. 

En este cuarto y último capítulo, el que sumaría el número veinte del libro, se narran los últimos hechos relevantes de su reinado.

Josafat fue un rey entusiasta con la fidelidad a Dios, que inició con ímpetu contra la idolatría, fortaleciéndolo así contra los enemigos. 

Llegando a la madurez de su reinado, se equivocó tomando una desición que repercutiría hasta el final de sus días. 

Y es que, aunque Dios no dejó caer Su ira contra él, cuando unilateralmente decidió aliarse con Acab, el hecho haría mella más adelante, abriendo las puertas al enemigo hasta asediar su reino por sorpresa. 

Envuelto en emboscadas entre los de Amón y Moab en Seir, territorio de Judá marcada por los edomitas, Josafat con todo Judá clamaron a Dios en Su ayuda, cuando humanamemte sólo les quedaba esperar el ataque inminente. 

Humillados pues, delante de Dios, reconociendo su total dependencia a Él, recibieron respuesta por boca del profeta Jahaziel, dando unas instrucciones muy precisas. 

Instrucciones que inician con palabras de aliento, no temáis ni os amedrentéis, llevándolos a la total confianza de ser Dios mismo el que ocuparía su lugar en esta guerra. 

No por ello restarían inactivos, ya que seguidamente reciben unas claras directrices, que deberán cumplir en obediencia, para que todo se dé según Dios ha dispuesto. 

Pues aunque la guerra es de Dios, según encabeza el profeta, deberán descender igualmente contra el enemigo, sabidos de antemano qué hará y por dónde encontrarlo. 

Más allá de ahí no tendrán que hacer más que parar, esperar en Dios y observar Su victoria.

La victoria es de Dios. La fue desde el principio y lo será siempre, ya que nada ni nadie puede contra el Creador Omnipotente. El Único que, pudiendo desintegrar toda Su creación para hacer algo nuevo sin relación con el pecado, por amor, ya que Dios es amor, dio Su propia vida en pago por la de toda la humanidad, venciendo la acción del pecado y de la muerte en todo aquel que, por la fe en Él, recibe por gracia una nueva identidad, victoriosa en Cristo, como hijo de Dios. 

Hechos nuevos en Cristo, por la fe, venimos a formar parte de Su iglesia, la cual es santificada en Cristo por el Espíritu Santo, apartada del dominio del pecado del cual éramos esclavos. Pero no nos aparta del mundo, es decir, no siendo de este mundo, por la nueva ciudadanía en el reino de Dios, somos llamados a permanecer, no mezclándonos de nuevo con el pecado, mas sirviendo de lumbrera y portavocía de las nuevas de salvación al mundo, para que otros puedan gustar también de la nueva vida en Él. 

No son pocas las aflicciones que podemos sufrir, como cristianos, en medio de un mundo caído. 

En tiempos de aflicción clamamos a Dios, y Él nos responde recordándonos Su victoria por el Espíritu Santo que mora en nosotros. Y a su vez, nos precisa, como el profeta a Josafat, a descender contra el enemigo. No para luchar contra él, pues la victoria la tenemos ya en Cristo, sino con la actitud victoriosa de quienes somos hijos del Omnipotente Creador de todas las cosas y Redentor de la humanidad. 

"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Romanos 8:31-39

Hoy es día de descansar, tomar fuerzas y confiar en nuestro Señor y Salvador Jesucristo, recordando que nuestras aflicciones son pasajeras, un suspiro, y nos espera una vida eterna con Él. 

"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
Juan 16:33





















viernes, 31 de marzo de 2023

NO SABEMOS QUÉ HACER, 2 Crónicas 20:12-13

NO SABEMOS QUÉ HACER, 2 Crónicas 20: 12-13

¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros: no sabemos que hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres, y sus hijos.
2 Crónicas 20:12-13

Continuando con el clamor de Josafat en el atrio, delante del pueblo, llegaremos a su conclusión, la petición de ayuda.

La situación es humanamente insostenible. Los de Moab y Amón están metidos ya en sus tierras y listos para atacar. El rey reconoce abiertamente no saber qué hacer. No están preparados para la guerra, ni aún siquiera la buscaban, y el desastre les puede acontecer en cualquier momento.

La angustia y la desesperación de todo Judá y de su rey deben ser bien palpables en este momento. No hay nada que hacer, sólo les queda clamar a Dios.

En los peores momentos es donde sale la humanidad del cristiano, es entonces donde Dios nos muestra claramente nuestra debilidad y nuestra dependencia en Él.

En ese oscuro, frío y aterrador momento en que uno piensa "ya no puedo caer más bajo, ya no hay nada que hacer, Señor en tus manos lo dejo", es cuando Dios demuestra Su inconmensurable amor, Su misericordia y Su eterno cuidado hacia Sus hijos (porque el Padre jamás desampara a Sus hijos, solamente desamparó al Unigénito para consumar Su amor en la cruz del Calvario, para que nosotros, sus adoptados, no tengamos que sufrir del desamparo).

Jamás, jamás, por muy alejados que demos los pasos de nuestro Padre celestial, si somos verdaderamente de Cristo, jamás nos perderemos, sino que Él nos hará volver de vuelta a Sus brazos, sea como sea, caiga quien caiga y con las consecuencias que esto conlleve.

Dichas consecuencias serán la marca de nuestra desobediencia, no siendo voluntad de Dios hacer sufrir a Sus hijos sino que, por nuestra obediencia en anclaje a Su perfecta y santa Palabra, librémonos de caer en tentaciones, huyendo de ellas, como bien avisados estamos, y no hagamos -como solemos hacer en nuestra obcecación- el intento de enfrentarlas (porque tarde o temprano caeremos en ellas).

Igual que hubo el día en que Judá se encontró asediado por sorpresa, no es difícil que los creyentes acabemos rodeados del peligro. Ya sea por descuido o por ensimismamiento, podemos haber dejado infiltrar tanto mundo en nuestras vidas que, sin darnos cuenta, nos veamos asediados por el pecado.

Hoy es día de tomar la mano del Señor para sacarnos del pozo de la angustia y volver a sus frescos pastos de vida y paz.

Sólo se puede en Cristo, y no hay más.

En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó a sus oídos.
2 Samuel 22:7





















viernes, 24 de marzo de 2023

SEGURIDAD DE SALVACIÓN, 2 Crónicas 20:5-9

SEGURIDAD DE SALVACIÓN, 2 Crónicas 20:5-9

Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén , en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo; Y dijo: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y te tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿no está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti, (porque tu nombre está en esta casa,) y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás.
2 Crónicas 20:5-9

Para la reflexión de hoy, nos encontramos en un punto donde Josafat ha sido alertado de un inminente ataque de los de Moab y Amón. En consecuencia, el rey se humilla en oración y ayuno, decretado también sobre todo Judá.

Y aquí se encuentra Josafat, en el atrio, delante de la congregación, clamando a Dios.

Nótese la retórica en las preguntas que dan inicio en este clamor, sirviendo el interrogante como afirmación en lo que se dice, sabiéndose cierta.

El rey conoce a su Dios. Hace recuerdo de Su soberanía, de Su poder y del gran amor y misericordia con que ha tratado con Su pueblo hasta la fecha.

Detrás de esas preguntas prosigue el testimonio que concluye con una declarada seguridad de salvación en Él.

El cronista cita en boca de Josafat las palabras que el Señor dijo a Salomón, la noche que se le apareció, que son las siguientes:

"Si yo cerrare los cielos, para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra."
2 Crónicas 7:13-14

Desde antes de su fundación, el pueblo de Dios ya era testigo de Su inconmensurable amor y misericordia. Demostrando que, a pesar de los continuos desdenes de Israel, la mano de Dios ha estado siempre presente, a la par de Su disciplina.

No hubo día en que el pueblo clamara a Dios y Él no acudiera en su rescate.

Más bien, esa ha sido desde siempre la tendencia de Israel, y no sólo de este pueblo escogido, sino del propio ser humano: apartarse de Dios, caer, clamar y ser rescatado.

Nosotros en su día también vivimos apartados de Dios e incluso totalmente ignorantes de Él. En los tiempos que corren, el humanismo se ha ocupado de apartar a Dios de Su propia palabra, para hacer creer al hombre que es capaz de "ser bueno" sin la necesidad de Él.

¿Quién no haya leído nunca "El Principito"? Podríamos pensar en su autor y meditar en el personaje, ¿acaso este principito no necesita a Cristo?

Bien podría, cualquier persona, tomar esta lectura por ley. Ya que si se consiguiera cumplir a pies juntillas con todos sus consejos, ¿para qué necesitar quien nos redima de algo malo?

Esto mismo aconteció con quienes negaron al Señor aún teniéndolo delante de sus narices. Los fariseos se sentían más que autosuficientes con su ley, (porque no podemos decir que siguieran la ley de Dios, sino una propia adaptada a sus intereses y necesidades).

No hay hombre capaz de vivir haciendo exclusivamente lo bueno. Ni el más desinteresado filántropo, ni la más casta misionera, ni el más generoso de los empresarios, ni el más reconocido motivador...

Todo lo bueno que podemos ver en un ser humano que obra aparentemente bien, sin necesidad de Dios, es solamente eso, una apariencia sin fondo, un escaparate al mundo de lo que interesa exponer, dejando en las estanterías de su almacén los desechos y el material defectuoso, donde sólo el tendero puede verlo.

Josafat tenía muy presente la realidad de que sólo en Dios y por Él se hallaba la subsistencia de Su pueblo, y su dependencia total a Él. Siendo así, y en conformidad con la palabra de Dios, la salvación estaba totalmente asegurada para con todo el que clamara a Él, en el santo lugar, donde hacía morar Su presencia.

Gracias a Dios, y desde hace más de dos milenios, la figura del templo de Dios dejó de darse entre cuatro paredes construídas por el hombre. Abriendo Su presencia, ya no sólo a Su pueblo sino que a todo ser humano, en la persona de Jesucristo y por la morada del Espíritu Santo en todo aquél que cree en Él. 

Recibiendo por gracia Su perdón, por medio de la fe en el Señor Jesucristo, el Eterno Redentor, el hombre es liberado de la condena del pecado y del yugo que lo esclavizaba a él, adoptado como hijo de Dios y puesto por morada de Su presencia, por la residencia permanente del Espíritu Santo, que lo acompañará para siempre  consolándole, guiándole, enseñándole y mediando por él.

Y es que somos salvos por gracia, como bien recalca Pablo:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe."
Efesios 2:8-9

¿Quién merece ser salvo? ¿Quién puede hacer obra mayor que la de Dios? ¿Quién puede comprar o perder su salvacion por medio de sus obras? Absolutamente nadie.

Sin la figura del Redentor el hombre está totalmente perdido.

Pero cuando el Redentor ejecuta Su pago en lugar del pecador que se arrepiente, no hay más condena de muerte para él, porque eterna es la obra salvífica de Cristo en la cruz del Calvario, siendo Dios mismo hecho hombre y acarreando en sí todo pecado, presente, pasado y futuro, del arrepentido.

Y aquí estamos los arrepentidos y perdonados, disfrutando de nuestra nueva identidad en Cristo y, con la ayuda del Espíritu Santo, lidiando con nuestra vieja identidad, la que conservamos en la carne, que irá siendo forjada a un cada vez más marcado carácter de Cristo.

Sin embargo, no hay día en que podamos decir "hoy no he pecado", y ahí está la gracia de Dios, nuestro Eterno Padre, sosteniéndonos y llevándonos a Su presencia, restaurándonos en cada oración, fortaleciendo la relación con Él y edificándonos con Su perfecta palabra.

Hoy es día de afirmarnos en la seguridad de quien tiene por Padre al Todopoderoso Creador de todas las cosas. Podremos, como Josafat, iniciar así nuestra oración:

"Señor y Padre Amado, ¿No eres Tú el Creador de todas las cosas, que además las sostienes con el poder de Tu palabra? ¿No es acaso inconmensurable Tu amor, que diste a Tu Hijo en pago por nuestros pecados, para librarnos de la muerte? ¿No tenemos en Cristo la vida eterna, por cuanto Eterno es Él, siendo Dios, y Su vida puesta en lugar de la nuestra desde el momento de nuestra redención?
Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, inescrutables son tus pensamientos e incomprensibles Tus propósitos a ojos nuestros. Pero sabemos que, aún sea desde la zarza o desde el barrizal en que hayamos caído, en el momento en que clamemos a Ti, acudirás en nuestro rescate, nos restaurarás y seremos salvos."

Y nos afirmamos en Cristo Jesús, recordando:

"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte."
Romanos 8:1-2


























miércoles, 15 de marzo de 2023

ACTITUD ANTE EL AVISO, 2 Crónicas 20:1-4

ACTITUD ANTE EL AVISO, 2 Crónicas 20:1-4

Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová: y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová.
2 Crónicas 20:1-4

A excepción de su colaboración con Acab, la atención del reinado de Josafat se centraba exclusivamente en los asuntos internos, siendo su especial interés el que el reino en su totalidad se volviera a Dios y a Su palabra. 

Leímos que el rey de Judá nombró jueces por toda la tierra, afirmando y asegurando el reino en la ley de Dios. 

Leemos hoy por el cronista que, aunque Josafat no estaba por la labor de buscar enemistades con las naciones vecinas, los hijos de Moab y de Amón se levantaron para hacer guerra contra él. 

Estos tenían pensado atacar por sorpresa. Presentarse sin que a Judá le hubiera dado tiempo a prepararse o a buscar algún tipo de acuerdo diplomático para evitar el conflicto. 

Y he aquí que algunos vinieron a dar aviso al rey de la intención de los enemigos y de la situación en donde estaban localizados. 

¿Quiénes eran estos "algunos"? No lo sabemos. Quizá se tratara de habitantes comunes de la zona, vigilantes o a saber. El caso es que su identidad no trasciende en el escrito.

De haberles acompañado algún profeta de Dios, probablemente, habríamos sabido su nombre. 

Ahí estaban éstos, los "algunos" que advertían a Josafat sobre un peligro inminente. Cosa que el rey podría haberlos desestimado o, cuanto menos, haber enviado a sus hombres a comprobar hasta qué punto era cierto. 

Pero la reacción de Josafat fue de un apremiante clamor a Dios, con su consiguiente proclamación de ayuno que se extendió por todo Judá. 

Sabemos que Dios se revela ampliamente en Su palabra, mostrándonos Su carácter, Su voluntad y Su propósito para con toda la humanidad. 

Hoy en día podemos disfrutar de la Biblia, que es la compilación de escritos en los que Dios ha inspirado al autor Su revelación hacia el mundo, culminando Su máxima manifestación en el Hijo, el Señor Jesucristo. 

Antes de esto, Dios fue revelando al hombre todo lo que había de acontecer mediante Su inspiración y, mientras iban formándose los manuscritos en el transcurrir de los tiempos, se hacía uso de profetas que llevaran al pueblo Su palabra, ya fuera en modo de advertencia, instrucción o consuelo, para que el hombre pudiera guiarse por Su palabra a través de estos enviados, con la certeza de estar siendo encaminados en la voluntad de Dios. 

Es por eso que todo aquel que tenía dispuesto su corazón a buscar la voluntad de Dios tenía en una consideración muy especial a los profetas, entendiendo que sólo a través de ellos podían tener la certeza de recibir palabra de Dios, aunque aún debían examinarlos, ya que no dejaban de ser hombres, según el mandato divino, y podía haber engañadores en medio de ellos. 

"Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma."
Deuteronomio 13:1-3

Aunque también hubo verdaderos profetas de Dios que fueron ninguneados, desechados y hasta torturados o asesinados, a causa de la rebeldía en que se encontraba su audiencia en el momento. 

Dicho esto, si tan fácil era poner en duda a quien se presentaba como profeta, ¿para qué creer que esos "algunos" le estaban diciendo verdad a Josafat? 

Pero como bien dice el proverbio:

"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza."
Proverbios 1:7

Josafat optó por la reacción más genuina que podría tener un hombre temeroso de Dios, clamar a Él en humildad y ayuno, y con él todo el reino. 

Porque, ¿qué tal si fuera falso el aviso? Aún siendo falso, ya era positiva su humillación y búsqueda del rostro de Dios y de Su ayuda. 

Pero de ser cierto, en el tiempo perdido entre las dudas o la desestimación hacia estos mensajeros se les habría echado el enemigo encima y ya no tendían nada que hacer. 

Reiterando en lo dicho anteriormente, en la actualidad disponemos del cánon cerrado de las Santas Escrituras, las que nos muestran, por el Antiguo Testamento el propósito de Dios y por el Nuevo Testamento, la ejecución de Su plan salvífico consumado en el Señor Jesucristo.

En el Nuevo Testamento, además de los evangelios y del libro de los Hechos, que nos mostrarían la conclusión de la obra de salvación en Cristo y el nacimiento de Su iglesia, disponemos también de una amplia correspondencia doctrinal, devocional y pastoral habida durante el primer siglo de la era Cristiana, donde a través de Pablo, Pedro, Judas, Juan y Santiago, se nos discipula en la vida práctica de la fe y en la actitud en medio de las adversidades. 

Podemos decir que Dios nos habla a través de Su palabra escrita, que es la Biblia, sin lugar a dudas. 

Aunque también, y en diferencia con los creyentes veterotestamentarios, a través del nuevo nacimiento en Cristo, el Espíritu Santo mora en cada uno de nosotros, los que en Él hemos creído. De modo que el Espíritu nos guía, nos consuela y nos advierte durante nuestro recorrido de vida en este mundo. 

Y así es como a veces, además de que nos venga a la mente el recuerdo de un concreto pasaje bíblico, leído quizá hace tanto que ni recordamos siquiera en cual libro, somos también inquietados ante una situación aparentemente inofensiva sin saber por qué, o aparece un dolor inusual en nuestro cuerpo estando aparentemente sanos.

Y es entonces donde el texto que reflexionamos hoy, sobre la actitud de Josafat ante el aviso, nos lleva a revisar introspectivamente con qué oído y con qué reacción afrontamos avisos que pensamos que son anónimos, como un malestar físico o una inquietud emocional. 

¿Cuál es nuestra primera acción cuando esto nos sucede? ¿Quizá lo desestimamos, dejándonos llevar por la aparente paz del momento? Posiblemente la mayoría optaremos por obrar por nuestra cuenta, buscando entre los hombres quien nos confirme si el aviso es cierto. ¿Qué tal un chequeo médico, o la opinión de un profesional en el área en que estamos siendo inquietados? 

Hoy es día de no perder el tiempo buscando qué hacer por nuestra cuenta, y de acudir de inmediato a nuestro Padre celestial, donde hallaremos indubitablemente la respuesta. 

"El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y reciben el daño."
Proverbios 22:3






















viernes, 10 de marzo de 2023

EL CENTRO DE LA JUSTICIA, 2 Crónicas 19:8

EL CENTRO DE LA JUSTICIA, 2 Crónicas 19:8

Puso también Josafat en Jerusalén a algunos de los levitas y sacerdotes, y de los padres de familias de Israel, para el juicio de Jehová y para las causas. Y volvieron a Jerusalén .
2 Crónicas 19:8

Tomando un sólo versiculo para nuestra reflexión devocional, partiremos de la meditación anterior para proseguir en la de hoy, en ilación con el nombramiento de los jueces, por parte de Josafat.

Nombró, pues, a jueces que juzgaran con juicio justo por todo el reino, conforme a la ley de Dios.

Asimismo, según leemos, Josafat hizo volver a Jerusalén, el centro de la justicia donde llevar a cabo los sacrificios para la reconciliación con Dios, a sacerdotes y levitas, poniendo también ahí jueces de entre los jefes patriarcales.

Desde que Adán pecó y hasta el Señor Jesucristo, el hombre se encontraba totalmente separado de Dios.

Pero Dios, grande en misericordia y por amor a nosotros, se acercó al hombre y le proporcionó el modo en que este pudiera acceder a Él sin morir en el intento, a causa del pecado.

Adán y Eva fueron los primeros en entender que sus pecados merecían la muerte, y en comprobar el amor de Dios y Su misericordia. Expulsados del jardín, sus vidas fueron perdonadas, poniéndolas en lugar de dos animales, y sus pieles usadas por su Creador les proporcionó, además, unas túnicas con qué cubrirse.

Abel comprendió esto perfectamente el día que le ofreció lo mejor de su rebaño, animal que le permitiría acercarse a Dios por medio de su sacrificio.

Más adelante, Abram será llevado a tener una gran descendencia y recibirá instrucción en este sistema sacrificial para su acercamiento con Él.

Conforme se sucede la historia de la humanidad podremos comprobar que muchos copiaron este sistema para venerar a sus dioses.

Pero solamente el pueblo de Dios, el que desde Abraham Dios formó y santificó para traernos con él al Redentor, recibió la revelación y la instrucción necesaria de Dios para que el hombre volviera a tener comunión con Él.

Moisés, pues, recibió la ley. De este modo se acotaba con precisión cómo debía ser el hombre digno de llamarse santo y justo delante de Dios.

Y aunque la ley era muy clara y precisa, no hubo hombre en Israel capaz de cumplirla, cosa que evidenciaba la necesidad de un Redentor, ya que con el sistema sacrificial, dado por Dios a los levitas, sólo se redimía el pecado cometido hasta la fecha del sacrificio y sólo si éste había sido expuesto delante de Dios en el momento en que era dada esta ofrenda.

La idea de un Redentor que había de venir no era nueva para Israel, ni siquiera para el resto de la humanidad, ya que Dios la reveló desde el mismo momento en que Adán pecara, con la promesa de la  simiente de la mujer.

"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar."
Génesis 3:15

Cada pecado que comete el hombre tiene un valor infinito, por cuanto el hombre no peca contra sí mismo, sino contra Dios, su Creador, que es Eterno. Siendo así, el Redentor no podía ser otro que Dios mismo dando el pago por los pecados, porque de otra manera, ni sacrificándonos toda la humanidad seríamos capaces de redimirnos de nuestra condena.

Y aquí el amor de Dios para con el hombre, que no teniendo necesidad de hacerlo, se puso a Sí mismo como centro de la justicia, haciéndose hombre y reconciliándonos de este modo y para siempre con Él.

Nacía pues, Jesús, Dios Hijo hecho carne, según la primera promesa de redención, no nacido de hombre ni de voluntad humana, sino puesta la simiente en una virgen del linaje de David.

Y habiéndose dado en sacrificio por amor a nosotros, podemos acceder directamente a Dios por medio de Cristo, en reconocimiento a Él y a Su obra salvífica en la cruz del Calvario.

Pudiéramos decir que en esa cruz murió el hombre, pudiéramos pensar que murió Dios, ¡Hay tantas cosas que se piensan cuando no se entiende el misterio de Dios Hombre, en la persona de Jesucristo!

Dios mismo bajó, se encarnó, vivió sujeto a los tiempos y a las adversidades como cualquier hombre, pero sin pecado, por cuanto es Dios. E impecablemente, Dios Hijo, Jesús, el centro de nuestra justicia, derramó hasta la última gota de su sangre librándonos de la deuda.

A Jesús nadie le quitó la vida, sino que la puso en pago Él mismo conforme a Su plan de salvación, y resucitó al tercer día, resurrección revelada de antemano por Él mismo a sus discípulos antes de que fuera aprehendido y llevado ante Pilato.

"Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día."
Lucas 9:22

Resucitado y a la diestra del Padre, el Señor Jesucristo es nuestro centro de la justicia, quien librándonos de la condena por el pecado a todos los que creemos en Él, no nos dejó solos, sino hizo morar en nosotros el Espíritu Santo, el Intercesor, Guía y Consejero, Dios mismo, adoptándonos en la nueva identidad de hijos suyos en Cristo Jesús.

En el Señor Jesucristo hay justicia para con toda la humanidad, siendo que hay redención para con el que en Él cree y condena para con quien lo rechaza.

Su justicia no tardará mucho en caer sobre vivos y muertos, y ya no habrá quien se libre, porque así lo ha dictaminado:

"He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra."
Apocalipsis 22:12

Hoy Dios está teniendo paciencia con todos los hombres, para que creamos en Él y seamos salvos, antes del gran día en que debamos rendir cuentas delante de Su trono.

Si nacimos de nuevo en Cristo, tengamos paz, pero miremos bien cómo andamos, según la nueva identidad.

Pero si la cosmovisión posmoderna nos tiene absortos en la incredulidad que reza: "Dios no existe y, si existiera, no lo necesitamos", pensemos seriamente ésto: "¿Mi existencia es sólo fruto de la casualidad? ¿Y si existe Dios? ¿No habrá quien me libre de condena? Sí, mediante la fe en Cristo."

Recordando la advertencia e invitación del Señor, en Su palabra, diciéndonos "la paga del pecado es la muerte mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro", como bien anotó Pablo a los Romanos, meditemos en Jesús, el centro de la justicia, y no desoigamos la voz de la conciencia, avisándonos al modo del Predicador:

"Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto."
Eclesiastés 9:4























viernes, 3 de marzo de 2023

HIJOS DEL JUEZ JUSTO, 2 Crónicas 19:5-7

HIJOS DEL JUEZ JUSTO, 2 Crónicas 19:5-7

Y puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares. Y dijo a los jueces: Mirad lo que hacéis: porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar de Jehová, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho.
2 Crónicas 19:5-7

En los pasados devocionales leímos sobre el carácter de Josafat y su firmeza contra la idolatría. También supimos tocante a su posterior emparentamiento con Acab y su colaboración con él, hecho que suscitó la reprensión de Dios a su vuelta a casa.

Pero lejos de quedarse quieto en autolamentaciones, Josafat emprendió de nuevo la obra que había iniciado de conducir al pueblo a Dios y a guardar Su ley.

Hoy vemos cómo, en esa conducción, se dió la tarea de nombrar jueces, asegurando así al pueblo conforme a la ley.

En este nombramiento, Josafat los asevera como jueces guiados por Dios y no por hombres, apuntando un par de directrices muy claras que deberán cumplir en su ministerio.

Primeramente les recuerda cuál debe ser el origen de su justicia, la cual viene de Dios y no de los hombres; para luego puntualizarles qué acciones no concuerdan con la justicia divina y, por tanto, deben desecharlas.

Podría sonar paradójico hablar de una justicia injusta. Lo cierto es que sí que la hay.

Porque, a pesar de que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, poniendo en él una conciencia apta para hacer el bien, esa conciencia quedó corrompida tras la caída de Adán.

A partir de entonces, la justicia del hombre ha ido degenerándose conforme más se ha alejado de Dios. De modo que cada nación, dispone de su ley, con su propia idea de justicia, y dictada en conformidad con su contexto sociocultural o religioso; de manera que se adapta a su interés humano en lugar de que este interés humano se someta a una sola justicia, verdadera y santa, que es la de Dios.

Es en esta justicia santa y verdadera, en la que Josafat nombra a sus jueces. Una justicia que no hace diferencias entre un hombre y otro, y que no acepta sobornos.

Imaginémonos por un momento que Dios aceptara algún trato humano por encima de Su ley, pues ya no existiría la justicia.

¿Cuántas veces, en nuestra obcecación por hacer lo que nos interesa y no la voluntad de Dios, habremos caído en el soberbio pensamiento de que Dios haría una excepción con nosotros, doblegando Su ley en aquello que, por la Palabra, sabemos de antemano que es pecado?

También nuestro juicio, como hijos de Dios, que es Juez Justo y Verdadero, debe ser recto para con los demás, en el sentido en que si Dios tiene misericordia y paciencia con nosotros, asimismo debemos mostrarlo a los demás, juzgando justamente y para bien, esto es, para edificación, incluso cuando el juicio requiera cuestiones de resolución tajante, como una disciplina o hasta la excomunión de quien se mantiene en su pecado después de su confrontación.

Hablamos del juicio dentro del ámbito eclesial, siendo el creyente el que se sujeta a la ley del Espíritu, por cuanto mora en él, o así debería serlo.

Y es que entre los que formamos el cuerpo de Cristo no debería existir el pleito, cosa que lo hay, confirmando nuestra humanidad e inmadurez, y para corrección y formación en la humildad y la mansedumbre, conforme al carácter de Cristo.

En este sentido, Pablo instruye a los creyentes de Galacia, quienes se habían vuelto juiciosos los unos contra los otros, a raíz de su vuelta a la comprensión de la salvación por obras y no por gracia de Dios, por medio de la fe.

"Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado."
Gálatas 6:1

El juicio justo es aquel en que uno se considera a sí mismo y, en virtud de su redención en Cristo por pura misericordia de Dios y no por mérito humano alguno, reconviene al hermano a través de la Palabra por tal de que por su conciencia y en dirección del Espíritu Santo, pueda ser restaurado y vuelto a la obra en el cuerpo de Cristo.

Porque ninguno de nosotros estamos exentos de caer por haber descuidado la práctica de nuestra fe en el diario vivir. Por tanto, si tenemos derecho a ser perdonados y restaurados como hijos de Dios, ya que en Cristo se llevó a cabo nuestra redención, confirmada por el Espíritu Santo, tanto así nuestro hermano que ha caído necesita ser restaurado.

"Mirad lo que hacéis", advertía Josafat a sus jueces.

Hoy es día de que los hijos del Juez Justo y Verdadero, tomemos las palabras de Josafat como dichas para nosotros, desechando la laxitud humana que entorpece la justicia perfecta y santa de Dios.

Tomaremos también de Pablo la propuesta del ejercicio de autoconfrontación. Sea el Señor guiándonos a toda justicia.

"Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga."
Gálatas 6:4-5



















lunes, 27 de febrero de 2023

CONDUCIR A CRISTO, 2 Crónicas 19:4

CONDUCIR A CRISTO, 2 Crónicas 19:4

Habitó, pues, Josafat en Jerusalén ; pero daba vuelta y salía al pueblo, desde Beerseba hasta el monte de Efraín, y los conducía a Jehová el Dios de sus padres.
2 Crónicas 19:4

En la reflexión devocional de hoy tocaremos tan sólo un versículo y será tan, tan corta como necesaria. 

Recopilando sobre lo leído, Josafat se hizo fuerte contra Israel, tanto así que dejó de tenerle respeto y acabó aliándose con éste, emparentando con él, esto es, pactando matrimonio entre su hijo y la hija de Acab, el rey de Israel. 

Con esta afinidad que buscó con quien no debía, participó en un acto totalmente reprobado por Dios, que fue el ir a la guerra contra Ramot de Galaad. 

Aún así, Dios, en Su misericordia, lo rescató y le trajo de vuelta a casa, sano y salvo. 

Hoy leemos que, tras este tropiezo, y en virtud de ser el rey que desde el principio rechazó toda idolatría y se sometió a Dios, no se limitó a adorarlo en la intimidad de su entorno sino que, moviéndose por todo el reino, sus actos conducían a todos a adorar al Señor y guardar Su palabra. 

Los que somos de Cristo podemos tropezar, porque aunque redimidos por Su sangre, en nosotros aún permanece nuestra naturaleza caída, la que nos lleva al error cuando descuidamos la práctica de nuestra fe en el día a día. 

Pero Dios nos trae de nuevo a Él cuando clamamos en Su auxilio y de nuevo continuamos nuestro caminar en Cristo, habiendo aprendido cuán grande es el precio de la desobediencia. 

El recorrido de Josafat por todo el reino nos recuerda, también, el carácter de Pablo, el cual nos es de ejemplo: 

"Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo."
Romanos 15:18-19

Dicho esto, el versículo tratado hoy nos insta a mirar en nuestro interior y a juzgar introspectivamente cuál sea la forma en que vivimos a Cristo. 

¿Acercamos a Cristo a los demás, con nuestra actitud diaria frente a la vida, o estamos más bien reservándonos esta bendición para nosotros mismos? O peor aún, ¿será que no sólo no mostramos a Cristo en nuestro ser, sino que además, con nuestros hechos, provocamos rechazo a quienes no conocen el evangelio? 

Hoy es día de meditar cómo estamos viviendo a Cristo. 

"No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo."
1 Corintios 15:33-34

























sábado, 25 de febrero de 2023

LA ACTITUD REPROBABLE, 2 Crónicas 19:1-3

LA ACTITUD REPROBABLE, 2 Crónicas 19:1-3

Josafat rey de Judá volvió en paz a su casa en Jerusalén. Y le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto. Pero se han hallado en ti buenas cosas, por cuanto has quitado de la tierra las imágenes de Asera, y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios.
2 Crónicas 19:1-3

Volvemos a centrarnos en Josafat después de que el cronista abriera un paréntesis en su vida en el que Acab tomara protagonismo. 

Después de la muerte del rey de Israel, contra Ramot de Galaad, Josafat vuelve a su casa sano y salvo por la mano de Dios, a quien tuvo que clamar cuando se encontraba a punto de morir en manos enemigas. 

Entonces, el profeta Jehú aparece en escena, no para darle la bienvenida entre el vítore y el halago, sino para darle una muy directa palabra de reprensión de parte de Dios. 

Y es que Josafat debía estarle muy agradecido, ya que bien pudiera Dios haber permitido que él también muriera en batalla, por haberse aliado con Acab, el que junto con su mujer, la fenicia Jezabel, rechazaba las cosas de Dios en su reino. 

Pero Dios oyó el clamor de su angustia, lo salvó y permitió que volviese a su casa sin daños. 

Y esto es lo que vino a recalcarse por medio de Jehú, que ante tan aborrecible acto de deslealtad, Dios podría tranquilamente haber cerrado el oído a su clamor, haciéndole preso de las palabras que le dijo a Acab cuando éste le pidió apoyo para ir a la guerra. 

"Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Y él respondió: Yo soy como tú; y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra."
2 Crónicas 18:3

Habiendo sido reconocido en un principio como un rey que se había fortalecido contra Israel, ahora venía a ser su pariente y copartícipe de sus cosas. 

Como la de Acab, pues, fuera su suerte. Pero Dios es misericordioso y amplio en perdonar a todos los que claman a Él, cosa que Josafat hizo ipso facto, en medio del peligro. 

Cuando somos hechos nuevas criaturas en Cristo, con el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros dándonos una nueva vida, limpiando nuestras conciencias e insuflando una nueva voluntad en nuestro ser, la voluntad de Dios.

Aún así, y mientras andamos en este cuerpo y en este mundo, continuamos manteniendo nuestra propia voluntad, esta es la de la carne, con la que hay que lidiar a diario para someterla a la del Espíritu, para que cada vez sea más notable en nosotros el carácter de Cristo.

El celo de Dios es tan fuerte cuando el Espíritu nos transforma de muerte a vida, porque su propia llenura nos muestra qué está bien y qué no a ojos del Padre. Pero conforme pasa el tiempo, nuestra antigua naturaleza va buscando hacerse el hueco. 

Lo que antes rechazábamos como malo, como en el caso de Josafat en sus inicios, luego lo vamos viendo menos malo y hasta aceptable en nuestras vidas, emparentando con ello como algo asumible y acorde a nuestra identidad. 

Y son aquellas cosas que en su día rechazamos y aceptamos después, las que nos llevan a los problemas, aquellos en los cuales clamamos a Dios por Su ayuda, y de los que el Señor nos rescata. 

Dios es paciente para con nosotros, mientras que nuestro error por excelencia suele ser el confundir Su paciencia con Su complacencia.  

La complacencia de Dios es para con todo lo sujeto a Su voluntad, mientras que Su paciencia es para con nosotros a pesar de no estar andando en ella. 

Y aunque el Señor nos libra de todo mal, trayéndonos de nuevo a Él, tal como Josafat volvió a su casa sano y salvo, no se agrada en nada de aquella actitud reprobable que nos llevó a clamar a Dios.

Podríamos aplicarnos las palabras de Jehú, cuando nos codeamos con el pecado, aunque también podríamos recordar estas palabras de Jesús: "Ni yo te condeno, vete y no peques más." 

Cuando el Señor dijo esto, una adúltera arrepentida esperaba a ser apedreada por muchos. Jesús tocó las conciencias de aquellos hombres que esperaban ver caer la primera piedra sobre ella, de modo que todos acabaron marchándose sin hacer nada. 

Al verse librada de la muerte inminente, Jesús le advierte con el "no peques más", reprobando tajantemente el acto que la hizo encontrarse en esa situación tan peligrosa y vergonzosa. 

Nótese que primero dijo "ni yo te condeno", ya que de Jesús viene el perdón. Pero no debemos olvidar que el mismo Redentor es también Juez para los que no le creen, y tampoco deja de serlo para con Sus hijos, aunque sobre estos pesa la justificación en Cristo. 

Justificados en Cristo y por ende, libres de condenación, no debemos tomar esta libertad como una puerta al libertinaje, que pone en duda nuestra identidad cristiana, sino como la ocasión de escoger lo bueno, cosa que en nuestra pasada vida no podíamos hacer por el pecado que nos ataba. 

Aunque en algún momento pudiéramos llegar a pensar que los santos no pecan, este pensamiento nos llevaría a ensoberbecer pisando por encima de la propia palabra de Dios, que nos insta constantemente a la santidad y a aborrecer lo malo. 

¿Y qué peor pecado que la soberbia? No serán pocas las veces en que, creyéndonos fuertes en el Señor, ha sido tal nuestro tropiezo que caímos hasta el fondo. 

Josafat se sintió fuerte contra Israel y aún así acabó aliándose con éste, arrastrando con su decisión a sus tropas e incluso a su hijo, por su matrimonio pactado con la hija de Acab. 

Nuestra sensación de firmeza en Cristo nos debilita en el sentido en que dejamos de sentir la necesidad de acudir a Dios, en busca de Su voluntad en cada paso que damos. 

Sobre esto tenemos advertencia, la cual dice en la Palabra:

"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga."
1 Corintios 10:12

Tomando el consejo y recordando también a Pablo, con su "miserable de mí", tocante a la ley del pecado que mora en su carne, sirvamos a Dios con la mente, sometiendo los pensamientos a los pies de Cristo, lugar en el que nuestro corazón podrá mantenerse humilde y así libre de caer en actitud reprobable.

Hoy toca buscar a Dios y presentarnos delante de Él con gratitud, por Su inconmensurable amor y misericordia. Que el Señor nos guarde de tropezar y de arrastrar con ello a otros. 

Y si por si acaso hemos caído y no podemos levantar, no dejemos de clamar a Dios y Él nos encaminará de nuevo en Cristo. 

"Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración."
Salmos 4:1
































viernes, 17 de febrero de 2023

SIN LUGAR A BURLA, 2 Cronicas 18:31-34

SIN LUGAR A BURLA, 2 Crónicas 18:31-34

Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Este es el rey de Israel. Y lo rodearon para pelear; mas Josafat clamó, y Jehová lo ayudó, y los apartó Dios de él; Pues viendo los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, desistieron de acosarle. Mas disparando uno el arco a la ventura, hirió al rey de Israel entre las junturas y el coselete. Él entonces dijo al cochero: Vuelve las riendas, y sácame del campo, porque estoy mal herido. Y arreció la batalla aquel día, por lo que estuvo el rey de Israel en pie en el carro enfrente de los sirios hasta la tarde; y murió al ponerse el sol.
2 Crónicas 18:31-34

Continuamos reflexionando en el capítulo dieciocho del segundo libro de Crónicas, donde se encuentran Acab y Josafat recibiendo la palabra de Dios por medio del profeta Micaías, tocante a si salir o no en guerra contra Ramot de Galaad. 

El profeta de Dios claramente advierte que la batalla dará como resultado la muerte del rey de Israel. A lo que Acab, muy airado contra el vidente, lo echa a la cárcel a pan y agua hasta que el rey vuelva de la guerra. 

Una vez dispuestos a batallar, a pesar de la advertencia divina, Acab convino con Josafat que él se disfrazaría como cualquiera de sus soldados, entrando en batalla entre ellos, mientras que el rey de Judá mantenía su atuendo real. 

Así esperaba Acab burlar la palabra de Dios dada por el profeta, intentando salir airoso mientras dejaba a su futuro consuegro en una situación peligrosa, ya que el enemigo lo confundiría fácilmente con él, dándole muerte. 

Sin embargo, redacta el cronista que una flecha al azar truncó sus planes, hiriéndolo de tal manera y en tales circunstancias que no pudo hacer más que dejarse morir, cumpliéndose así lo decretado por Dios. 

La voluntad de Dios es contundente, no así como la voluntad del hombre, que es más bien circunstancial, de modo que hoy puede decidir hacer ésto y mañana desdecirse y hacer aquello, según le conviene en el momento. 

A lo largo de toda la historia, la humanidad va dando bandazos en sus decisiones, todas ellas encaminadas a su propio interés. 

A pesar de esto, el decreto de Dios con respecto a Su creación es inamovible y hace cumplir Su voluntad para con toda ella, al márgen de cualquier esfuerzo humano o sobrehumano de frustrar Su designio. 

Hoy leímos sobre el fin de Acab, quien pasó a la historia como el peor rey habido sobre Israel, que no supo gobernar a derechas, conforme a la voluntad de Dios, sino más bien llegó a ser un títere en manos de su mujer pagana Jezabel y su afán por destruir todo lo divino, imponiendo sus ídolos con sus artes seductoras. 

Cabe decir que ella también acabó mal, aunque la crónica se centra en el rey de Israel y no por él, sino por el peligro que le supuso al rey de Judá el decidir emparentar con él y hacerse partícipe de sus nefastas decisiones. 

Aunque viéndolo de lejos y desde nuestra vida redimida en Cristo, podemos rasgar nuestros vestidos al más puro estilo del fariseo que juzga a otro, lejos de juzgar tanto la conducta de Acab, por pretender burlar a Dios, como la de Josafat por permitirse participar de ello, el texto nos invita a mirar introspectivamente nuestra manera de vivir la fe y la aceptación de la voluntad de Dios en nuestro día a día. 

No hay creyente exento de encontrarse en situaciones en las que Dios dice claramente en Su palabra cómo obrar, mientras que, a su parecer y según le apetece, acabe creyendo pretenciosamente que el Señor va a hacer una excepción con él. 

Y es que el pensamiento de que Dios vaya a hacer una excepción con nosotros no proviene del Espíritu, sino es nuestra soberbia manifestándose e intentando vanamente que la voluntad divina se acomode a nuestro interés. 

Pero como somos de Dios, la vida de los redimidos en Cristo tiene un propósito, que se cumplirá sí o sí a pesar de las consecuencias derivadas de las decisiones que tomemos al márgen de Él. 

Consecuencias que deberemos sobrellevar con humildad y gratitud, las cuales nos van a servir para recordar que es Dios quien sabe lo que nos conviene y que, a pesar de todo, el Señor nos encamina incluso cuando, por nuestra obcecación, hayamos caído en aquella situación tan insostenible que ya no sabemos ni por dónde tirar. 

Ahí es cuando nos ocurre lo que a Josafat, que estando a punto de morir en manos de los de Ramot de Galaad no le quedó otra que clamar a Dios. 

Hoy va a ser el día en que nuestro paso se encamina firmemente sobre la voluntad de Dios. 

Siendo que si como Acab, hemos buscado salir airosos al márgen de Su palabra, recordemos tal advertencia:

"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna."
Gálatas 6:7-8

Y si, como en el caso de Josafat, nos vemos envueltos en el problema por habernos dejado llevar por otros, no nos olvidemos nunca de clamar a Dios. Cantaremos, pues:

"Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma. A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; Atendió a la voz de mi súplica. Bendito sea Dios,que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia."
Salmos 66:16-20

















viernes, 3 de febrero de 2023

LA DISPOSICIÓN DEL CORAZÓN, 2 Crónicas 18:18-22

LA DISPOSICIÓN DEL CORAZÓN, 2 Crónicas 18:18-22

Entonces él dijo: Oid pues palabra de Jehová: Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y Jehová preguntó: ¿Quién inducirá a Acab rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía así, y otro decía de otra manera. Entonces salió un espíritu, que se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué modo? Y él dijo: Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Y Jehová dijo: Tu le inducirás, y lo lograrás; anda y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues Jehová ha hablado el mal contra ti.
2 Crónicas 18:18-22

Retomando la lectura y reflexión en el segundo libro de Crónicas, Micaías es llamado a profetizar por solicitud de Josafat.

Antes de esto, y como recordatorio, en los versos anteriores vimos que Josafat emparentó con Acab, pactando matrimonio de su hijo con la hija del rey de Israel.

Acab, pues, recibió la visita de Josafat, el que sería su consuegro y, aprovechando la visita, lo convenció para que fuese con él a la guerra contra Ramot de Galaad.

Habiendo Josafat aceptado, sin pensárselo dos veces ni consultarlo con el Señor, puso sin embargo como condición que Acab consultase a Dios si es que debían o no salir a la guerra. En lo que Acab acepta, eso sí, llamando solamente a los profetas que le auguraban siempre a favor de él.

Detectando Josafat que éstos sólo decían lo que su rey quería escuchar, reconvino a Acab para que buscase un verdadero profeta de Dios, cosa difícil de encontrar en un reino de donde los sacerdotes y levitas fueron expulsados, para poner en su lugar a aquellos que adoraban a los baales de su mujer, Jezabel.

Pero aún quedaba uno, este era Micaías, que sus penas le costaría cada vez que era enviado al rey para decirle la verdad. Y a éste, a quien no quiso llamar Acab, tuvo que hacerlo venir por petición de su futuro consuegro.

Acab ya se esperaba que no le iba a profetizar a su favor, como era costumbre.

Y después de que se confirma que efectivamente Micaías profetiza en su contra, es cuando el cronista narra esta representación que proferirá, según la leemos, delante del rey de Israel y de sus falsos profetas.

Con estas palabras, la verdad espiritual que Micaías quiso representar era muy simple: todos los demás profetas eran falsos y sólo él hablaba de parte de Dios.

El corazón de Acab, ensimismado y dirigido a Jezabel, no iba a aceptar la palabra de Dios.

Micaías representa aquí el endurecimiento de Acab a través de esta escena, en la cual Dios está en Su trono, no siendo ya solamente el Dios de Israel, sino Dios universal. Y a todo el ejército de los cielos sujetados a Su orden, de entre el cual hay un espíritu que se ofrece para engañar a todos los profetas del rey de Israel.

No es que con esto quiera decir que Dios sea un tirano, que condena injustamente a nadie a no creer o a creer mentira, sino que el relato trata simplemente de la confirmación de cuál es la disposición del corazón de Acab.

Porque queriendo escuchar solamente a los que profetizan a favor suyo, estaba cerrando su corazón a la verdad.

Al fin y al cabo cada cual acaba escuchando, como Acab, lo que en su corazón se ha dispuesto a escuchar.

Esto es un peligro, si es que nuestro corazón no está dispuesto a Dios.

Cualquiera es susceptible de caer en el ensimismamiento de creer "yo merezco esto o aquello".

Y aunque los que somos en Cristo hemos sido capacitados por el Espíritu Santo, por cuanto mora en nosotros, a reclinar este tipo de pensamientos egocéntricos, debemos reconocer que no son pocas las veces que una meditación por el estilo se trata de hacer sitio en nuestra mente, en los momentos más bajos.

Lo peligroso viene cuando prestamos oído de más a ese lejano eco codicioso, permitiendo que cada vez sea más audible, de modo que acabemos adoptándolo como una voluntad propia mayor a la de seguir a Cristo, quien advirtió a sus discípulos:

"Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame."
Lucas 9:23

Debemos reconocer que, como humanos que somos, a los creyentes no nos gusta sufrir y que, aunque el Espíritu nos reconforta, grande es la tentación de que en momentos de debilidad podamos acabar pensando que a Dios no le gusta ver sufrir a sus hijos, en justificación de aquel obrar al márgen de la voluntad del Padre, la cual es conforme a la imagen y al carácter de Cristo.

Pero no es sino a través del sufrimiento temporal que nuestra alma puede verse fortalecida y dirigida hacia lo eterno, ya que nuestra carne siempre tenderá a lo suyo propio, lo cual es cosa temporal que sólo se aprovecha mientras este cuerpo vive.

La pregunta que nos ha de surgir ante esta reflexión es si estamos dispuestos a soportar el sufrimiento, si es que llega este a nuestra vida, por tal de seguir forjándonos en el carácter de Cristo.

Hoy es día de echar una mirada introspectiva a la disposición real de nuestro corazón, si es que somos de Cristo, con todas las consecuencias que pueda acarrear en este mundo, o si solamente estamos dispuestos a llevar la etiqueta.

El Señor nos fortalezca para soportar los sufrimientos y si, por si acaso,  pensamos llevar de Cristiano solamente el nombre, sepamos que el nombre no salva si no se tiene al Señor que lo comprende.

Daremos gracias a Dios porque todos los días nos da una nueva oportunidad de disponer nuestro corazón a Él, para no terminar como Acab, endurecidos por escuchar a los palabreros.

Y para palabra, ésta, la cual todos los días es buena retenerla:

"Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación."
Hebreos 3:14-15

















domingo, 1 de enero de 2023

DECISIONES Y CONSEJOS, 2 Crónicas 18:1-17

DECISIONES Y CONSEJOS, 2 Crónicas 18:1-17

"Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Y él respondió: Yo soy como tú; y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra. Además dijo Josafat al rey de Israel: te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová. Entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos profetas, y les preguntó: ¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o me estaré quieto? Y ellos dijeron: Sube, porque Dios los entregará en mano del rey. Pero Josafat dijo: ¿Hay aún aquí algun profeta de Jehová, para que por medio de él preguntemos?"

"Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo: Haz venir luego a Micaías hijo de Imla."

"Dijo Micaías: Vive Jehová, que lo que mi Dios me dijere, eso hablaré. Y vino al rey."

"Entonces Micaías dijo: He visto a todo Israel derramado por los montes como ovejas sin pastor; y dijo Jehová: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa. Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te había yo dicho que no me profetizaría bien, sino mal?"
(2 Crónicas 18:3-6, 8, 13, 16 y 17)

Continuamos leyendo sobre el reinado de Josafat, por el capítulo dieciocho, donde el cronista nos habla de su emparentamiento con Acab, el rey de Israel.

Acab ha pasado a la historia por ser el peor rey de Israel. Éste es el que tenía por mujer a Jezabel y llevó todo su reinado influenciado por ella.

(Los hijos de estos dos reyes eran prácticamente de la misma edad, por lo que Josafat pactó con Acab el matrimonio entre ambos.)

Y el relato que va a narrar después de mencionar ésto, inicia con la visita de Josafat al rey de Israel. Acab lo recibe con un buen banquete de bienvenida, ocasión perfecta para convencerle de que se uniera con él en lucha contra Ramot de Galaad.

No le costó mucho convencerlo, pues Josafat aceptó casi al momento y de forma unilateral, esto es, sin consultar antes con Dios al respecto.

Seguidamente leemos que Josafat sí le pide a Acab que consulte a Dios, ya no tocante a su colaboración, sino a si debían o no salir en ataque contra Ramot de Galaad.

A lo que hace llamar a cuatrocientos de sus profetas, quienes auguraron todos a su favor.

Detectando Josafat que éstos no eran profetas del Señor, y por solicitud suya, Acab acaba trayendo a Micaías, muy a regañadientes, pues éste sí le profetizaba según lo que Dios le daba a decir, que siempre acababa siendo lo contrario a lo que el rey de Israel deseaba escuchar.

Y en este caso no fue distinto, así que Micaías profetizó en su contra.

A veces nos ocurre que tomamos decisiones sin tener en cuenta a Dios, pensando que hacemos un bien, como hizo Josafat al querer ayudar a Acab.

Una vez enrolados en nuestra decisión buscamos consejo de Dios, pero a veces lo buscamos en lugares equivocados, igual que Josafat, pudiendo él mismo consultar con Dios, le va a pedir a Acab que lo haga él, éste que precisamente había echado a todos los profetas del Señor fuera de su reino.

Después de escuchar tanto consejo, puede ser que nos suceda como Josafat, que se percató de que ninguno de esos profetas eran del Señor, y mandara a traer a uno que sí lo fuera.

Ese es el día que realmente buscamos el consejo divino, el que nos guía a toda verdad, revelándonos a través de éste cuál es la voluntad de Dios con respecto a la situación en la que nos encontramos, la cual será más bien desfavorable si es que estamos donde estamos por nuestra propia decisión.

Asimismo Josafat pudo entender claramente que Dios no estaba de acuerdo con que Acab y Ramot de Galaad se enfrascaran en una batalla, pues a consecuencia de ésta el rey de Israel saldría perdiendo.

Durante el pasaje reflexionado hoy hallamos que Dios no avala nuestras decisiones tomadas unilateralmente y que si buscamos consejos en el lugar equivocado, por muy favorables que éstos parezcan, no serán verdaderos ni conforme a la voluntad de Dios.

No será la primera vez que nos haya ocurrido como a Josafat.

Pues, ¿cuántas veces nos enfrascamos en situaciones que no nos competen sin consultar primero cuál sea la voluntad de Dios?

Igualmente, ¿cuánto tiempo habremos perdido a veces de mal en mal consejo, por no buscar directamente en la palabra de Dios?

Hoy es día de meditar cuántas son las decisiones que tomamos a diario por nuestra propia cuenta y cuáles son las que hemos sometido de antemano a la voluntad de nuestro Padre celestial.

Porque más de un disgusto nos ahorraremos cuando sea el Señor guiando nuestros pasos, retengamos en la memoria este sabio consejo.

"Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados."
Proverbios 16:3



















ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17 Y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén , y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: N...