Habitó, pues, Josafat en Jerusalén ; pero daba vuelta y salía al pueblo, desde Beerseba hasta el monte de Efraín, y los conducía a Jehová el Dios de sus padres.
2 Crónicas 19:4
En la reflexión devocional de hoy tocaremos tan sólo un versículo y será tan, tan corta como necesaria.
Recopilando sobre lo leído, Josafat se hizo fuerte contra Israel, tanto así que dejó de tenerle respeto y acabó aliándose con éste, emparentando con él, esto es, pactando matrimonio entre su hijo y la hija de Acab, el rey de Israel.
Con esta afinidad que buscó con quien no debía, participó en un acto totalmente reprobado por Dios, que fue el ir a la guerra contra Ramot de Galaad.
Aún así, Dios, en Su misericordia, lo rescató y le trajo de vuelta a casa, sano y salvo.
Hoy leemos que, tras este tropiezo, y en virtud de ser el rey que desde el principio rechazó toda idolatría y se sometió a Dios, no se limitó a adorarlo en la intimidad de su entorno sino que, moviéndose por todo el reino, sus actos conducían a todos a adorar al Señor y guardar Su palabra.
Los que somos de Cristo podemos tropezar, porque aunque redimidos por Su sangre, en nosotros aún permanece nuestra naturaleza caída, la que nos lleva al error cuando descuidamos la práctica de nuestra fe en el día a día.
Pero Dios nos trae de nuevo a Él cuando clamamos en Su auxilio y de nuevo continuamos nuestro caminar en Cristo, habiendo aprendido cuán grande es el precio de la desobediencia.
El recorrido de Josafat por todo el reino nos recuerda, también, el carácter de Pablo, el cual nos es de ejemplo:
"Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo."
Romanos 15:18-19
Dicho esto, el versículo tratado hoy nos insta a mirar en nuestro interior y a juzgar introspectivamente cuál sea la forma en que vivimos a Cristo.
¿Acercamos a Cristo a los demás, con nuestra actitud diaria frente a la vida, o estamos más bien reservándonos esta bendición para nosotros mismos? O peor aún, ¿será que no sólo no mostramos a Cristo en nuestro ser, sino que además, con nuestros hechos, provocamos rechazo a quienes no conocen el evangelio?
Hoy es día de meditar cómo estamos viviendo a Cristo.
"No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo."
1 Corintios 15:33-34
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