viernes, 31 de marzo de 2023

NO SABEMOS QUÉ HACER, 2 Crónicas 20:12-13

NO SABEMOS QUÉ HACER, 2 Crónicas 20: 12-13

¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros: no sabemos que hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres, y sus hijos.
2 Crónicas 20:12-13

Continuando con el clamor de Josafat en el atrio, delante del pueblo, llegaremos a su conclusión, la petición de ayuda.

La situación es humanamente insostenible. Los de Moab y Amón están metidos ya en sus tierras y listos para atacar. El rey reconoce abiertamente no saber qué hacer. No están preparados para la guerra, ni aún siquiera la buscaban, y el desastre les puede acontecer en cualquier momento.

La angustia y la desesperación de todo Judá y de su rey deben ser bien palpables en este momento. No hay nada que hacer, sólo les queda clamar a Dios.

En los peores momentos es donde sale la humanidad del cristiano, es entonces donde Dios nos muestra claramente nuestra debilidad y nuestra dependencia en Él.

En ese oscuro, frío y aterrador momento en que uno piensa "ya no puedo caer más bajo, ya no hay nada que hacer, Señor en tus manos lo dejo", es cuando Dios demuestra Su inconmensurable amor, Su misericordia y Su eterno cuidado hacia Sus hijos (porque el Padre jamás desampara a Sus hijos, solamente desamparó al Unigénito para consumar Su amor en la cruz del Calvario, para que nosotros, sus adoptados, no tengamos que sufrir del desamparo).

Jamás, jamás, por muy alejados que demos los pasos de nuestro Padre celestial, si somos verdaderamente de Cristo, jamás nos perderemos, sino que Él nos hará volver de vuelta a Sus brazos, sea como sea, caiga quien caiga y con las consecuencias que esto conlleve.

Dichas consecuencias serán la marca de nuestra desobediencia, no siendo voluntad de Dios hacer sufrir a Sus hijos sino que, por nuestra obediencia en anclaje a Su perfecta y santa Palabra, librémonos de caer en tentaciones, huyendo de ellas, como bien avisados estamos, y no hagamos -como solemos hacer en nuestra obcecación- el intento de enfrentarlas (porque tarde o temprano caeremos en ellas).

Igual que hubo el día en que Judá se encontró asediado por sorpresa, no es difícil que los creyentes acabemos rodeados del peligro. Ya sea por descuido o por ensimismamiento, podemos haber dejado infiltrar tanto mundo en nuestras vidas que, sin darnos cuenta, nos veamos asediados por el pecado.

Hoy es día de tomar la mano del Señor para sacarnos del pozo de la angustia y volver a sus frescos pastos de vida y paz.

Sólo se puede en Cristo, y no hay más.

En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó a sus oídos.
2 Samuel 22:7





















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