Los etíopes y los libios, ¿no eran un ejército numerosísimo, con carros y mucha gente de a caballo? con todo, porque te apoyaste en Jehová, él los entregó en tus manos. Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti.
2 Crónicas 16:8-9
Estas palabras que leemos son las que profirió Hanani a Asa, porque éste hizo alianza con Ben-adad por tal de zafarse de Baasa, quien pretendía airlarlo, sitiando Rama.
Pues a Asa no le pasó por la cabeza clamar a Dios, como fue lo esperable según sus experiencias pasadas, sino que esta vez hizo tal cual el rey de Israel, aliarse con este rey pagano y no sólo eso, sino que además le entregó la plata y el oro de la casa de Dios, añadiendo también del suyo propio.
Y aquí encontramos a Dios recordándole a Asa, a través del profeta, los grandiosos ejércitos que le vinieron en contra, en su pasado, y sobre los que obtuvo la victoria gracias a Dios, por apoyarse en Él.
Y añade, ya que al parecer a Asa se le había olvidado:
"Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él."
A Asa le tocará vivir a partir de ahora en consecuencia de sus actos, sabiendo que de las guerras anunciadas ya no le librará Dios.
De este tipo de consecuencias está llena la historia de Israel, y no solamente por rebeldía o dejadez, sino que hasta a Abraham, quien era considerado por Dios mismo como Su amigo, le tocó sufrir las consecuencias de haber aceptado junto con Sara, ocuparse por su cuenta de hacer cumplir el pacto de Dios del hijo de la promesa.
Sucedió pues que, en su ignorancia y estupefacción ante la promesa de darles un hijo a tan avanzada edad y con la matriz seca de Sara, se estimó la necesidad de que Abraham se llegara a su esclava y de ahí naciera el hijo prometido.
Claro, les nació un niño, pero ni de lejos el hijo de la promesa, que debía nacer de Sara y no de su esclava.
En consecuencia, de las generaciones de este hijo surgirán los más aférrimos enemigos de Israel, por cuanto al descender también de Abraham, se sentirán en derecho de reclamar su heredad.
Desde entonces y hasta la fecha, Israel se ha visto siempre envuelto en conflictos con la descendencia de Ismael, el que fuera el hijo de la esclava.
A veces nos preguntamos por qué nos suceden tantas cosas malas, o por qué parece que vivimos en un continuo proceso, largo, tedioso y tortuoso.
Y debemos reconocer que nos gusta pensar que es Dios que nos está procesando porque nos ama, (eliminando de la ecuación los continuos desplantes a él en nuestras tomas de decisiones, grandes o pequeñas, en nuestro diario vivir).
Cierto es que el Señor nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicción, pero Dios no es como esos dioses tiranos que imaginamos en el Olimpo, que con alzar un dedo y apuntar al desgraciado mortal desde una nube, lo termianaba de desgraciar de por vida o de aniquilar, no sin antes hacerle pasar por ridículas pruebas llenas de aún más ridículos enigmas, para hacerle sufrir pensando que se podía zafar de la muerte.
No, los sufrimientos extra no vienen de parte de Dios, sino a consecuencia de las decisiones que tomamos en la vida sin tenerle en cuenta a Él, y aún deberíamos estar agradecidos de que nos guarda de no sufrir consecuencias peores.
A Asa se le estaba advirtiendo que a partir de su mala decisión ahora iba a estar sufriendo más guerra contra él.
Hoy es día de tomar sabiamente este texto y trasladarlo a un análisis retroactivo de cuántas decisiones al día tomamos sin tener en cuenta a nuestro Padre celestial y desatendiendo el consejo del Espíritu Santo.
Aún estamos a tiempo de gritar, cual Pedro en medio de las aguas, diciendo: "¡Señor, sálvame!" , y Él nos tenderá la mano para retornarnos a un corazón apaciguado en medio de la tormenta.
Pongamos desde ya todos nuestros asuntos en manos de Dios, reconociendo nuestros errores y entregándoselos con humildad, clamando:
"Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, sé tú mi ayudador."
Salmos 30:10
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