Cuando oyó Asa las palabras y la profecía del profeta Azarías hijo de Obed, cobró ánimo, y quitó los ídolos abominables de toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que él había tomado en la parte montañosa de Efraín; y reparó el altar de Jehová que estaba delante del pórtico de Jehová. Después reunió a todo Judá y Benjamín, y con ellos los forasteros de Efraín, de Manasés, y de Simeón: porque muchos de Israel se habían pasado a él, viendo que Jehová su Dios estaba con él. Se reunieron, pues, en Jerusalén en el mes tercero del año décimoquinto del reinado de Asa. Y en aquel mismo día sacrificaron a Jehová, del botín que habían traído, setecientos bueyes y siete mil ovejas.
2 Crónicas 15:8-11
Prosiguiendo la lectura, llega el momento en que Asa ha de reaccionar a lo recibido por Azarías.
Según comenta el cronista, sugiere la pronta obediencia de Asa, obrando diligentemente contra la idolatría en el reino y reuniendo a Benjamín y a los de las otras tribus asilados en Judá, para ofrecer en sacrificio gran parte del botín, conseguido en su victoria sobre los de Zera etíope.
Más adelante transcurre el capítulo con la promesa de todos en Judá, de guardar fidelidad a Dios y obediencia a la ley, añadiendo el cronista que el corazón de Asa fue perfecto en todos sus días, para finalizar apuntando la paz que Dios hizo puso sobre Judá durante treinta y cinco años del reinado de Asa.
Fidelidad y obediencia que no se supo, o más bien no se quiso, guardar por generaciones anteriores. Tanto así que la mismísima generación que presenció en persona las aguas abiertas del mar rojo por el poder de Dios, que bebió aguas de una peña y se alimentó del maná, alimento exclusivo y que jamás nadie más tuvo el privilegio de degustar, esa generación entera, pereció en el desierto a causa de su incredulidad y constante rebeldía.
Pero también vemos, haciendo ejercicio de memoria, a quienes actuaron diligentemente en obediencia a Dios, de modo que su prontitud evitó muchas muertes, como es el ejemplo de Finees y su obediente reacción casi instintiva que hizo cesar la mortandad en el pueblo.
"Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: Matad cada uno a aquellos de los vuestros que se han juntado con Baal-peor.
Y he aquí un varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras lloraban ellos a la puerta del tabernáculo de reunión. Y lo vio Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y se levantó de en medio de la congregación, y tomó una lanza en su mano; y fue tras el varón de Israel a la tienda, y los alanceó a ambos, al varón de Israel, y a la mujer por su vientre. Y cesó la mortandad de los hijos de Israel."
"Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel. Por tanto diles: He aquí yo establezco mi pacto de paz con él;"
Números 25: 5-8, 11-12
La vida de santidad requiere fidelidad y obediencia, no porque haya mérito humano alguno en la acción de la santificación en sí, la cual es obra del Espíritu Santo, sino porque para que la acción santificadora que es por el Espíritu, se lleve a cabo, es necesario que los creyentes nos dejemos santificar; esto es, que retiremos de nuestro corazón aquellos viejos altares de nuestra pasada manera de vivir y los tantos nuevos que hemos ido levantando conforme a nuestras concupiscencias.
Podemos recordar a Pablo, cómo habla a los Efesios tocante a la práctica de su vida de fe y para su perfeccionamiento en un cada vez más marcado carácter de Cristo.
"En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad."
Efesios 4:22-24
A lo que después de toda instrucción, añade:
"Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor."
Efesios 5:15-17
El Señor requiere que obremos diligentemente contra el pecado, de manera que se zanje cuanto antes y lo entreguemos en arrepentimiento, lo cual es sacrificio para la gloria del Padre por medio del Hijo, el Señor Jesucristo.
Porque un arrepentimiento sin sacrificio no es arrepentimiento, sino más bien un remordimiento de conciencia de aquel que no se quiere desprender de su pecado.
Y es que, aunque somos nuevas criaturas en Cristo, quien nos liberó de las ataduras del pecado y de la muerte, debemos reconocer que a veces nos cuesta y hasta tratamos de impedir que algún altar de nuestro corazón sea quitado para que ese espacio lo llene Cristo, en el Espíritu Santo.
Porque aunque por mucha necesidad o deseo de algo que sintamos, si ese algo nos hace transgredir la palabra de Dios, ya no hay virtud alguna en la cual pensar, porque de algún modo u otro nos alejará de Cristo, aún sea sólo en los pensamientos.
Hoy es día de tomar la palabra dada por Dios a Azarías como si fuera dirigida hacia nosotros mismos, de manera que tomemos ese altar tan preciado en nuestro corazón, del que tanto nos cuesta desprendernos, y lo destruyamos con diligencia.
Porque no es más la emoción temporal que la seguridad de la salvación en Cristo, la cual es eterna, toda concupiscencia sacrificada parecerá muy dolorosa en el principio, pero la paz del Señor pronto dará consuelo.
Y si por si acaso nuestra mirada se haya desviado de Cristo de manera que tengamos en un altar personal nuestro apoyo, recordemos estos Salmos, para que podamos afirmar, como David:
"Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá. Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti."
Salmos 39:6-7
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