ACTITUD ANTE EL AVISO, 2 Crónicas 20:1-4
Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová: y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová.
2 Crónicas 20:1-4
A excepción de su colaboración con Acab, la atención del reinado de Josafat se centraba exclusivamente en los asuntos internos, siendo su especial interés el que el reino en su totalidad se volviera a Dios y a Su palabra.
Leímos que el rey de Judá nombró jueces por toda la tierra, afirmando y asegurando el reino en la ley de Dios.
Leemos hoy por el cronista que, aunque Josafat no estaba por la labor de buscar enemistades con las naciones vecinas, los hijos de Moab y de Amón se levantaron para hacer guerra contra él.
Estos tenían pensado atacar por sorpresa. Presentarse sin que a Judá le hubiera dado tiempo a prepararse o a buscar algún tipo de acuerdo diplomático para evitar el conflicto.
Y he aquí que algunos vinieron a dar aviso al rey de la intención de los enemigos y de la situación en donde estaban localizados.
¿Quiénes eran estos "algunos"? No lo sabemos. Quizá se tratara de habitantes comunes de la zona, vigilantes o a saber. El caso es que su identidad no trasciende en el escrito.
De haberles acompañado algún profeta de Dios, probablemente, habríamos sabido su nombre.
Ahí estaban éstos, los "algunos" que advertían a Josafat sobre un peligro inminente. Cosa que el rey podría haberlos desestimado o, cuanto menos, haber enviado a sus hombres a comprobar hasta qué punto era cierto.
Pero la reacción de Josafat fue de un apremiante clamor a Dios, con su consiguiente proclamación de ayuno que se extendió por todo Judá.
Sabemos que Dios se revela ampliamente en Su palabra, mostrándonos Su carácter, Su voluntad y Su propósito para con toda la humanidad.
Hoy en día podemos disfrutar de la Biblia, que es la compilación de escritos en los que Dios ha inspirado al autor Su revelación hacia el mundo, culminando Su máxima manifestación en el Hijo, el Señor Jesucristo.
Antes de esto, Dios fue revelando al hombre todo lo que había de acontecer mediante Su inspiración y, mientras iban formándose los manuscritos en el transcurrir de los tiempos, se hacía uso de profetas que llevaran al pueblo Su palabra, ya fuera en modo de advertencia, instrucción o consuelo, para que el hombre pudiera guiarse por Su palabra a través de estos enviados, con la certeza de estar siendo encaminados en la voluntad de Dios.
Es por eso que todo aquel que tenía dispuesto su corazón a buscar la voluntad de Dios tenía en una consideración muy especial a los profetas, entendiendo que sólo a través de ellos podían tener la certeza de recibir palabra de Dios, aunque aún debían examinarlos, ya que no dejaban de ser hombres, según el mandato divino, y podía haber engañadores en medio de ellos.
"Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma."
Deuteronomio 13:1-3
Aunque también hubo verdaderos profetas de Dios que fueron ninguneados, desechados y hasta torturados o asesinados, a causa de la rebeldía en que se encontraba su audiencia en el momento.
Dicho esto, si tan fácil era poner en duda a quien se presentaba como profeta, ¿para qué creer que esos "algunos" le estaban diciendo verdad a Josafat?
Pero como bien dice el proverbio:
"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza."
Proverbios 1:7
Josafat optó por la reacción más genuina que podría tener un hombre temeroso de Dios, clamar a Él en humildad y ayuno, y con él todo el reino.
Porque, ¿qué tal si fuera falso el aviso? Aún siendo falso, ya era positiva su humillación y búsqueda del rostro de Dios y de Su ayuda.
Pero de ser cierto, en el tiempo perdido entre las dudas o la desestimación hacia estos mensajeros se les habría echado el enemigo encima y ya no tendían nada que hacer.
Reiterando en lo dicho anteriormente, en la actualidad disponemos del cánon cerrado de las Santas Escrituras, las que nos muestran, por el Antiguo Testamento el propósito de Dios y por el Nuevo Testamento, la ejecución de Su plan salvífico consumado en el Señor Jesucristo.
En el Nuevo Testamento, además de los evangelios y del libro de los Hechos, que nos mostrarían la conclusión de la obra de salvación en Cristo y el nacimiento de Su iglesia, disponemos también de una amplia correspondencia doctrinal, devocional y pastoral habida durante el primer siglo de la era Cristiana, donde a través de Pablo, Pedro, Judas, Juan y Santiago, se nos discipula en la vida práctica de la fe y en la actitud en medio de las adversidades.
Podemos decir que Dios nos habla a través de Su palabra escrita, que es la Biblia, sin lugar a dudas.
Aunque también, y en diferencia con los creyentes veterotestamentarios, a través del nuevo nacimiento en Cristo, el Espíritu Santo mora en cada uno de nosotros, los que en Él hemos creído. De modo que el Espíritu nos guía, nos consuela y nos advierte durante nuestro recorrido de vida en este mundo.
Y así es como a veces, además de que nos venga a la mente el recuerdo de un concreto pasaje bíblico, leído quizá hace tanto que ni recordamos siquiera en cual libro, somos también inquietados ante una situación aparentemente inofensiva sin saber por qué, o aparece un dolor inusual en nuestro cuerpo estando aparentemente sanos.
Y es entonces donde el texto que reflexionamos hoy, sobre la actitud de Josafat ante el aviso, nos lleva a revisar introspectivamente con qué oído y con qué reacción afrontamos avisos que pensamos que son anónimos, como un malestar físico o una inquietud emocional.
¿Cuál es nuestra primera acción cuando esto nos sucede? ¿Quizá lo desestimamos, dejándonos llevar por la aparente paz del momento? Posiblemente la mayoría optaremos por obrar por nuestra cuenta, buscando entre los hombres quien nos confirme si el aviso es cierto. ¿Qué tal un chequeo médico, o la opinión de un profesional en el área en que estamos siendo inquietados?
Hoy es día de no perder el tiempo buscando qué hacer por nuestra cuenta, y de acudir de inmediato a nuestro Padre celestial, donde hallaremos indubitablemente la respuesta.
"El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y reciben el daño."
Proverbios 22:3