lunes, 27 de febrero de 2023

CONDUCIR A CRISTO, 2 Crónicas 19:4

CONDUCIR A CRISTO, 2 Crónicas 19:4

Habitó, pues, Josafat en Jerusalén ; pero daba vuelta y salía al pueblo, desde Beerseba hasta el monte de Efraín, y los conducía a Jehová el Dios de sus padres.
2 Crónicas 19:4

En la reflexión devocional de hoy tocaremos tan sólo un versículo y será tan, tan corta como necesaria. 

Recopilando sobre lo leído, Josafat se hizo fuerte contra Israel, tanto así que dejó de tenerle respeto y acabó aliándose con éste, emparentando con él, esto es, pactando matrimonio entre su hijo y la hija de Acab, el rey de Israel. 

Con esta afinidad que buscó con quien no debía, participó en un acto totalmente reprobado por Dios, que fue el ir a la guerra contra Ramot de Galaad. 

Aún así, Dios, en Su misericordia, lo rescató y le trajo de vuelta a casa, sano y salvo. 

Hoy leemos que, tras este tropiezo, y en virtud de ser el rey que desde el principio rechazó toda idolatría y se sometió a Dios, no se limitó a adorarlo en la intimidad de su entorno sino que, moviéndose por todo el reino, sus actos conducían a todos a adorar al Señor y guardar Su palabra. 

Los que somos de Cristo podemos tropezar, porque aunque redimidos por Su sangre, en nosotros aún permanece nuestra naturaleza caída, la que nos lleva al error cuando descuidamos la práctica de nuestra fe en el día a día. 

Pero Dios nos trae de nuevo a Él cuando clamamos en Su auxilio y de nuevo continuamos nuestro caminar en Cristo, habiendo aprendido cuán grande es el precio de la desobediencia. 

El recorrido de Josafat por todo el reino nos recuerda, también, el carácter de Pablo, el cual nos es de ejemplo: 

"Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo."
Romanos 15:18-19

Dicho esto, el versículo tratado hoy nos insta a mirar en nuestro interior y a juzgar introspectivamente cuál sea la forma en que vivimos a Cristo. 

¿Acercamos a Cristo a los demás, con nuestra actitud diaria frente a la vida, o estamos más bien reservándonos esta bendición para nosotros mismos? O peor aún, ¿será que no sólo no mostramos a Cristo en nuestro ser, sino que además, con nuestros hechos, provocamos rechazo a quienes no conocen el evangelio? 

Hoy es día de meditar cómo estamos viviendo a Cristo. 

"No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo."
1 Corintios 15:33-34

























sábado, 25 de febrero de 2023

LA ACTITUD REPROBABLE, 2 Crónicas 19:1-3

LA ACTITUD REPROBABLE, 2 Crónicas 19:1-3

Josafat rey de Judá volvió en paz a su casa en Jerusalén. Y le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto. Pero se han hallado en ti buenas cosas, por cuanto has quitado de la tierra las imágenes de Asera, y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios.
2 Crónicas 19:1-3

Volvemos a centrarnos en Josafat después de que el cronista abriera un paréntesis en su vida en el que Acab tomara protagonismo. 

Después de la muerte del rey de Israel, contra Ramot de Galaad, Josafat vuelve a su casa sano y salvo por la mano de Dios, a quien tuvo que clamar cuando se encontraba a punto de morir en manos enemigas. 

Entonces, el profeta Jehú aparece en escena, no para darle la bienvenida entre el vítore y el halago, sino para darle una muy directa palabra de reprensión de parte de Dios. 

Y es que Josafat debía estarle muy agradecido, ya que bien pudiera Dios haber permitido que él también muriera en batalla, por haberse aliado con Acab, el que junto con su mujer, la fenicia Jezabel, rechazaba las cosas de Dios en su reino. 

Pero Dios oyó el clamor de su angustia, lo salvó y permitió que volviese a su casa sin daños. 

Y esto es lo que vino a recalcarse por medio de Jehú, que ante tan aborrecible acto de deslealtad, Dios podría tranquilamente haber cerrado el oído a su clamor, haciéndole preso de las palabras que le dijo a Acab cuando éste le pidió apoyo para ir a la guerra. 

"Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Y él respondió: Yo soy como tú; y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra."
2 Crónicas 18:3

Habiendo sido reconocido en un principio como un rey que se había fortalecido contra Israel, ahora venía a ser su pariente y copartícipe de sus cosas. 

Como la de Acab, pues, fuera su suerte. Pero Dios es misericordioso y amplio en perdonar a todos los que claman a Él, cosa que Josafat hizo ipso facto, en medio del peligro. 

Cuando somos hechos nuevas criaturas en Cristo, con el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros dándonos una nueva vida, limpiando nuestras conciencias e insuflando una nueva voluntad en nuestro ser, la voluntad de Dios.

Aún así, y mientras andamos en este cuerpo y en este mundo, continuamos manteniendo nuestra propia voluntad, esta es la de la carne, con la que hay que lidiar a diario para someterla a la del Espíritu, para que cada vez sea más notable en nosotros el carácter de Cristo.

El celo de Dios es tan fuerte cuando el Espíritu nos transforma de muerte a vida, porque su propia llenura nos muestra qué está bien y qué no a ojos del Padre. Pero conforme pasa el tiempo, nuestra antigua naturaleza va buscando hacerse el hueco. 

Lo que antes rechazábamos como malo, como en el caso de Josafat en sus inicios, luego lo vamos viendo menos malo y hasta aceptable en nuestras vidas, emparentando con ello como algo asumible y acorde a nuestra identidad. 

Y son aquellas cosas que en su día rechazamos y aceptamos después, las que nos llevan a los problemas, aquellos en los cuales clamamos a Dios por Su ayuda, y de los que el Señor nos rescata. 

Dios es paciente para con nosotros, mientras que nuestro error por excelencia suele ser el confundir Su paciencia con Su complacencia.  

La complacencia de Dios es para con todo lo sujeto a Su voluntad, mientras que Su paciencia es para con nosotros a pesar de no estar andando en ella. 

Y aunque el Señor nos libra de todo mal, trayéndonos de nuevo a Él, tal como Josafat volvió a su casa sano y salvo, no se agrada en nada de aquella actitud reprobable que nos llevó a clamar a Dios.

Podríamos aplicarnos las palabras de Jehú, cuando nos codeamos con el pecado, aunque también podríamos recordar estas palabras de Jesús: "Ni yo te condeno, vete y no peques más." 

Cuando el Señor dijo esto, una adúltera arrepentida esperaba a ser apedreada por muchos. Jesús tocó las conciencias de aquellos hombres que esperaban ver caer la primera piedra sobre ella, de modo que todos acabaron marchándose sin hacer nada. 

Al verse librada de la muerte inminente, Jesús le advierte con el "no peques más", reprobando tajantemente el acto que la hizo encontrarse en esa situación tan peligrosa y vergonzosa. 

Nótese que primero dijo "ni yo te condeno", ya que de Jesús viene el perdón. Pero no debemos olvidar que el mismo Redentor es también Juez para los que no le creen, y tampoco deja de serlo para con Sus hijos, aunque sobre estos pesa la justificación en Cristo. 

Justificados en Cristo y por ende, libres de condenación, no debemos tomar esta libertad como una puerta al libertinaje, que pone en duda nuestra identidad cristiana, sino como la ocasión de escoger lo bueno, cosa que en nuestra pasada vida no podíamos hacer por el pecado que nos ataba. 

Aunque en algún momento pudiéramos llegar a pensar que los santos no pecan, este pensamiento nos llevaría a ensoberbecer pisando por encima de la propia palabra de Dios, que nos insta constantemente a la santidad y a aborrecer lo malo. 

¿Y qué peor pecado que la soberbia? No serán pocas las veces en que, creyéndonos fuertes en el Señor, ha sido tal nuestro tropiezo que caímos hasta el fondo. 

Josafat se sintió fuerte contra Israel y aún así acabó aliándose con éste, arrastrando con su decisión a sus tropas e incluso a su hijo, por su matrimonio pactado con la hija de Acab. 

Nuestra sensación de firmeza en Cristo nos debilita en el sentido en que dejamos de sentir la necesidad de acudir a Dios, en busca de Su voluntad en cada paso que damos. 

Sobre esto tenemos advertencia, la cual dice en la Palabra:

"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga."
1 Corintios 10:12

Tomando el consejo y recordando también a Pablo, con su "miserable de mí", tocante a la ley del pecado que mora en su carne, sirvamos a Dios con la mente, sometiendo los pensamientos a los pies de Cristo, lugar en el que nuestro corazón podrá mantenerse humilde y así libre de caer en actitud reprobable.

Hoy toca buscar a Dios y presentarnos delante de Él con gratitud, por Su inconmensurable amor y misericordia. Que el Señor nos guarde de tropezar y de arrastrar con ello a otros. 

Y si por si acaso hemos caído y no podemos levantar, no dejemos de clamar a Dios y Él nos encaminará de nuevo en Cristo. 

"Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración."
Salmos 4:1
































viernes, 17 de febrero de 2023

SIN LUGAR A BURLA, 2 Cronicas 18:31-34

SIN LUGAR A BURLA, 2 Crónicas 18:31-34

Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Este es el rey de Israel. Y lo rodearon para pelear; mas Josafat clamó, y Jehová lo ayudó, y los apartó Dios de él; Pues viendo los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, desistieron de acosarle. Mas disparando uno el arco a la ventura, hirió al rey de Israel entre las junturas y el coselete. Él entonces dijo al cochero: Vuelve las riendas, y sácame del campo, porque estoy mal herido. Y arreció la batalla aquel día, por lo que estuvo el rey de Israel en pie en el carro enfrente de los sirios hasta la tarde; y murió al ponerse el sol.
2 Crónicas 18:31-34

Continuamos reflexionando en el capítulo dieciocho del segundo libro de Crónicas, donde se encuentran Acab y Josafat recibiendo la palabra de Dios por medio del profeta Micaías, tocante a si salir o no en guerra contra Ramot de Galaad. 

El profeta de Dios claramente advierte que la batalla dará como resultado la muerte del rey de Israel. A lo que Acab, muy airado contra el vidente, lo echa a la cárcel a pan y agua hasta que el rey vuelva de la guerra. 

Una vez dispuestos a batallar, a pesar de la advertencia divina, Acab convino con Josafat que él se disfrazaría como cualquiera de sus soldados, entrando en batalla entre ellos, mientras que el rey de Judá mantenía su atuendo real. 

Así esperaba Acab burlar la palabra de Dios dada por el profeta, intentando salir airoso mientras dejaba a su futuro consuegro en una situación peligrosa, ya que el enemigo lo confundiría fácilmente con él, dándole muerte. 

Sin embargo, redacta el cronista que una flecha al azar truncó sus planes, hiriéndolo de tal manera y en tales circunstancias que no pudo hacer más que dejarse morir, cumpliéndose así lo decretado por Dios. 

La voluntad de Dios es contundente, no así como la voluntad del hombre, que es más bien circunstancial, de modo que hoy puede decidir hacer ésto y mañana desdecirse y hacer aquello, según le conviene en el momento. 

A lo largo de toda la historia, la humanidad va dando bandazos en sus decisiones, todas ellas encaminadas a su propio interés. 

A pesar de esto, el decreto de Dios con respecto a Su creación es inamovible y hace cumplir Su voluntad para con toda ella, al márgen de cualquier esfuerzo humano o sobrehumano de frustrar Su designio. 

Hoy leímos sobre el fin de Acab, quien pasó a la historia como el peor rey habido sobre Israel, que no supo gobernar a derechas, conforme a la voluntad de Dios, sino más bien llegó a ser un títere en manos de su mujer pagana Jezabel y su afán por destruir todo lo divino, imponiendo sus ídolos con sus artes seductoras. 

Cabe decir que ella también acabó mal, aunque la crónica se centra en el rey de Israel y no por él, sino por el peligro que le supuso al rey de Judá el decidir emparentar con él y hacerse partícipe de sus nefastas decisiones. 

Aunque viéndolo de lejos y desde nuestra vida redimida en Cristo, podemos rasgar nuestros vestidos al más puro estilo del fariseo que juzga a otro, lejos de juzgar tanto la conducta de Acab, por pretender burlar a Dios, como la de Josafat por permitirse participar de ello, el texto nos invita a mirar introspectivamente nuestra manera de vivir la fe y la aceptación de la voluntad de Dios en nuestro día a día. 

No hay creyente exento de encontrarse en situaciones en las que Dios dice claramente en Su palabra cómo obrar, mientras que, a su parecer y según le apetece, acabe creyendo pretenciosamente que el Señor va a hacer una excepción con él. 

Y es que el pensamiento de que Dios vaya a hacer una excepción con nosotros no proviene del Espíritu, sino es nuestra soberbia manifestándose e intentando vanamente que la voluntad divina se acomode a nuestro interés. 

Pero como somos de Dios, la vida de los redimidos en Cristo tiene un propósito, que se cumplirá sí o sí a pesar de las consecuencias derivadas de las decisiones que tomemos al márgen de Él. 

Consecuencias que deberemos sobrellevar con humildad y gratitud, las cuales nos van a servir para recordar que es Dios quien sabe lo que nos conviene y que, a pesar de todo, el Señor nos encamina incluso cuando, por nuestra obcecación, hayamos caído en aquella situación tan insostenible que ya no sabemos ni por dónde tirar. 

Ahí es cuando nos ocurre lo que a Josafat, que estando a punto de morir en manos de los de Ramot de Galaad no le quedó otra que clamar a Dios. 

Hoy va a ser el día en que nuestro paso se encamina firmemente sobre la voluntad de Dios. 

Siendo que si como Acab, hemos buscado salir airosos al márgen de Su palabra, recordemos tal advertencia:

"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna."
Gálatas 6:7-8

Y si, como en el caso de Josafat, nos vemos envueltos en el problema por habernos dejado llevar por otros, no nos olvidemos nunca de clamar a Dios. Cantaremos, pues:

"Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma. A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; Atendió a la voz de mi súplica. Bendito sea Dios,que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia."
Salmos 66:16-20

















viernes, 3 de febrero de 2023

LA DISPOSICIÓN DEL CORAZÓN, 2 Crónicas 18:18-22

LA DISPOSICIÓN DEL CORAZÓN, 2 Crónicas 18:18-22

Entonces él dijo: Oid pues palabra de Jehová: Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y Jehová preguntó: ¿Quién inducirá a Acab rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía así, y otro decía de otra manera. Entonces salió un espíritu, que se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué modo? Y él dijo: Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Y Jehová dijo: Tu le inducirás, y lo lograrás; anda y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues Jehová ha hablado el mal contra ti.
2 Crónicas 18:18-22

Retomando la lectura y reflexión en el segundo libro de Crónicas, Micaías es llamado a profetizar por solicitud de Josafat.

Antes de esto, y como recordatorio, en los versos anteriores vimos que Josafat emparentó con Acab, pactando matrimonio de su hijo con la hija del rey de Israel.

Acab, pues, recibió la visita de Josafat, el que sería su consuegro y, aprovechando la visita, lo convenció para que fuese con él a la guerra contra Ramot de Galaad.

Habiendo Josafat aceptado, sin pensárselo dos veces ni consultarlo con el Señor, puso sin embargo como condición que Acab consultase a Dios si es que debían o no salir a la guerra. En lo que Acab acepta, eso sí, llamando solamente a los profetas que le auguraban siempre a favor de él.

Detectando Josafat que éstos sólo decían lo que su rey quería escuchar, reconvino a Acab para que buscase un verdadero profeta de Dios, cosa difícil de encontrar en un reino de donde los sacerdotes y levitas fueron expulsados, para poner en su lugar a aquellos que adoraban a los baales de su mujer, Jezabel.

Pero aún quedaba uno, este era Micaías, que sus penas le costaría cada vez que era enviado al rey para decirle la verdad. Y a éste, a quien no quiso llamar Acab, tuvo que hacerlo venir por petición de su futuro consuegro.

Acab ya se esperaba que no le iba a profetizar a su favor, como era costumbre.

Y después de que se confirma que efectivamente Micaías profetiza en su contra, es cuando el cronista narra esta representación que proferirá, según la leemos, delante del rey de Israel y de sus falsos profetas.

Con estas palabras, la verdad espiritual que Micaías quiso representar era muy simple: todos los demás profetas eran falsos y sólo él hablaba de parte de Dios.

El corazón de Acab, ensimismado y dirigido a Jezabel, no iba a aceptar la palabra de Dios.

Micaías representa aquí el endurecimiento de Acab a través de esta escena, en la cual Dios está en Su trono, no siendo ya solamente el Dios de Israel, sino Dios universal. Y a todo el ejército de los cielos sujetados a Su orden, de entre el cual hay un espíritu que se ofrece para engañar a todos los profetas del rey de Israel.

No es que con esto quiera decir que Dios sea un tirano, que condena injustamente a nadie a no creer o a creer mentira, sino que el relato trata simplemente de la confirmación de cuál es la disposición del corazón de Acab.

Porque queriendo escuchar solamente a los que profetizan a favor suyo, estaba cerrando su corazón a la verdad.

Al fin y al cabo cada cual acaba escuchando, como Acab, lo que en su corazón se ha dispuesto a escuchar.

Esto es un peligro, si es que nuestro corazón no está dispuesto a Dios.

Cualquiera es susceptible de caer en el ensimismamiento de creer "yo merezco esto o aquello".

Y aunque los que somos en Cristo hemos sido capacitados por el Espíritu Santo, por cuanto mora en nosotros, a reclinar este tipo de pensamientos egocéntricos, debemos reconocer que no son pocas las veces que una meditación por el estilo se trata de hacer sitio en nuestra mente, en los momentos más bajos.

Lo peligroso viene cuando prestamos oído de más a ese lejano eco codicioso, permitiendo que cada vez sea más audible, de modo que acabemos adoptándolo como una voluntad propia mayor a la de seguir a Cristo, quien advirtió a sus discípulos:

"Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame."
Lucas 9:23

Debemos reconocer que, como humanos que somos, a los creyentes no nos gusta sufrir y que, aunque el Espíritu nos reconforta, grande es la tentación de que en momentos de debilidad podamos acabar pensando que a Dios no le gusta ver sufrir a sus hijos, en justificación de aquel obrar al márgen de la voluntad del Padre, la cual es conforme a la imagen y al carácter de Cristo.

Pero no es sino a través del sufrimiento temporal que nuestra alma puede verse fortalecida y dirigida hacia lo eterno, ya que nuestra carne siempre tenderá a lo suyo propio, lo cual es cosa temporal que sólo se aprovecha mientras este cuerpo vive.

La pregunta que nos ha de surgir ante esta reflexión es si estamos dispuestos a soportar el sufrimiento, si es que llega este a nuestra vida, por tal de seguir forjándonos en el carácter de Cristo.

Hoy es día de echar una mirada introspectiva a la disposición real de nuestro corazón, si es que somos de Cristo, con todas las consecuencias que pueda acarrear en este mundo, o si solamente estamos dispuestos a llevar la etiqueta.

El Señor nos fortalezca para soportar los sufrimientos y si, por si acaso,  pensamos llevar de Cristiano solamente el nombre, sepamos que el nombre no salva si no se tiene al Señor que lo comprende.

Daremos gracias a Dios porque todos los días nos da una nueva oportunidad de disponer nuestro corazón a Él, para no terminar como Acab, endurecidos por escuchar a los palabreros.

Y para palabra, ésta, la cual todos los días es buena retenerla:

"Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación."
Hebreos 3:14-15

















ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17 Y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén , y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: N...